Un ladrillazo al carro nuevo

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Hace unos años un joven profesional circulaba por una calle de Lagos. Iba orgulloso en su flamante automóvil recién estrenado. De repente vio un niño entre dos coches. Y cuando pasaba a su lado un ladrillo se estrelló contra la puerta de su nuevo coche. Frenó y salió furioso. Tomó al niño y comenzó a gritarle todo tipo de amenazas. "Perdone señor, -decía el niño- no sabía qué hacer y le tiré el ladrillo porque nadie paraba".

El niño lloraba desconsoladamente mientras señalaba el suelo. "Es mi hermano; se ha caído de la silla de ruedas y no lo puedo levantar. ¿Me podría ayudar?" El joven lo levantó y lo sentó en su silla de ruedas. El ejecutivo montó en su auto y nunca lo arregló. El impacto del ladrillo le recordaría siempre a no viajar tan rápido y a que le tuviesen que tirar un ladrillo para prestar ayuda al caído en el camino de la vida. ¿Cuántos ladrillos nos tienen que tirar a nosotros para frenar nuestro ritmo y ver a los hermanos caídos? Nosotros no nos queremos manchar las manos.

No queremos denunciar el mal. No queremos correr riesgo y seguimos hacia delante. Aquél joven, ese día, recibió la pedrada no en el coche, sino en el corazón y lloró con el niño y sanó una vida humana con un sencillo gesto. El evangelio de Marcos es el Evangelio de las piedras que lanzan a Jesús los necesitados. Jesús frena, se detiene y levanta a los caídos. Marcos nos narra un día cualquiera de la vida de Jesús, un sábado cualquiera. Por la mañana en la casa de oración: proclama la palabra, enseña con autoridad y actúa con poder expulsando un espíritu malo.

A mediodía; de la casa de oración a la casa de Simón. Curación y comida. Al atardecer: servicio de sanación. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se fue a un lugar solitario y se puso a orar. Así serían la mayoría de los días de Jesús. Pero detengámonos hoy en este momento a pensar no en nuestros problemas y preocupaciones, sino en los hermanos y en el tantas ocasiones en las que ellos nos han pedido una pequeña ayuda y se la hemos negado.

Y sobre todo en lo que vamos a hacer hoy por servirles. En la cuaresma se nos invita no solamente a que hagamos penitencia para purificarnos de nuestros vicios y pecados, sino que además hay una fuerte invitación para que practiquemos la caridad con los más necesitados. Nadie es tan pobre, tan pobre que no pueda compartir algo con otra persona pero sobre todo más que compartir cosas, hay que saber ofrecer nuestra persona y nuestro tiempo en servicio de los demás.

Ah, y no olvidemos “Que nuestra mano izquierda no sepa lo que hace nuestra mano derecha”. Es decir, hay que hacer las caridades por Dios no por quedar bien.

Publicar un comentario

0 Comentarios