Agua…da




La saliva y las lágrimas no sacian la sed 

Uno de los más graves errores que han venido cometiendo los tecnócratas al llegar a las administraciones públicas es creer que el pueblo es una masa insensata, reactiva y convenenciera.

En esa perspectiva, la gran mayoría de quienes ostentan cargo público, supone que la utilización de nuevas tecnologías de información, por defecto, convencerá  a “las masas” y que, por el simple hecho de verter un discurso “en la red”, se  ha propalado una verdad auténtica, indiscutible e irrefutable. Eso creen los tecnócratas. Esos que suponen que las tecnologías imponen todo, hasta la verdad.

Y bueno, en realidad si se tiene una gran influencia a través de la tecnología.
Ahora hay más información, a través de celulares inteligentes, tabletas y pantallas alta definición. Sí, hay mucha más información, pero no necesariamente más comunicación.
Hoy es más fácil hacer un boletín y armar campañas de difusión. Basta un computador, un programa afamado y una idea “innovadora”. Con esos elementos, los políticos actuales creen que ya pueden dominar el mundo. Se lanzan en su Rocinante, sin saber a ciencia cierta si van contra los Molinos, contra Dulcinea o contra contra “sus rucios”.

Lo peor de estas super-extra-ultra chidísimas ideas de algunos tecnócratas es que, para cuando encuentran la cordura, sus historias de Quijotes se acercan a sus últimas hojas.
La reflexión viene a colación por el fracaso que ha tenido la autoridad en el tema del cuidado del agua en la ciudad de Tepatitlán.

Por un lado, se lanzó  con bombo y platillo, con mucho ruido y más tecnología, el éxito de “haber firmado” el acueducto, “que traerá agua para los próximo 25 o 30 años” según el spot que aún se encuentra en la página oficial de internet. Bien, esa fue una histórica decisión, con sustancial esfuerzo de la alcaldesa. (Aplausos).

Por otro lado, hace dos semanas se lanzó, con menos bombos y uno que otro platillo, la alerta, alarma, alarido, de que ya nos acabamos el agua de la presa de El Jihuite y que, por decreto, vía un boletín, ya no habrá más que cerrar las llaves de agua y elevar plegarias al Creador a fin de que llueva pronto y nos llene de un santiamén esa cuarentona presa.
Y al paso de los días, ni las firmas de los contratos ni los boletines, ni los anuncios en la tele y en los medios, nos han permitido tener más agua.

Alguien creyó  y le hizo creer a la máxima voz municipal, que la sequía se paliaría con anuncios, con desplegados en prensa, con culpas al mal temporal.

Ahora, que apenas comienza a retirarse el invierno, hemos caído en la cuenta que, el tema de fondo, con el agua, es administrar el líquido, planear y aplicar una estrategia que permita distribuir mejor el agua y resuelva el tema con miras de largo plazo, no pensando en julio próximo.

Y es, justamente este escenario apolalíptico por la escasez de agua en algunas colonias y barrios de la ciudad, lo que podría, paradójicamente, aguadarle los planes de promoción electoral a quien hasta esta semana despachará en el edificio de Hidalgo y Santos Romo…

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