El virus del caos

+ La influenza desquició a las clases

+ Que si vamos, que si no vamos ¡uf!


Por Fabiola Gomnzález Ontiveros


Ya decía yo que no debíamos festejar tan rápido el regreso a clases.
Sin querer, las cosas nos salieron un poco… Bueno, no como lo habíamos planeado.

Cuando llegamos había varios estudiantes de la universidad bloqueando la entrada de la Prepa y no había manera de pasar sin que nos pusieran un gel antibacterial pegajoso y horrible en las manos, y nos preguntaran que si teníamos algún síntoma de gripa. Francamente no esperaba que tomaran esa medida, con eso de que en Tepa la gente cree que es inmune a cualquier cosa….

El lunes que por fin se reanudaron las clases, a pesar de que estábamos bastante dormidos y desacostumbrados a levantarnos de madrugada (porque en estas dizque vacaciones levantarse antes de las nueve de la mañana es madrugada), estábamos bastante contentos de estar de regreso, saludando a todos los que no se dejaron ver por la ciudad durante ese tiempo. Incluso extrañábamos a los profesores.

Había rumores por todos lados de que para evitar la aglomeración en los salones (y con ello el posible contagio de la influenza), los 15 mejores de cada clase ya no iban a tener que ir, otros decían que los sextos semestres tampoco, así que nos pusimos a contar los mejores 15 de nuestro salón para darnos una idea de quién se iba y quién se quedaba, pero nadie sabía nada aún con exactitud.

La primera clase a las 7 fue miel sobre hojuelas, o por lo menos me refiero a que no parecía que hubiera nada fuera de lo normal.

El problema se nos vino cuando a las 8 en clase de Historia para nosotros, nos dijo el profesor que los meros máximos de la U de G (como dice mi hermana), habían tomado medidas para todos los alumnos, y que en la que nos involucraba a nosotros los rumores tenían razón, que los sextos ya no iban a ir, así que tendríamos que ponernos de acuerdo con cada profesor para ver cómo íbamos a terminar el curso.

Claro… no tuviéramos tanta suerte de regresar como todo mundo, o de que nos dejaran ir así nomás sin ninguna condición. Cada profesor nos dejó una cantidad gigantísima de tarea para realizar y así poder terminar el curso como Dios nos dé a entender, porque dicen ellos que eso no se acaba hasta que se acaba, entonces para que no extrañemos el maldecir a los profesores de vez en cuando por tanto trabajo que nos dejan, ahora tenemos que terminar el curso prácticamente nosotros solos, haciendo investigaciones por aquí, prácticas por allá y resúmenes enormes por todos lados.

Inmediatamente hubo respingos y reclamos por doquier, por la tarea y por las vacaciones; desde el típico “uuuuu otra vez me voy a morir de aburrición en mi casa”, hasta las muchachas que decían “voy a tener que hacer quehacer en mi casa”, o “a mi mamá le va a dar mucho gusto cuando le diga que ya agarró chacha”. Pero no estábamos contentos, eso es seguro.

Nos dijeron que del primero al quinto sí iban a aplicar lo de los 15 mejores de cada clase, pero después me dijeron que dividieron a los salones en dos, en los que una mitad iría una semana y la otra mitad la siguiente semana, pero de ahí sí que no estoy segura de nada.

En broma propusimos hacer una huelga que por supuesto no llevamos a cabo, sólo fue de cotorreo, y lo único que podemos hacer es curárnosla de todo en el tiempo libre que tenemos y que no queremos pasar en nuestras casas, aunque de repente llega el profe Jorge Horacio y muy amablemente nos corre, diciéndonos que si no tenemos clases ya nos vayamos, o en el mejor de los casos nos dice que cerremos el pico, claro, dicho más correctamente.

Me parece que es un desmadre con la medida esa, porque de todas maneras como ejemplo en mi salón tenemos que seguir yendo miércoles, jueves y viernes, a una clase para la que no va a aplicar esa medida (gracias a Dios), así que iremos esos días aunque haya que levantarse temprano.

Con todo esto no nos queda más que preocuparnos por nuestra graduación, que ahora con la alerta en el país del dengue, sólo falta que nos caiga un rayo para truncar los pocos planes que nos quedan.

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