La historia del zapatero

Por el padre Miguel Ángel

Érase una vez un zapatero ya muy anciano y muy cansado. Deseaba morir para ir con el Señor y deseaba también que el Señor lo visitara en su tienda.

Un día mientras rezaba oyó una voz que le dijo: Mañana iré a tu tienda. Se puso a trabajar más que feliz que nunca pero no pasó nada en especial. Al rato entró una señora quejándose de unos niños que la insultaban y le robaban parte de la compra.

El zapatero habló con ellos y prometieron no hacerlo más. Más tarde entró un forastero preguntando por una dirección y lo acompañó hasta el lugar indicado. Luego entró una niña que tenía el padre enfermo y juntos se fueron en busca de un médico para que lo visitara. Poco antes de cerrar la tienda llegó un mendigo que quería comer y lo llevó a la carreta de tacos y le pagó la cena. Cerró su tienda y se dijo, el Señor no ha venido a verme.

Ya en casa antes de acostarse oró diciendo: “Señor, he estado muy ocupado, hoy, espero no hayas venido a visitare mientras estaba fuera. Y una voz dijo: “Vine a visitarte en cada persona que ayudaste. Se que disfrutaste con mi presencia. Estoy muy contento del buen trato que me diste”… “Si el mundo los aborrece a ustedes, sepan que me aborreció a mí, primero que a ustedes”. Estamos bien advertidos. No tenemos por qué extrañarnos de ser rechazados.

La conducta del cristiano, en el mundo, debería ser una conducta original que no adquiere todo su sentido más que para el que tiene Fe. Nada de extraño, pues que muchos hombres rechacen a los cristianos. La fe del Cristiano, dicen que es oscurantismo…La castidad del cristiano, de la cristiana, una anomalía… El perdón de las injurias, el amor de los enemigos, una debilidad…La oración el amor de Dios, son actitudes ineficaces y desusadas.

 “Si el mundo no los comprende, sepan que tampoco me ha comprendido a mi”. No solamente hay que poner empeño en recibir a los personas que busquen algún servicio de nuestra parte, sino que es muy importante el modo como las atendemos. Porque no es lo mismo que las atendemos con desgano y hasta con malos tratos a que por el contrario nos esforcemos en ser amables y pongamos mucho corazón en servir a los demás, pues Jesucristo nos dirá al final de nuestra vida: “Ven a gozar en el cielo, porque el bien que hiciste a otros, me lo hiciste a mi”.

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