Mi querido país

Por Georgina González Ontiveros
Desde ESPNdeportes.com


Escuchaba esa canción tan tranquila de Norah Jones, My Dear Country, cuando leí la noticia de que las autoridades de Chile se negaron a dejar que los equipos mexicanos Chivas y San Luis jugaran en sus sagrados y libres de gérmenes pastos. Ya antes Colombia les había dicho que no y aún antes que eso, el presidente del club Boca Juniors de Argentina, Jorge Amor, había declarado que, si por él fuera, Boca no pisaría México y pediría permiso a la Conmebol para no viajar a mi tierra en caso de que fuera necesario.

¿Por qué tanto desprecio? Todos lo sabemos, por la alerta de influenza en México. De repente la Libertadores se convirtió en una torre de Babel: se acabó el fútbol y afloraron los rencores. México se volvió un pato feo que nadie quería en su estanque.

Claro que la actitud de Héctor Reynoso, de Chivas, de escupirle en la cara a Sebastián Penco, del club chileno Everton, empeoró la imagen de México. Ahora ya no sólo éramos un foco de infección, sino que éramos un foco de infección muy grosero. Reynoso se disculpó con el jugador pero aclaró que durante el día previo al partido algunos chilenos fueron muy poco amables con las chivitas brinconas, burlándose de los jugadores por venir de un país influenzado.

Como mexicana no suelo ser patriota, al menos no en cuestiones de fútbol. Yo sé que los equipos de mi país muchas veces son malones y que el Tri es un desastre, pero de ahí a que no les permitan entrar a un país por razones de las que no son culpables me parece absurdo. Sobre todo porque el sentido común dice que un equipo mantiene a su plantel sano, y si alguien está enfermo de algo tan contagioso como la influenza, ese alguien ni viaja ni entrena ni nada, se queda en tratamiento. Los clubes lo que quieren es jugar, no son terroristas biológicos. Están sanos, deberían poder jugar en cualquier lugar del mundo.

Pero los gobiernos de Colombia y Chile se pusieron en un plan que no alcanzo a entender. Parecería que estaban más interesados en complacer a sus paranoicos ciudadanos (¿acaso es tiempo de elecciones?) que en ser solidarios con un país que siempre les ha tendido la mano, o por lo menos, en hacer caso al sentido común. Estados Unidos, en cambio, mejores negociantes y sabedores que la influenza no es una sentencia de muerte, propusieron Los Ángeles para que San Luis y Chivas jueguen y se saborean con la taquilla que obtendrían. Brasil también ofreció un estadio, algo que México agradece muchísimo en tiempos de incomprensible desconfianza. Así, a los mexicanos sólo nos queda acatar lo que Conmebol decida y decirle a los colombianos y chilenos que despreciaron a México: ¡que se vayan a Chile!

Serpientes y escaleras

Indios ya se salvó. Después de que su directiva hiciera una carta con muchas lágrimas acusando al Gobierno de Chihuahua de no apoyarlos y pidiendo a la afición que no pierda las esperanzas, el equipo hizo lo que tenía que hacer y logró quedarse en la Primera para la siguiente temporada. ¡Felicidades! Acá entre nos, yo quería que se quedaran.

Necaxa y Tigres, mientras tanto, están en la cuerda floja. No podría decidir cuál de los dos quisiera pero será interesante ver en la fecha 17 a qué club apoyará su dueño al final: si a Necaxa que necesita quedarse o al América que necesita clasificar.

Pero si Necaxa desciende y América no clasifica a la liguilla, el doble fracaso de su dueño va a ser tan evidente que debería ser un precedente para replantear medidas que eviten que un solo dueño tenga tres equipos diferentes. Para la liga mexicana eso es más perjudicial que la influenza.

Publicar un comentario

0 Comentarios