Siete Días: Felicidades IMSS



Felicidades IMSS

Todavía no sé de quien fue la buena intención de invitar a la prensa a atestiguar el reinicio de la construcción del nuevo Hospital General de Zona del IMSS en Tepatitlán el pasado jueves, en donde se habló maravillas de lo que será el nuevo edificio, pero les salió el tiro por la culata: A los de la prensa nos trataron como a intrusos y nos prohibieron pasar ya no digamos al edificio, ni siquiera a la calle de acceso. Luego de que cambiaron el horario de la “ceremonia” a último minuto, el banderazo de reinicio se retrasó porque las autoridades presentes esperaban a otras autoridades del IMSS que al final ni nos presentaron (importantes, pero no famosos) y al presidente municipal. Mientras ellos (las autoridades) estaban fumándose un cigarrito y platicando muy a gusto bajo los árboles en la calle de acceso de lo que será el nuevo hospital, guardando quien sabe qué secreto, nosotros (la prensa) nos topamos con guardias de seguridad que nos prohibieron acercarnos a los mandamases y trazaron una línea imaginaria para no dejarnos pasar justo en donde comenzaba la sombra, a plenas 2 de la tarde, por lo que los reporteros, que no éramos pocos, tuvimos que esperar un buen rato en el sol a que los jerarcas terminaran su cigarro y que llegaran los que llegaron tarde. Resultado: a los reporteros se nos quitaron las ganas de “celebrar” (a eso iban las autoridades) el retraso de una construcción que debió haberse terminado hace años. Felicidades IMSS, ustedes sí saben hacerlo.

Incomodidades aparte, la nota es que ahora sí volvieron los albañiles, aunque debo decir que en ese lapso de tiempo no vi ninguno. Los derechohabientes del IMSS, entre los que me cuento, deberíamos estar felices porque la construcción no se atrasó todavía más y no molestos porque llevan casi dos años de atraso, más los otros tres que se aventaron sin siquiera prometer que habría hospital nuevo. Ese fue el mensaje que las autoridades dieron en lo que podríamos llamar “la ceremonia del reinicio”. Sólo un representante de los patrones que estaba presentes dijo que a ver si ahora sí ya se ven las cuotas que pagamos, porque desde el 2003 el IMSS nos ha estado dando gato por liebre a los alteños.

Seguramente no me dejará mentirle si le relato cómo vi que trabaja actualmente el hospital del Seguro en Tepa: casualmente, cuando recibí la llamada de la invitación yo estaba precisamente fuera del área de urgencias del IMSS esperando a un familiar, y digo fuera, porque antes estaba adentro pero el personal sacó a todos los familiares que cuidábamos a nuestro enfermo cuando llegó una emergencia mayor, así que yo y varias personas más nos quedamos en la calle un rato, maldiciendo el amontonamiento de gente, la falta de equipo, de material y de enfermeras. Mi “enferma” (así nos regañaban las enfermeras: “cuide a su enfermo”) es una mujer mayor que no puede moverse ya por sí sola y me tocó atenderla al mismo tiempo que esperaba al médico especialista para que me dijera el diagnóstico y cuanto tiempo se quedaría internada, pero como ordenaron salir a los familiares cuando llevaron un pobre muchacho que se había caído de una altura de diez metros, me perdí la ronda del médico especialista que llegó, checó a mi familiar, no encontró a nadie a quien darle el diagnóstico ni le pidió a nadie que buscara a algún pariente de la “enferma” y se fue.

Por fin nos dejaron volver a entrar cuando se hizo el cambio de turno de los vigilantes y pasé un par de horas ahí. Las enfermeras se disculpaban con los pacientes, “no tenemos ni paracetamol”, pero nos regañaban a los familiares, “trátelo bien, es su enfermo”, cuando intentábamos moverlos con todo y el suero clavado en la vena. Cuando las camas se llenaron, los pacientes fueron sentados en sillas. A un hombre que llegó inconsciente en ambulancia lo vi un rato después sentado en una silla con suero y a una mujer, también mayor como mi familiar, que estaba sentada porque aún no se desocupaba una cama, la acompañaba su hijo de pie sosteniéndole un nebulizador. Otra mujer que cuidaba a su esposo contó que llevaba 4 horas de pie. Cuando mi familiar necesitó tomar una pastilla, tuvimos que buscar un vaso en una tienda cercana porque ni conos de papel tienen en el garrafón de agua. Todo en el espacio de una casa común y corriente. Por la noche, otra vez, nos pidieron que saliéramos del área de emergencias pero hicieron hincapié en que alguien debía quedarse afuera (¿dónde? Ése era nuestro problema) a velar “por si algo se ofrece”. Mi hermana se acomodó en unas sillas duras de la sala de espera, que no tiene luz, a esperar el llamado de una enfermera que, afortunadamente, pues eso significaría que algo se habría complicado en la salud de mi internada, nunca llegó.

No dudo que el personal que trabaja en el hospital del IMSS de Tepatitlán tenga la mejor de las intenciones para atender lo mejor que se pueda a los muchísimos pacientes que vamos a dar ahí, pero es imposible lograrlo. Las carencias son muchas, el espacio es mínimo y con buenas intenciones no se cura nadie. El nuevo edificio se ve, por lo menos desde afuera, muchísimo más grande que el actual y, aunque tengamos que esperar un año más para verlo funcionando, ojalá que ahora sí nos cumplan lo prometido y nos vuelvan a invitar para “celebrar” que ya tenemos hospital, con seis años de retraso, pero que lo tenemos.

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