Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Cuentan que un joven llevó al célebre pintor Doré una imagen de Jesús que había pintado. El artista le dijo: ¿Sabes qué necesitas para poder llegar a hacer buenas pinturas acerca de Jesús? Necesitas amarlo mucho más. Mientras lo ames poco, tus cuadros serán siempre mediocres. No podremos entender a Jesús o ayudar a otros a que lo comprendan, mientras no lo amamemos con todo el corazón, con todo el alma y sobre todas las cosas. Así lo hicieron María, Magdalena y Juan.
SU PRIMERA VISITA nos imaginamos que habrá sido para su Santísima Madre, María.
Jesús, el hijo más agradecido y más cumplido del 4º mandamiento, después de su resurrección conserva todas las cualidades que tenía antes de morir. Por eso para Ella habrá sido el primer saludo de Resucitado, después de haber saludado desde la tierra al Padre que está en los cielos y haberle dado gracias por el milagro portentoso de resucitar gloriosamente su cuerpo.
Juan llega primero y Pedro llega enseguida y con su acostumbrada impetuosidad entra en el sepulcro, y lo observa todo. El sepulcro está vacío. Sólo ve allí en la cabecera las sábanas con que había sido envuelto Jesús, cuidadosamente dobladas.
LAS TRES MARIAS: Las últimas en retirarse del sepulcro el Viernes Santo, son las primeras en venir a visitarlo el domingo al amanecer. Ellas lo acompañaban en su vida de predicador, atendiendo al grupo de sus colaboradores: cocinándoles los alimentos, lavando la ropa, enseñando a los niños y a las mujeres y colaborando con sus bienes y sus trabajos para que todo el equipo apostólico pudiera ejercer con más facilidad su labor de adoctrinamiento de las gentes. María Salomé: la madre de Santiago y Juan. María, la madre de Tadeo y del otro Santiago. María Magdalena, de quien Jesús había echado siete demonios.
El Viernes no habían podio embalsamar el cadáver de Jesús, porque el Sábado, día de descanso, empezaba para ellos el viernes a las 6 de la tarde y desde esa hora estaba prohibido trabajar. Ahora el primer día de la semana, muy de madrugada, se vienen buscando una tienda abierta para conseguir las aromas y una vez compradas se van al sepulcro a embalsamar a Jesús. Pero tienen una preocupación: ellas no son capaces de mover solas la gran piedra de la entrada. No sabían que Pilato había sellado la piedra, con pena de muerte a quien rompiera los sellos de las cintas que la atravesaban. Tampoco sabían que hubiera guardias.
Apenas se han ido los apóstoles llegan las santas mujeres: las otras dos Marías, a las que Magdalena no fue capaz de esperar y se les adelantó a visitar la primera el sepulcro. Ellas ven los dos ángeles a lado y lado del sepulcro. Se asustan. Bajan la mirada. Pero ellos les dicen: “No hay que buscar entre los muertos al que está vivo. Decidle a los discípulos que lo verán en Galilea”.
Jesús resucitado los invita a viajar a Galilea para charlar allá tranquilamente con ellos durante estos 40 días anteriores a su Ascensión.
¿POR QUE EN GALILEA? Porqué allá los discípulos pueden estar tranquilos y sin sobresaltos. Judea está repleta de enemigos de Jesús. A cada momento pueden echarlos a la cárcel o asesinarlos. En cambio en Galilea estarán en paz: allí la gente aprecia inmensamente a Jesús y sus discípulos son muy estimados.
Antes de aparecerse a los demás apóstoles, Jesús se apareció a Pedro. Aquella mañana quedaba ratificada para siempre una amistad que si en la noche de las negaciones tuvo su punto más crítico, sin embargo nunca podría nadie jamás hacerla desaparecer, ni siquiera disminuir, Jesús, el Hijo de Dios, poderoso, siempre fiel y Pedro, la creatura débil e inconstante pero con un amor imperecedero, ahora multiplicado por mil al verse perdonado.
Jesús sigue siendo el mismo: siempre dispuesto a perdonar y a reanudar la amistad que nosotros hemos traicionado. Basta que sigamos las huellas de Pedro, el arrepentido: él le demostró a Cristo su desagravio; dedicándose a extender su religión y a propagar por todas partes su mensaje, Nuestro apostolado incansable será el sello que garantice nuestra reparación a las traiciones que a Cristo hicimos tantas veces.
LA PASCUA ES FIESTA DE ALEGRIA. La palabra que más repetimos en este tiempo es “ALELUYA” que significa: “Alabado sea Dios, bendito sea Dios”. Alelú Yavé, era la exclamación de los Israelistas cuando recibían una noticia que los inundaba de alegría: Aleluya”.
Jesús se aparece primero a dos grandes pecadores: Pedro y Magdalena. Para decirnos a nosotros pecadores arrepentidos: no recordaré que tal haya sido tu mala vida pasada: si quieres convertirte y ser mejor de hoy en adelante: será mi amigo para siempre.
0 Comentarios