Padre Miguel Angel

¡Feliz cumpleaños Jesús!

Por el padre Miguel Ángel

Nos acercamos nuevamente a la fecha de cumpleaños de Jesucristo.
Todos los años se hace una gran fiesta a su honor, y creo que este año sucederá lo mismo en Navidad.

En estos días, la gente hace muchas compras, hay anuncios en el radio, en la televisión y por todas partes no se habla de otra cosa sino de lo poco que falta para que llegue el día. La verdad es agradable saber que, al menos un día al año, algunas personas piensen un poco en Jesucristo.
Es oportuno recordar la carta que Él nos mandó:

"Como tú sabes, hace muchos años que comenzaron a festejar mi cumpleaños; al principio parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día, casi nadie sabe por qué lo celebra, la gente se reúne y se divierte mucho, pero no saben de qué se trata.
Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor, pero ¿sabes una cosa? Ni siquiera me invitaron, ¡yo era el invitado de honor! ¡y... ni siquiera se acordaron de invitarme, cerraron la puerta, y yo quería compartir la mesa con ellos!
Como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido, entré y quedé en un rincón.

Estaban todos bebiendo, había algunos borrachos contando chistes, carcajeándose; la estaban pasando en grande. Para colmo llegó un viejo vestido de rojo, barba blanca y gritando: jo jo jo.
Parecía bebido de más, se dejó caer, pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él diciendo: santa clos, santa clos, como si la fiesta fuera en su honor.

Llegaron las 12 de la noche y todos comenzaron a abrazarse, yo extendí mis brazos, esperando a que alguien me abrazara... y ¿sabes? Nadie me quiso abrazar. Comprendí entonces que yo sobraba en la fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.

Tal vez creas que yo nunca lloro, pero esa noche me sentía deprimido, triste y solitario. Por eso me llegó tan hondo que al pasar por tu casa, tú y tu familia me invitaron a pasar, además me trataron como un Rey, organizaron una fiesta en la cual yo era el invitado de honor, además me cantaron "las mañanitas". Hacía tanto que a nadie se le ocurría eso. Que Dios bendiga a todas las familias que son como la tuya, yo jamás dejo de estar con ellas en ese día y en todos los días.

También me conmovió el pesebre que pusieron en un rincón de la casa.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo piensa en las compras y en los regalos, y de mí casi ni se acuerda.

Recuerdo lo que sucedió a un hombre anciano llamado Juan, un día de mi cumpleaños, anduvo de casa en casa pidiendo posada porque tenía hambre y no tenía familia; tocó en muchas puertas, en ninguna de ellas lo invitaron a la mesa, se dio por vencido al ver que ni siquiera esa noche sentiría el calor de un hogar, se sentó en una banqueta y se puso a llorar como un niño.
Yo pasé junto a él y le pregunté:¿qué tienes, Juan? "Es que nadie me invitó a pasar", me respondió. Yo me senté a su lado y le dije: "No te apures que a mi tampoco me han dejado entrar".

Pero toda paciencia tiene un límite, aún la mía: voy a contarte un secreto: he pensado que como nadie me invita a la que de hecho es mi fiesta grandiosa, como jamás nadie me hubiera imaginado, una fiesta espectacular, con grandes personalidades como Abraham, Moisés, el rey David, Salomón...

Todavía estoy ultimando los arreglos, por lo que tal vez no sea este año.
Estoy enviando muchas invitaciones, y hoy, querido hermano, hay una invitación para ti.
Sólo quiero que me digas si quieres asistir y te reservo un lugar, escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados. En esta lista solamente habrá invitados con previa reservación y se quedarán afuera algunos que no contestaron mi invitación.
Prepárate porque cuando esté listo...¡Daré la gran sorpresa!
Hasta pronto.
Tu amigo:
Jesucristo.

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