Las consecuencias de la desorientación del hombre

V Parte

Por Oscar Maldonado Villalpando

Primera afectada, la familia

La problemática que se ha tratado aquí sobre la alteración del sujeto, de la persona y su facultad de conocer, la presión desbordada de los medios. La ambigüedad de los valores de la cultura y las consecuentes rupturas en el ser y la conducta del hombre, desembocan sobre la familia.

La jovencita “de hogar” que se siente con derecho a rechazar todo lo que venga de sus padres, que además se ha dado “la libertad” de hacer uso de sus facultades sexuales, (menor o mayor de edad) insiste en que sus padres la deben dejar hacer su vida. No encuentra ninguna razón para que su madre se angustie… Son cosas que de verdad llenan de pena nuestro ambiente. Y tantas otras situaciones en que los jóvenes se dañan a sí mismos.

Así lo explica el estudio del Pbro. José Sánchez Montes:

“5.- DESPRESTIGIO DE LA FAMILIA: Supra valoración del bienestar material.
La influencia de todos estos factores en la consideración del matrimonio y de la familia es inmensa. Ambas instituciones, al no ser atendidas desde sí mismas, quedan sumidas en la confusión.

Por una parte, está la persona con la que se comparte la vida como una esperanza; por otra, la idea de que es esclavizante e imposible comprometerse para siempre. Esto significa en definitiva la dificultad de creer en el amor.

En una sociedad en la que el ideal de vida es la independencia, las relaciones conyugales y familiares serían una pesada carga que quita libertad, causa de sufrimiento e infelicidad.
La incorporación femenina al mercado de trabajo supone, en muchos casos, trabajar todo el día fuera del hogar. Esto puede suponer para la mujer una elección de vida: renunciar a la maternidad o reducir al mínimo el número de hijos.

De modo práctico ocurre que la igualdad de condiciones laborales sólo es posible para la mujer que renuncie a la maternidad y a la familia.

El resultado de estas condiciones de vida es una escasa comunicación familiar. Existe una falta evidente del tiempo necesario para la convivencia en el hogar, con lo que se debilita la fuerza interna de las relaciones personales. Las cuestiones de fondo no se dialogan y se desliza sutilmente la auténtica convivencia familiar hacia una mera coexistencia pacífica que no dé problemas.

En vez de la presencia de los padres y su papel educador en su relación personal con los hijos, muchas veces quedan como educador principal los medios de comunicación, en especial la televisión.

6.- DESVALORIZACIÓN DE LA VIDA: El hijo como problema y no como esperanza.
La influencia del individualismo alcanza, en su nivel social, también a la valoración de la vida humana. Podemos constatar que el tema de la vida humana, cuando se debate en ámbitos sociales, se hace casi siempre con criterios utilitarios, de cálculo de bienes...

El nacimiento de un hijo se plantea como un problema social, como una carga económica que acarrea una serie de dificultades en el futuro, especialmente educativas.

Ya no se ve al hijo socialmente como una esperanza para el rejuvenecimiento social y como un don precioso para la familia.

Asistimos así a una verdadera presión social que se ejerce contra la familia numerosa. Vivimos en una sociedad, cada día más vieja y esclerótica, que tiene cada vez menos niños y jóvenes y, por tanto, menos futuro.

Hoy se vive una cultura anti-vida. Esta desvalorización social tiene una trágica consecuencia en la legislación de nuestro país.

Detrás de esta legislación vacilante, se halla una preferencia por la defensa de los pretendidos derechos de la libertad individual de los votantes por encima de la vida de los débiles, como los no nacidos, o, incluso, de la valoración de los minusválidos físicos y psíquicos.

Este ha sido el recorrido de nuestra mirada a una sociedad que ha suprimido a Dios del horizonte existencial”

Hoy como en el origen del hombre, este es el resultado es la rebeldía del hombre al plan de Dios. En esta encrucijada de nuestra historia, Aparecida, por la voz del Pastor Supremo, nos avisa: “Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de "realidad" y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas” Benedicto XVI, discurso inaugural de Aparecida.

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