¿Tú vas a misa?

Por el padre Miguel Ángel
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El pintor Giovanni Belline tiene un cuadro, que está ahora en el Museo Capodimonte en Nápoles, que nos muestra la figura de Cristo transfigurado ante sus discípulos. El Salvador resplandece en medio de la escena, flanqueado por Moisés y Elías, con los discípulos a sus pies.

Pero toda la naturaleza se diría que despierta como atraída por la blancura de la túnica del transfigurado: montañas y valles, prados y flores, animalillos y personas humanas que en la perspectiva aparecen encaminándose hacia sus respectivos trabajos. Todo está iluminado por la luz de Cristo.

Como San Francisco, cuando contemplaba la maravilla de la Umbría, región donde vivía, desde la terracita de San Damián y componía su himno al hermano sol. Contemplar la naturaleza, sobre todo la persona humana, con la mirada penetrada de Dios.

Mirar al mundo con la mirada de los Santos. Quien reza no encuentra tan malos a los demás. Cada vez que salimos de misa debiéramos mirar las cosas y sobre todo las personas, con una mirada nueva. Como los discípulos al bajar de la montaña del Tabor.

Los discípulos en la cima de aquella montaña se desprendieron de sus envidias pero no prescindieron de los problemas de la vida, problemas penetrados de la tragedia que se les venía encima. Esto es, la plegaria no consiste en desentenderse de los problemas de la vida, sino que proyecta sobre ellos una luz nueva.

¿Acaso no os ha pasado, que ante una dificultad aparentemente insalvable, después de retiraros a rezar unos momentos, habeís encontrado una luz que os ayudado a superar aquella oscuridad? La oración nos abre unos ojos nuevos para empezar a describir el rostro escondido de Dios en este nuestro mundo.

Hace dos semanas escuchamos en la Santa Misa este evangelio de la transfiguración de Jesucristo en el monte Tabor y en cada misa vamos encontrando muchas enseñanzas que nos ayudan a ser mejores cristianos y mejores ciudadanos.

Desafortunadamente hay personas que ya no van cada domingo a misa, sino que se dejan llevar por la flojera y prefieren entretenerse en otras cosas. No hay que olvidar que el tercer mandamiento de la ley de Dios nos pide que santifiquemos las fiestas, no porque Dios necesite de nosotros, sino porque nosotros necesitamos de Dios, Cada domingo es la fiesta semanal que nos recuerda la Resurección de Jesucristo y la forma de celebrarlo es participando en la Santa Misa y dedicando el resto a hacer buenas obras. Ojalá que pongamos más empeño en todo esto.

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