Juventud

Por Juan Flores García

Divino tesoro de la vida que rápida pasa en la existencia del ser humano. Con ella se acarician los sueños de grandeza, de fortuna, de renombre. Qué preciosa edad en que el ser humano está dotado de toda la plenitud de las facultades. Por desgracia, se vive una época en que la juventud manifiesta claro desprecio por los verdaderos valores humanos y se dedica en su mayor parte a malgastar esos dones en naderías diferentes. Parece no sentir la juventud la responsabilidad que le corresponde con relación a su patria.

La juventud –por no haber nacido bien dotada de facultades en cualquier esfera social florece y se renueva por un imperecedero azar de la naturaleza. No se pertenece a sí misma porque representa la más alta calidad humana que es capaz de producir un pueblo. Los jóvenes no tienen derecho a desperdiciar su sensibilidad artística, ni su vocación política, ni sus aptitudes filosóficas, ni cualquiera otra de sus relevantes cualidades. Cumplen una elevada misión de estímulo para la sociedad renunciando a vivir en provecho propio para entregarse a la sociedad en que vive.

Todo país necesita de hombres notables, grandes sabios, pensadores y artistas; México en particular, está muy necesitado del aliciente que represente los hombres que se hacen respetar y admirar en todo el mundo. Es urgente que la juventud marche con paso firme a las cumbres más elevadas del pensamiento humano para conquistar las primeras jerarquías de cultura, con ideas propias, con creaciones propias y con un pensamiento vigoroso.

La juventud en la política tiene un sitio que le pertenece al hombre, al ser joven, en virtud de los intereses sociales y del idealismo político siente la necesidad interna de obrar bien de la colectividad. Así la juventud alcanzará mañana a los hombres y mujeres de hoy, no para desplazarlos sino para sumar sus esfuerzos y vigor a la experiencia de los mayores.

No debe la juventud de nuestros días seguir el camino de la destrucción y falta de voluntad hacia los problemas sociales, sino que por el contrario, debe encaminar generosamente su conciencia al hecho de sentirse obligada a colaborar en estrecha relación con las generaciones mayores y no tratar de desplazarlos.

Como todos los mexicanos, la patria reclama de su juventud el desinterés y el esfuerzo de que tiene vivo ejemplo en nuestra historia.

Con sangre y vidas de jóvenes ha sido defendida siempre la dignidad nacional. Nunca como en los días venideros nuestra nación encontrara tantos problemas que resolver.

Es de esperarse que la solución de esos problemas quede en manos de la juventud que con ilustración y responsabilidad los resuelva y tome el papel que le corresponde y se determine a participar, en la vida activa y productiva de la patria, para que con ese esfuerzo, sumando al resto de la población del país, llegue a culminar con la dignificación completa de la juventud, de la familia y de la sociedad, cimientos para la formación de una mejor comunidad.

Este tema no pasa a la historia, nos fue expuesto en la mitad del siglo pasado, la juventud de esa época con menos cultura, jóvenes en su mayoría, supliendo con valor la falta de preparación pero sometidos a la obediencia paternal acatando todo mandato de servicio comunitario.

Como buenos alteños, el tipo perfecto de nuestros buenos rancheros de los Altos: generosos, sin que les faltara grande valor y ánimo cuando era necesario que eran objeto constante de sus pensamientos y consideraciones, aún en medio del trabajo y ocupaciones ordinarias propias de los hombres de campo.

Contaba mucho, entre otras cosas, que nos hablaran de las verdades de nuestra religión que perseveró también por toda nuestra vida. Considerando épocas diferentes de pobreza y abundancia reiteramos a la juventud presente, haga lo suyo. Y con esto decimos que: Así fue Tepa en el tiempo.

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