Madres que rezan por sus hijos

Por el padre Miguel Ángel
Durante la guerra en Corea, un hombre fue gravemente herido en un campo de batalla.

Sus amigos estaban cubiertos en una cueva de zorros, como a 10 metros del lugar, cuando éste fue herido en una emboscada. Mientras el fuego continuaba, los otros hombres discutían entre ellos qué hacer. Pero como el fuego era intenso, era difícil seguir arrastrándose, y traer a su compañero herido, pues eso significaría la misma muerte.

Por un rato, nadie se movía. Los hombres que estaban en la cueva, podían escuchar a su compañero herido clamar por ayuda. Entonces, uno de los hombres que estaba en la cueva, empezó a mirar el reloj. No podía quitar la vista del mismo. Todos los demás lo notaron, y empezaron a preguntarle cosas, pero el soldado no dejaba de mirar el reloj, y permanecer en silencio.

De repente, el hombre del reloj saltó de la cueva, y se arrastró hasta donde estaba su compañero herido. Lo tomó por la solapa del uniforme, y de una manera lenta, empezó a regresar a la cueva, todo mientras el ataque era intenso a su alrededor.

Sorprendentemente ambos lograron llegar a la cueva del zorro sin ser heridos por bala alguna. Luego que el fuego cesara, le preguntaron al héroe que salvó a su compañero ¿por qué había esperado tanto tiempo para rescatar a su amigo? A lo cual el respondió:

-“Mi madre me dijo que a la misma hora exactamente, todos los días, ella estaría orando por mí. Y de acuerdo a mi reloj, dejé la cueva exactamente cuando ella empezó a orar.”

Cuántas madres de familia he encontrado durante mis años de sacerdote que se parecen a ésta que siempre rezaba por su hijo que andaba en la guerra.

A veces nos preguntamos ¿por qué me habrá cuidado Dios de este peligro? Y la respuesta es muy sencilla, porque hay una madre que reza por nosotros aquí en la tierra o allá en el cielo donde se han de encontrar tantas mamás buenas que ya han dejado esta tierra.

¡Seamos agradecidos con nuestras madres!

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