Los hijos del descanso

Por Juan Flores García

Aquel siglo que apenas terminó, nos dejó como premio al gentío que estamos disfrutando los acontecimientos de este confuso y seco clima del nuevo siglo, el tiempo y la fe de ser favorecidos por nuestros nuevos santos, fruto del martirio, particularmente, de San Tranquilino Ubiarco, nuestro santo que por su intercesión recibimos sus favores.

Lo bueno, no imborrable, viene a la mente, y vemos los rostros frescos de las personas como si sus ánimas tomaran vida igualándonos la edad. Que gusto y cuanta alegría nos da remontarnos a recordar con los viejos amigos. Conocimos los que vivimos, y lo contamos, así como los que finados son, a un grupo de honorables varones que, cuando de su juventud gozaron, con rectitud y alegría disfrutaron.

Ellos tuvieron su nombre de cristiano que recibieron en la pila del bautismo, el fundador de Los Hijos del Descanso fue José Cortés; se iniciaron en 1931. Su lema era: “Horror al trabajo y Amor a lo Bueno”.

Algunos miembro que recordamos fueron: Filemón de Loza (sastre), Pedro Sánchez, (hortelano), Pánfilo Cruz (peluquero), Pablo Rayas (pintor), José Claudio Plascencia (herrero), Ventura Hernández (zapatero), Vicentec Sánchez “el güiloto” (zapatero), Luis Martin del Campo (comerciante) y José Pablo Hernández (taxista).

El objetivo era para participar en fiestas de todos los pueblos; su punto de reunión era en Abasolo 12. Personas muy populares que ahí, en aquel “recibidor”, el aire libre, lo mismo en las tardes de primavera que en las tristonas y frías del invierno, aquellos buenos vecinos de la muy noble y leal ciudad de Tepatitlán, hablaban de la próxima visita a la fiesta del pueblo que tocaba su turno.

José Cortés se inició como comerciante junto con su padre, rentando la tienda de Doña Heraclia Hernández quien era la dueña del inmueble. Pero tres años antes (1915) José trabajó con Pedro Hernández.

En 1923 compraron la finca a Doña Heraclia y en 1936 tiraron la casa para construir una casa y tienda nueva que conocimos. José Cortes, Luis Martin del Campo, La Unión de Comerciantes, Pancho de la Torre, “el Chicote” compraron el primer campo de futbol, (hoy campo del colegio Morelos).

En 1936 se inició la construcción de La Plaza de Toros; los dueños eran José Cortes, Aurelio Franco, Miguel Aguirre y José de Anda. Después de algunos años, José de Anda compró la plaza. Este conocido grupo “los Hijos del Descanso”, disfrutó limpia y productivamente su juventud, construyendo espacios de diversión, como el primer campo de futbol, y la plaza de toros que arrancó tardes de pasión taurina en los aficionados con el buen fin de ocasionar placer sano sin asomo de amor propio.

Actualmente, hay muchas personas que llaman al amor propio dignidad y al confundir un defecto con una virtud, caen en un gran error: la dignidad es amable, dulce, atrayente; el amor propio es indócil, y duro a la vez; la dignidad sabe perdonar y puede olvidar, hasta tal punto, que el perdón y el olvido van con ella en grata y dulce compañía. El amor propio tiene ojos de lince para la ofensa y tal afán por buscarla que la ve donde jamás ha existido: la dignidad, por el contrario, la ve donde jamás ha existido; la dignidad la sufre y rehúsa caer en ella; el amor propio es amargo, hiriente. La dignidad es dulce, tranquila y reposada.

Y con esto decimos que así fue Tepa en el tiempo.

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