El vicio

En un profundo sueño, embriagado el hombre / que a los vicios vil se entrega; / un humo pestilente vil lo ciega / y se olvida del fin a que fue creado. / Despierta hombre infeliz y desgraciado / que el árbol de la vida está acabado / oye los toques con que está llamando / de María tu salvador / porque el diablo y la parca / están triunfando.

Este es el texto escrito al pie de un retablo donde aparece un hombre sentado en una silla y apoyando su codo, sobre su mano recarga la cabeza, se ve que está en estado de ebriedad. En la mesa hay una botella de vino y un vaso, en el piso, debajo de la mesa, se aprecia una bolsa con dinero, una pistola y una cabeza. A su lado está un ángel indicándole con el brazo izquierdo hacía arriba una imagen de la Virgen María sobre una nube. Detrás de este hombre se encuentra un árbol y una soga con la que está jugando el diablo que se encuentra en ese lugar, indicando que de seguir por ese camino, acabará en el infierno. Detrás del briago se ve a la muerte que amenazante apunta sobre su espalda. Arriba de esta imagen, aparece la Santísima Trinidad.


Claro entendemos con esta representación tan perfecta y tan especial, que lamentablemente estampa cuando el vino se toma en exceso, cuando caemos en el vicio. Talentoso fue quien este retablo pintó y que vimos siendo pequeños en un templo de Guadalajara en un mural que llamaba la atención de quienes veíamos tan triste pintura que tanto decía y que tanto bien hizo.

Este mural, si mal no recuerdo, estaba en el templo de San Martín, allá por la calle Belisario Domínguez. Ahí estaba de capellán un anciano sacerdote que era todo bondad, todo amor y cariñoso, sobre todo para los niños y ancianos. Vivía en extrema pobreza, pues por aquellos lejanos años, poco dábamos de limosna, poco tenía y mal vivía. Su aspecto de pobreza lo manifestaba en su delgada figura, su cara demacrada, pelo canoso, de regular estatura y piel blanca que contrastaba con su verdusca sotana que cubría su cuerpo.

Con todo esto, muy bueno era para los sermones que arriba del púlpito como se usaba antes, pronunciaba y bien que se oía. Su voz era clara, así que todos los que asistíamos a misa, atentos oíamos lo que, con ejemplo, formaba su prédica. Muy devoto del ángel de la guarda que todos tenemos, nos hacía que le rezáramos con mucha devoción todos los días para que nos cuidara. Con cuanto gusto y atención oía yo su plática tanto en misa, como en la doctrina que el mismo nos daba.

Mucho cuidado tenía con la gente pobre que nunca falta y que en ese varias veces mencionado barrio de San Martín había y como donde quiera, en ese barrio unos cuantos pudientes eran los que daban algo para los pobres, pero como todos sabemos, Dios aprieta pero no ahorca… Recordamos con nostalgia a un hombre que le ayudaba económicamente todos los días, aunque fuera poco era un tipo que traía seis burros y se dedicaba a vender la leche de las burras, que se vendía bien, pues por aquellos años la enfermedad de la tosferina en los niños era muy frecuente y sólo con la leche de burra se curaba ya que no había vacuna para prevenir el contagio.

Por eso, había esta gente que se ocupaba de la venta de la leche y de eso se mantenía. Este hombre era como de mediana edad y le gustaba mucho el trago, cargaba su botella en su morral colgado de su cuello; por mal nombre le decíamos “El Tecomate”. Todos los días muy de mañana, aparecía por las calles con sus animales gritando ¡leche de burra para sus niños! De paso llegaba con el padre que luego lo regañaba porque andaba diario a medios chiles.

El padre con cariño le decía ¡Pero hombre, Teco; cuándo entenderás... matándote sólo estás con ese maldito vicio! y “El Tecomate” le contestaba: ¡Ay padre! No le he dicho tantas veces que vicio que se hereda no se cura, qué quiere que haga, a ver, deje usté de ser padre, verdá que no.

Y así era todos los días, después de esta plática, El Teco le entregaba algunos centavos al padre y quien sabe cuanto tiempo duraría con esa bendita costumbre de ayudarlo. El padre los recibía y le decía: ¡Ay Teco! No tienes remedio, con esto quieres salvarte, y claro, como buen sacerdote lo bendecía, luego sacaba de su bolsa una estampa del retablo que hemos mencionado y a modo de oración rezaba las palabras que en el hay escritas, mientras se iba El Teco, arriando sus burras gritando Leche de burra pa’ la tos, pa’ que se alivien sus niños.

Que lástima y angustia sentimos, cuando tenemos algún familiar que padece este vicio y que no podemos ayudarlo, sentimos impotencia al no poder conseguir su curación. Atiende a mi mente el retablo que describí y del que pudiéramos sacar provecho, ojalá no dejemos de leer esto: …Oye los toques con que está llamando / a ruegos de Martha tu salvador / tu ángel custodio es el despertador / porque el diablo y la parca están triunfando. Como nuestra vida está llena de valores, hagamos algo por estos seres tan queridos para que su vida sea rescatada. Y por eso decimos que así fue Tepa en el Tiempo. Agradecemos sus comentarios jofloreso@prodigy.net.mx

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