A las carnitas...

Siempre fui tanteado: El Che

+ Por parecerse a su hermano
es que lleva ese sobrenombre


+ Estaba en la orilla del pueblo
y aún así lo seguía la gente

Por Flavia Mariela

A poco tiempo de haber llegado a Tepa, con mi familia política fuimos a comer carnitas. Habían pasado algunos días en que no había probado carne y como me gusta la de cerdo, sí estaba un poco ansiosa, pero la primera impresión no fue muy buena, porque este platillo, las carnitas, tenía que comerlo con las manos y la verdad que mucho no me agradaba la idea; además, al lugar al que fui me dieron la Coca Cola en una botella… así, ¡menos!

Ya me acostumbré a todo eso y hoy las carnitas, lejos de ser el producto por el que Tepa fue conocido en el país, es una de mis comidas favoritas, y aunque extrañe las baguettes, el pan francés o el pan miñón (mignon), no hay como las carnitas con tortillas “calientitas”.

Y qué mejor, para mí, es muy personal esto, que las carnitas de El Che. Mmm… cómo decían antes en Argentina: ¡de re chupete!

Pero ¿quién es El Che? ¿Por qué lo llaman así? ¿Cuándo comenzó con esto de las carnitas?

Y quién mejor que el mismo Che, don Rafael Ortíz, que nos cuente su historia, que a sus ochenta y tantos años recuerda muy bien la mayoría de los detalles, otros no tanto pero es comprensible. A pesar de todo, fue muy amable conmigo y con traductor de por medio, su hijo José Luis porque su papá ya no oye muy bien, esto fue lo que nos contó, como siempre, en tono de plática.

Sus maestros

¿En qué año comenzó con lo de las carnitas?
“No recuerdo bien la fecha” dijo El Che y automáticamente su hijo José Luis recordó que fue en junio del 62.

¿Estaban en este mismo lugar?
“Estuvimos siempre en la pura esquina, fuimos ampliando poco a poco, se llamaba La Perla. Ahí fue donde empezamos a hacer carnitas.

¿Quién abrió el negocio? ¿Usted solo?
Bueno, ya estaba yo casado pero mi esposa siempre estuvo en la casa, fui yo solo. Empecé solo hasta que empezaron a ayudarme ellos (sus hijos) los levantaba desde las cinco de la mañana para que me ayudaran y se enseñaran.

Me ayudaban en la mañana y a la tarde se iban a la escuela, salieron de la primaria, la secundaria… hasta la universidad, veinte años sin descansar para que ellos estudiaran, no tenía quién me ayudara más que los empleados. Ellos me ayudaban luego los sábados y domingos cuando no tenían escuela.

¿Cuántos kilos de carnitas llegó a vender?
“De recién vendía 6 ó 7 kilos, ya cuando se desarrolló se vendían hasta 200 kilos por día, en aquel tiempo se vendían muchas carnitas, ahora no”.

Hasta ese momento sólo respondía a mis preguntas pero bastó con que le preguntara que de dónde había sacado la receta para que comenzara con su historia, desde sus comienzos.

“Yo empecé a trabajar aquí con patrones, cuando tenía diez años” contaba El Che, y mientras él miraba hacia un punto fijo, buscando en los recuerdos los detalles, su hijo José Luis me explica que su papá quedó huérfano de padre y madre a los siete años.

“Y duré 18 años con ellos trabajando, y ahí había un maestro y yo como era chico, me utilizaba más en los mandados que en el trabajo porque no podía, era muy chico. Entonces me agarró buena voluntad porque me vio seguramente porque le hacía bien los mandados.

Fui creciendo y ya que estaba más grande, como de 14 años me dijo: ‘te voy a enseñar a trabajar pero nada más a ti’ porque era un maestro que se encargaba de todo. Y había más trabajadores pero como él me manejaba desde chico… me dijo: ‘te voy enseñar pero nada más a ti porque esas cosas no es fácil hacerlas’. Y no quería enseñar a nadie más porque al ratito todos van a saber y pues no, me van a sacar el trabajo. Ta bueno, le dije.

Me enseñó desde matar cerdos hasta hacer chorizos, longanizas… pero en ese tiempo no había maquinarias, todo se hacía rústico y el cerdo era distinto, era un cerdo corriente de mucha grasa.

Al tiempo los patrones me pusieron, ya que podía trabajar más o menos, me puse a acarrear carne en canastas, entonces ya había obradores. Llegaban del rancho con sus puercos y se los mataban a maquila y de ahí se vendían a las carnicerías la carne, la manteca…

Pero yo empecé a ver en los obradores cómo mataban y ahí me enseñé también, empecé a agarrar experiencia.


¿Cómo se llamaba su maestro?
El Che nomás me miraba porque seguramente no entendía lo que le preguntaba pero su hijo intervino nuevamente y le preguntó que con quién empezó a trabajar y ya comprendiendo, El Che continuó:

“Empecé a trabajar con Rafael Martínez, apodado El Pigüe, ahí me daban el alimento, no me pagaban pero me daban alimentos, allí dormía, me daban para vestirme, me compraban ropa… ¡como hijo, vaya!
Yo fui de confianza porque casi que allí me crié, duré trabajando mucho tiempo y me veían como de la familia.

Soldado voluntario

Ya tenía yo 17, 18 años y me agarraron para el servicio militar. Yo no me escondí, muchos se escondían y corrían, o los padres pagaban dinero para que no se los llevaran, yo no. Me agarraron y me llevaron a México.

Allá di mi servicio. Primero fuimos a Guadalajara y de ahí a México, el ejército nos recibió y como a los tres meses me llamaron: ‘Fulano de tal, te vas a ir a tu pueblo’. Ellos (el ejército) estuvieron investigando y no aparecía mi acta de nacimiento en ningún lado y no podían comprobar mi edad entonces podía volver aquí. Pero como iban a seguir buscando, si encontraban mi acta entonces debía volver.

‘No, mire, ya estoy aquí y mejor doy mi servicio’ les dije. –Ah, ¿de voluntario?, sí. Entonces todavía vivía una abuela mía allá y le mandé una carta para preguntarle si tenía un acta. Y ya me contestó pero tampoco recordaba la fecha exacta y me dio una aproximada y así más o menos me pusieron una fecha de nacimiento.
Un teniente de la compañía donde yo estaba que también me vio muy bien en el ejército, vio que nadie me escribía pero era porque no tenía papás. Me dijo: ‘oye, tú ¿por qué no te llegan cartas?’

Ya le platiqué mi historia y de vez en cuando me escribía mi patrón pero no me mandaba dinero, en ese entonces nos daban 3 pesos pero se necesitaba para comprar grasa para los zapatos y muchas cosas. El teniente ese me daba dinero, también me utilizó para los mandados.

Luego de volver de un simulacro a la sierra de Guerrero, en aquel tiempo Acapulco era un pueblito al que se alcanzaba a ver a lo lejos desde la montaña donde estaba, el teniente me preguntó si me gustaba el ejército y si quería seguirle. – Sí, por qué no, le dije.

Allí se disciplina uno, yo ya sabía leer, escribir, poco. Mandó a llamar al profesor de mi grupo de analfabetos y le preguntó que cómo iba yo. – No, de los mejores, es de los más adelantados, le dijo. - Pues quiero que lo prepares muy bien, le dijo el teniente al maestro.

Ya me dieron clases especiales para el ejército y antes de salir me hicieron un examen para sargento de línea y lo pasé.

Desertor

Y me dieron 3 meses para presentarme, máximo 4. Ya me vine aquí y me decían ‘¿qué vas a hacer de soldado?’ y me desanimaron. Total que pasó el tiempo y no me presenté. Al poquito empezaron a llegar cartas del ejército y mi patrón me dijo que si no quería seguir y yo sabía lo que se me venía como desertor y eso tenía pena.

Mi patrón dijo: mejor vete, te vamos a dar dinero, vete para Estados Unidos. Me dieron dinero, duré un año allá y volví. Todavía seguí con mis patrones, me fui de nuevo para California como tres años y volví de nuevo.

Como me casé, les dije a mis patrones que quería trabajar por mi cuenta y ellos no se opusieron. Y así fue. Pero yo ya traía dinero para poner un negocio. Así fue como empecé”.

Nuevamente encontramos un personaje de esta ciudad que a pesar de todo, con esfuerzo y trabajo logra sus metas y se supera.

¿Y cómo fue que lo apodaron El Che?
El apodo ese me vine… ahí le va. Yo tenía un hermano, que vivía en Estados Unidos, se llamaba José. Cuando entré a trabajar con mis patrones él ya estaba allí, era mayor por cuatro años.

Total que había un trabajador ahí, pariente de los patrones. Mi hermano y yo éramos muy parecidos y me decían José porque me parecía. “Los dos Ches”, los dos José. Entonces un día nos juntó a mí y a mi hermano y les dijo a todos, a los patrones, al maestro y a los empleados: ¿saben qué? Cuando lo llamen a José le vamos a decir José pero cuando llamen a este le vamos a decir “Che”.

Desde entonces la gente me conocía por El Che.

Y cuando me puse aquí (en su propio negocio) la gente no me conocía por mi nombre nomás por El Che, y desde el centro me mandaban gentes para acá porque los del sitio (de taxis) me conocían muy bien desde antes de poner mi negocio porque como a las 5 de la mañana iba a vender jugos a ellos que se pasaban toda la noche.

Ya cuando me puse aquí ellos me mandaban clientes ‘Vayan con El Che, allá están mejor las carnitas que en el centro’ les decían. Para este lado ya era la orilla y no había pavimento y cuando pude darle una reformadita a este lugar mandé a hacer un letrero luminoso que decía El Che.

Luego la entrada a la ciudad era por la Calle Real (Hidalgo), la entrada y salida, y con el tiempo la salida era por aquí (Esparza). Pasaban Camiones de Los Altos, La Alteña y se paraban allá pero los del sitio, como amigos los mandaban para acá.

Así empecé y se vendía mucho, mucho, mucho. Dios me socorrió.

Todos mis muchachos se enseñaron, empecé a crecer mis negocios. Tuve un restaurant, cuando se abrió una gasolinera para acá para la salida, el señor que me conocía bien me dijo: ya te hice un local acá para que pongas tu negocio, y luego tuve otro restaurant en otra gasolinera en la entrada que le decía El Carruaje. Tenía dos.

Después empecé a matar mucho cerdo y vendía carne en pierna y jamones y todo eso por fuera. Le llegué a vender a El Torito en Guadalajara, y a Reynoso en Jalos.

Al poquito pusieron una empacadora de Guadalajara aquí que al tiempo se presentó en quiebra, tenía maquinaria buena y yo no, tenía máquinas rústicas que compraba de a poquito.

Yo siempre fui tanteado

Total que cerraron y nadie les compraba la empacadora y empezaron a vender las máquinas y fui a ver qué podía comprar y el encargado que me conocía me dijo: te voy a vender la empacadora.

No, yo no. ¡Para qué quiero! Tenía hasta obrador, todo automático. No, no, no, yo no puedo, le dije. – No, tu vas para arriba, ya puedes trabajar, me das una parte y lo demás te lo fío… me decía.

Pero yo ya tenía mucho crédito en el Banco Industrial y le pregunté que cuánto valía y me dijo que me lo iba a dar en 6 millones. Le dije que no y siguió insistiendo hasta que le dije bueno, total se vale ofrecer ¿no? Y ya le dije las condiciones, yo para hacer contrato te voy a dar un millón y lo demás me lo fías cuatro meses.

No creía que me lo fuera dejar pero sí aceptó, no fue fácil, no quería pero ya al salir aceptó, caminamos y al llegar a la esquina con Cayetano (Casillas) fuimos a hacer el contrato luego luego. Creo que hasta Cayetano se asustó. ‘Está bien mi Che, a ver cómo le va’ me dijo. Pues, sí, ni modo, ya hablé.

Pero estaba apoyado por el banco, hicimos el contrato y en el banco lo vio el gerente y me prestaron el dinero la misma semana. Antes era más fácil…

Pues a ver cómo me va, dije.

Se curó la mujer
yendo a Israel

¿Cuántos años duró con la empacadora?
“También se llamaba El Che, desde la primera que tuve más esta nueva duré en total como 25 años. Yo repartía por todos lados, por Guadalajara, Aguascalientes, Guanajuato, San Luis, donde quiera, hubo un tiempo que manejé hasta 100 empleados, 20 años sin descansar.

Ahorita todos están trabajando, pero después de que salieron de la escuela, el primero que salió fue Armando, lo siguió Roberto y después él (José Luis). Y un año antes de que saliera Armando se me mató un hijo y mi señora no quería salir de la casa, antes nos íbamos al mar y a mi señora se le grabó mucho él porque era muy apegado con su mamá.

Les dije a mis muchachos, que a dónde podía sacar a Lupe, así se llama mi esposa porque estaba nerviosa, había veces cuando llegaba a comer y estaba llorosa por su hijo. Y ya mis hijos buscaron una salida, un tour y se juntaron Armando y Roberto y me dijeron que la sacara a Europa. Ah, ta bueno, les dije.
Y fue así que pude sacarla, pero me dijo que con una condición, que la llevara a Israel para conocer donde nació Jesúcristo. De ahí para adelante se destraumó, le hizo bien”.

Inmediatamente El Che señaló unas fotos que están en el restaurante: “Ahí están las fotos de Europa, mire” me dijo, “ahí estamos con el Papa en su casa”, continuó y empezó a relatarme otra pequeña historia.

“Fuimos a Europa dos veces más. La segunda vez compramos el tour en Guadalajara en una agencia y de esa misma agencia salió tiempo después un tour nuevamente para llevar a la Virgen de Zapopan a Israel y nos invitaron, mi señora aceptó. Llegamos y fuimos a la casa del Papa, allí se ofició una misa y luego partimos para Israel. Fuimos, la llevamos, se instaló frente al Mar de Galilea en un templecito. Y ya nos venimos, fue la última vez que fuimos. De Tepa fuimos nada más nosotros. De Guadalajara fueron otras personas, dos obispos y como cuatro o cinco padres. Ya le digo la historia”.

Cero problemas

¿Y quién continúa en este negocio?
Luego de una enfermedad, a El Che su médico le aconsejó que si tenía algo se deshiciera de eso porque nomás los problemas harían que empeorara. Mandó a valuar sus bienes y que se dividieran en tantas partes más o menos del mismo valor y lo repartió entre sus hijos y una parte para sí mismo, según él, y les dijo a ellos: “Saben qué? Ahí tienen para que cada quien trabaje con su familia y ya”.

“Luego de una embolia quedé sordo y como no podía atender a la gente por la sordera me traje a José Luis para que me ayudara. Duró dos años trabajando como empleado y como vi que trabajaba bien, sabía hacer de todo le dije que se quedara con el lugar y nomás se encargara de darle dinero a su mamá para comer. Lo primero que yo vi fue que no fallaba y está todavía hasta la fecha hace 13 años”.

El restaurant de carnitas El Che, es administrado ahora también por su nieto, José Luis, siendo entonces la tercera generación al frente.

A punto de cumplir 83 años, Rafael Ortiz “El Che” sigue trabajando con pico y pala en su rancho. Allá se pasa su vida.

“Yo no me meto con nadie porque el médico me dijo: cero problemas”.

Un saludo a Zamora

Yo a Arturo Zamora lo conozco desde hace mucho. El trabajaba en Lagos de Moreno en el Ministerio Público y cuando pasaba por Tepa llegaba aquí conmigo a las carnitas. Después lo cambiaron a la penal a Puente Grande pero cada vez que podía llegaba a Tepa nomás para saludarme y comer carnitas.

Zamora siempre me dio tarjetas de cada lugar donde trabajaba; yo las tenía todas con una liga en la bolsa de la camisa, pero un día se me perdieron o me las robaron y ya no las tengo.

El licenciado Zamora incluso cuando era alcalde de Zapopan seguía viniendo para acá, me buscaba y si no me encontraba me dejaba saludos con mis empleados.

Ahora sigue viniendo a Tepa pero más bien a los mitotes esos políticos que sabe haber acá; yo quisiera saludarlo pero ya no me ha tocado verlo, así que si alguien lo ve me gustaría encargarle que me lo salude de mi parte, el Che, el de las carnitas.


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