El burro que amaneció muerto

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


Un hombre adquirió un burro, y quien se lo vendió le previno de la cantidad de comida que tendría que procurarle diariamente. Pero el nuevo dueño del burro pensó que esa cantidad era excesiva y empezó a darle cada día menos, con la idea de que acabaría por acostumbrarlo. Tanto disminuyó la ración el hombre a su burro, que un día éste amaneció muerto. El hombre entonces se lamentó:

-¡Fatalidad! Si me hubiera dado un poco más de tiempo ante de morir, habría logrado que se habituara a no comer nada en absoluto.

Como ese hombre, proceden muchos jóvenes, que van dejando el alimento espiritual: la oración, la mediación de la palabra de Dios, el acudir a la Eucaristía. ¿Cómo quieren acostumbrarse a no tener ningún alimento para el espíritu y aún así, tener las bendiciones de Dios y los frutos del Espíritu Santo (amor, gozo y paz interior), si está su espíritu muerto?

Pero no solamente muchos jóvenes han ido disminuyendo en su empeño por la vida espiritual, sino también y con tristeza hay que reconocerlo, muchos papás y mamás han ido dejando las prácticas religiosas en el hogar como por ejemplo el Santo Rosario.

Hoy día, la televisión ocupa el centro de mayor interés en la vida familiar y por ese medio vemos partidos de futbol, noticias, películas sanas y divertidas, pero desafortunadamente existe también el peligro de programas no muy convenientes ni para chicos ni para grandes, por eso debemos estar muy alerta.

En el mes de las familias es necesario que volvamos a poner todo nuestro empeño para que no falte la vida de oración en cada hogar.

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