Aficionados al café
Por Juan Flores García
Hablar de café aquí en Tepatitlán, es como hablar de charros en Capilla de Guadalupe, donde está la mera mata de lo mero bueno de campeones.
Hace tantos años como algunos tenemos, que el tomar café es una costumbres bien arraigadas, primero por los madrugadores trabajadores del campo que, ya desde antes de la cinco de la mañana estaban parados para ir al trabajo.
No es por demás y ni enfado causa, que volvamos a mencionar cómo fue que el gusto por esta bebida se hizo hábito. Para entrar en calor después de dormir ocho horas nuestro cuerpo se prepara en gastar energías, necesitamos un tonificante para fortificar el organismo. Desde que teníamos uso de razón veíamos a nuestros mayores llegar a donde vendían la “agüita caliente” –decían-, con toda confianza, porque eran muy conocidos con ellos las caneleras. Esta canela se prepara en agua caliente y se le agrega unas rajas de esa aromática planta que también se usa para preparar en el hogar algunos alimentos.
Así pues, en el puesto de canelas también servían el sabroso aromático y estimulante café de olla, solo o con "piquete" con un chorro de alcohol para quien si gusto tenía de tomarlo así también lo pedía "fuerte" según el chorro de "valor" que le ponían. Así mismo a la canela se le ponía si se quería, lo más usual era tomarla al aire libre, aunque ya existían un lugar fijo que atendía a clientes de ocupación diferente y con el tiempo para platicar reunidos, sentados en aquellos bancos de cuatro patas altas a lo largo del mostrador, o al lado de las mesas. Este negocio, lo tenía don Rafael Villa que se puede decir era la cafetería y lonchería porque vendía antojos como tortas, tostadas y otros atuendos de comida ligera.
El local que ocupaba este negocio estaba donde hoy es un negocio de copiadoras frente a la comandancia de policía con entrada por la calle Santos Romo, por este tiempo no había entrada a la presidencia municipal por este lado. La finca que mencionamos era propiedad de Vicente Navarro, cuñado del Sr. cura J. Jesús Reynoso. Don Vicente era muy amigo de Rafael Villa y se cuenta sin asegurar que sea cierto que tanta era la confianza que había entre ellos que éste ya le debía 12 años de renta y que antes de que faltara don Vicente, dejó dicho que no le cobraran nada. No se tome como doloso de no pagar la renta. Era costumbre al poco interés que había para cobrar, se apreciaba la amistad y se valoraba la honradez. Por eso, con estas dos cualidades que teníamos había un valor incalculable, la palabra, todo trato se hacía bajo palabra, ése es nuestro orgullo de verdadero Alteño.
Por eso, la clientela con gusto asistía a ese lugar donde eran bien atendidos y en Tepa empezaba a sentirse la afición por la diversión sana y de reunión. Aparece entonces un lugar familiar y nace el famoso e inolvidable restaurante Palacio que atendía este gusto por el café y demás antojos así como incomparable comida.
Algunos años después tenemos para el mismo fin otro negocio; "El Regis" restaurante y nevería desde luego para familias. En este lugar ya conocimos la primera máquina para hacer café con sabor fuerte express o liviano tipo americano que para esos años ya habíamos ido a Estados Unidos a trabajar como braceros algunos cientos de Alteños y ya veníamos acostumbrados a tomar café, aunque no de la misma calidad conocido con nombre que le fuimos poniendo como: "agua de calcetín", "agua chirri" o "aguado" comparado con el sabor fuerte que aprendimos del café puro y por la cantidad que se le pone para prepararlo primero en olla y en la máquina.
De este restaurante que mencionamos, siguieron otros centros cafeteros todos, de conocido prestigio y con su propia clientela.
Muchas variedades de sabor se conocen como: capuchino, express, con leche o crema, americano... y más de treinta variedades que aquí no conocemos. A medida que crece el número de empresas y negocios, ha aumentado el número de tomadores de esta bebida, que también se sirve la sustancia soluble que es fácil de preparar. Nos cuenta la historia, que el primer café se abrió en Londres en 1652, establecimiento público donde se vendía y tomaba esta bebida como estimulante cerebral y cardiaco.
Así fue creciendo el número de cafeteros que se les llama de paso, por el escaso tiempo que tienen por el horario de trabajo, piden se les sirva en el moderno vaso desechable que desde que se hizo para este fin, ha dado oportunidad de usarlo. Este gusto por tomar esta deliciosa bebida, que era casi exclusivo para hombres por aquello de que, solo las damas de la sociedad lo acostumbraban a la hora del té en sus hogares, ahora se reúne la juventud y en amable convivencia, disfrutan del ambiente de amistad ellas y ellos en parejas y en grupos. Así a lo largo del siglo vimos cómo avanzó esta sabrosa costumbre cafetera en tener el lugar de nuestra preferencia, donde resolver los problemas económicos y políticos que padecemos. Así que, ¡salud! y con esto decimos que: así fue Tepa en el tiempo.
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