+ Espíritu Santo, sus
dones y sus frutos
Por Oscar Maldonado Villalpando
Tema poco conocido en su significado
profundo, sin embargo es la fuerza que anima la obra de Cristo en su Iglesia y
en el mundo. Vivimos el tiempo, la época del Espíritu Santo, en él se
encuentran los recursos para que crezca la obra inaugurada por Cristo.
No nos explicamos por qué el mundo va por
caminos equivocados en muchos aspectos, o por qué la persona tiene tantas
dificultades para llevar una vida recta dominando las tentaciones, las propias
pasiones. El Espíritu Santo proporciona los dones para impulsar al bien,
mostrando a la inteligencia las cosas buenas e impulsando a la voluntad para
realizarlas.
Estos son los siete dones que enriquecen
la vida del cristiano.
Don de Ciencia, es la luz invocada por el
cristiano para sostener la fe de su bautismo.
Don de Consejo, consiste en saber decidir
con acierto, aconsejar a los otros sobre la voluntad de Dios.
Don de Fortaleza, ayuda a la
perseverancia en las buenas obras, en la vida recta.
Don de Inteligencia, lleva al camino de
la contemplación, una oración superior.
Don de Piedad, ayuda a que el corazón sea
fervoroso.
Don de Sabiduría, sirve para contemplar
en todas las cosas la mano de Dios.
Don de Temor de Dios, libra del propio
orgullo, da primacía a la misericordia de Dios.
Estos dones emanan de la plenitud de
Cristo, salvador y completan y llevan a su perfección las virtudes. Hacen a los
fieles dóciles a las inspiraciones divinas.
Quien se abre al Espíritu Santo
manifiesta los siguientes frutos, son perfecciones que suscita el Espíritu
Santo en sus fieles y ya son primicias de la vida eterna. Son Doce:
Caridad, gozo, paz, paciencia,
longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y
castidad.
En algunos pasajes del Evangelio se
menciona el pecado contra el Espíritu Santo y se dice que son estos:
Desesperar de la misericordia de Dios.
Presunción de
salvarse sin ningún mérito.
La impugnación de la verdad
conocida.
La envidia de los bienes espirituales del
prójimo.
La obstinación en el pecado.
La impenitencia
final.
Es bueno recordar estas hermosas
verdades, además el día de Pentecostés la Iglesia proclama este himno:
SECUENCIA:
Ven, Espíritu Santo,
y envíanos desde el cielo
tu luz para iluminarnos.
Ven ya, Padre de los pobres,
luz que penetra en las almas,
dador de todos los dones.
Fuente de todo consuelo,
amable huésped del alma,
paz en las horas de duelo.
Eres pausa en el trabajo;
brisa en un clima de fuego;
consuelo, en medio del llanto.
Ven luz santificadora,
entra en el fondo del alma
de todos los que te adoran.
Sin tu inspiración divina
los hombres nada podemos
y el pecado nos domina.
Lava nuestras inmundicias,
fecunda nuestros desiertos
y cura nuestras heridas.
Doblega nuestra soberbia,
calienta nuestra frialdad,
endereza nuestras sendas.
Concede a aquellos que ponen
en ti su fe y su confianza
tus siete sagrados dones.
Danos virtudes y méritos,
danos una buena muerte
y contigo el gozo eterno. Amén.
Mucho aprovecha recordar estos elementos
que enriquecen la vida humana, que son la ayuda que Dios brinda al hombre para
que viva bien; auxilian para descubrir su voluntad en la propia vida y actuar
en forma consecuente.
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