Pórtico

Ausentes

Y la miseria le pide a la pobreza

No sé por qué somos expertos en eso de buscar culpables, chivos expiatorios, responsables o irresponsables, sobre los males que padecemos los mexicanos (en este caso los alteños).

En algunas misas, el Sacerdote culpa de nuestros males a los medios de comunicación.

En el salón de clases, el Profe acusa a los padres de familia.

En casa, los papás señalan a los políticos.

En el gobierno, los políticos acusan a los delincuentes.

Entre los delincuentes, denuncian a la economía por no alcanzar a llevar el chivo a casa.

Entre los empresarios, la inseguridad provoca pérdidas e inestabilidad.

Entre los jóvenes, la culpa la tiene toda la sociedad porque no les da oportunidades, ni hay líderes, ni encuentran trabajo, ni los escuchan, ni hay esparcimiento…

Todos tenemos un motivo para culpar a otros de nuestros males: la economía, el rezago educativo, la falta de alumbrado, los robos, los abusos, etcétera.

Hace unos días platicaba con unos amigos sobre “la situación actual de nuestros jóvenes”. Ese tipo de charlas de café donde abordamos todos los temas, somos especialistas en todo y expertos en nada.

Concluíamos que, pese a que cualquier sector de la sociedad tiene una queja –justa o injusta-, en Los Altos de Jalisco estamos perdiendo la batalla histórica de atender a nuestros jóvenes. Y la estamos perdiendo –concluíamos-, porque los chavos de hoy no encuentran líderes a quién imitar.

No hay músicos, no hay empresarios, no hay políticos, no hay profesores, no hay pastores que convenzan a las mayorías. Hay, ciertamente, unos cuantos grupos que suman a otros cuantos y ya, con el aplauso de esos amigos basta para alcanzar la autorrealización; pero ¿y los demás grupos?, ¿los que no han sido invitados a pertenecer a estructura alguna?

En las últimas semanas ha sido ya recurrente la nota roja de las peleas campales en nuestros pueblos, con saldos sangrientos que tampoco provocan nada más que asombro o especulación sobre el oficio de los occisos o de sus agresores.

¿Cuántos muertos más debemos apostar para que le entremos de lleno a atender a nuestros jóvenes?, ¿Cuánto dinero más invertiremos en desintoxicar o “regenerar” a las juventudes extasiadas con esa gran gama de productos prohibidos por la ley que inhalan, fuman o toman?
Para quienes tenemos contacto permanente con los jóvenes en las universidades, nos queda claro que hoy, más que nunca, los “adultos” tenemos un grave reto por resolver: abrir las oportunidades para los chavos. Meterlos al tema de la “vocación”, sacar el dinero de los bancos y arriesgarlo un poco en generarles opciones de crecimiento a los jóvenes. Dedicarles un poco más de tiempo a cultivarlos.

Es bueno el reventón. Es bueno el baile masivo, es bueno el bar, pero no lo es todo.

Estamos –por voluntad o por omisión- echando a nuestros jóvenes a la perdición. No les estamos ofreciendo muchas opciones para que crezca su espíritu (y no me refiero a lo católico-cristiano).

Nuestros chavos se están acostumbrando a que les llegue el fin de semana para ponerse “bien pedos”, para irse al reventón. Pero los estamos dejando ahí, en ese mundo, en ese nivel. Nadie les está ofreciendo caminos diferentes para que, al amanecer de esa borrachera, tengan un compromiso, una obligación o una aspiración a la cual dedicarse en tanto se les baja la cruda del baile.

Todos nos extrañamos, nos escandalizamos de cuántos muertos y heridos han resultado de las guerras campales de Yahualica, de Arandas, de Tepa, pero pocos o nadie, estamos atendiendo a los gritos desesperados de nuestros chavos para saber qué quieren decirnos entre tanta estridencia que escupen.

Publicar un comentario

0 Comentarios