Recordando a las mamás

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


Un niño le preguntó a su mamá: ¿Por qué lloras?

“Porqué soy mujer”, le contestó la mamá.

“Pero yo no entiendo”, dijo el niño.

Su madre se inclinó hacia él y abrazándolo le dijo: “Y nunca lo entenderás”

Mar tarde el niñito le preguntó a su padre: “¿Por qué mamá llora a veces sin ninguna razón?”.

“Todas las mujeres lloran siempre por ninguna razón” era todo lo que el padre le podía contestar.

El pequeño niño creció y se convirtió en todo un hombre preguntándose todavía por qué será que las mujeres lloraban.

Un día el niño convertido en hombre se arrodilló y preguntó a Dios:

“Dios, ¿por qué lloran tan fácilmente las mujeres? Y Dios le dijo:

“Cuando hice a la mujer tenía que ser algo especial: hice sus hombros lo suficientemente fuertes como para cargar el peso del mundo entero, pero a la misma vez lo suficientemente suave para confortar”.

“Le di fuerza suficiente para que pudiera perdonar a su esposo de sus faltas y la moldeé de una de sus costillas para que ella pudiera cuidar de su corazón”.

“Le di sabiduría para saber que una buena esposa nunca lastimaría a su esposo, y a veces le pongo pruebas para medir su fuerza y su determinación para mantenerse a su lado a pesar de todo”.

“Le di las lágrimas y son ella exclusivamente para usarlas cuando las necesite. Es su única debilidad… una lágrima por la humanidad”.

“Le di la sensibilidad para amar a un niño bajo cualquier circunstancia, aún cuando su niño la haya lastimado mucho”.

Tantas son las vocaciones ocultas de una madre: Es la enfermera que no retrocede ante la sangre de ninguna herida; el médico que adivina si el dolor presagia una enfermedad, o una tarea difícil en la escuela; el mejor abogado para defendernos de maestros y entrenadores ciegos a nuestra excelencia; la psicóloga que calma nuestros miedos; el veterinario que cura nuestra mascota… y se ocupa de ella; y también el filósofo, que nos explica los eternos enigmas de la vida.

Por eso debemos detenernos y observarla… abrazarla, y hacer que sienta que estamos allí… que nos importa, que es valiosa,… y de esta forma regresaremos a ella el más hermoso sentimiento que nos enseñó: el sentimiento que lleva paz y tranquilidad en los momentos difíciles de la vida, el que nos contiene, el que minimiza el dolor, el que nos hace luchar por nuestros sueños e ideales… pero por sobre todo, nos enseña a dar sin pedir nada a cambio: ¡el verdadero amor!

La madre Teresa de Calcuta le decía a una mamá:

“Siempre ten presente que: la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años… pero la importante no cambia: tu fuerza y tu convicción no tiene edad.

Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.

Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida.

Detrás de cada logro, hay otro desafío.

Mientras estés viva, siéntete viva.

Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.

No vivas de fotos amarillas… sigue adelante aunque todos esperen que abandones tu objetivo. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.

Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.

Cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón. ¡Pero nunca te detengas!”

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