Por Oscar Maldonado Villalpando
Mensaje del Obispo de San Juan:
El tiempo es inexorable, pasa velozmente,
pero el tiempo es el mismo, las personas son las que vamos a nuestro destino.
Vienen las fechas del fin de año, se acerca la Navidad. El señor obispo don
Felipe Salazar Villagrana, envía este mensaje, que trata de iluminar las
situaciones en que viven los feligreses.
“Saludo con amor de pastor a toda la
familia diocesana. Después de saludarlos cordialmente, deseo que
tengan un Adviento bendecido por Dios. Este tiempo nos invita a la oración, a
la escucha de la Palabra de Dios y a adorar el misterio de su nacimiento, para
que la luz de Cristo brille en nosotros con su amor.
Aparecida nos ha recordado que somos discípulos-misioneros
(DA 19), porque hemos recibido un mensaje: “No teman. Miren, les doy una Buena
Noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2,10). La certeza de la
venida de Jesús nos invita en primer lugar a recibirlo con fe, y adorarlo como
hicieron los pastores; y al mismo tiempo nos mueve también a nosotros a
anunciarlo a los demás. Si su “visita” es tan cercana, y reconocemos que Él
viene a nosotros y está muy cerca en cada momento de nuestra vida; también
nosotros debemos acercarnos a los demás, y salir a anunciar su presencia, y
ayudarnos a ver el mundo con una mirada nueva. La Navidad no es solo el deseo
de paz, sino el poder vivir esa paz en la familia y en la sociedad, porque “un
Niño nos ha nacido” (Is 9,5).
Sin embargo, a la paz que anuncia la
Navidad, se ve hoy, en nuestro Pueblo, ensombrecida por la violencia y la
inseguridad que padecen muchos por varias razones, entre ellas: el olvido de
Dios, la falta de amor y de un trato más humano. Otra de las causas centrales
de esta situación de fragilidad que vivimos está en la cultura relativista que
se ha impuesto, ésta contribuye a encerrarnos en el egoísmo, nos hace
indolentes ante el sufrimiento de los demás, o nos acostumbra a la injusticia.
También se experimenta un desprecio por la vida, aún desde el seno materno. En
el fondo se trata de una crisis moral, porque constatamos que se han debilitado
valores fundamentales de la vida en familia, y de la convivencia social; que a
la vez llevan consigo un debilitamiento de la vida religiosa, porque olvidamos
que en Dios somos hermanos.
Por ello, recordemos lo que nos dice el
Santo Padre: “Dios no es del todo invisible para nosotros, no ha quedado fuera
de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero...y este amor de Dios ha
aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues Dios envió al mundo a su
Hijo único para que vivamos por medio de él (1Jn 4,9)” (DeC, 17). La fe ilumina
todo con una nueva luz, y manifiesta el plan divino sobre toda la vocación del
hombre. Por ello nos orienta hacia soluciones plenamente humanas (cf. GS 11).Es
la luz de Cristo, que nace en Navidad, la que ilumina, y nos permite ver y
obrar con la claridad de la verdad y del amor. Su venida nos invita a confiar
más en Dios, y nos ayuda a compartir los dones recibidos, ya que necesitamos
que Él llegue a todos con su mensaje de esperanza. Recordemos que no hay
Navidad sin Jesús.
Recordemos lo que nos dice Aparecida:
“los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de
quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la
vocación humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para
aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y la plenitud de la vida. Y
necesitamos, al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al
corazón de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de
la vida humana que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios
de comunicación podrán proporcionarle” (DA 41).
En el Adviento, podemos crecer en la fe.
La preparación exterior de la que hablamos, requiere al mismo tiempo entrar en
comunión con Dios; necesitamos una vez más su gracia; y por eso estamos
invitados a acercarnos al Sacramento de la Reconciliación y a la Eucaristía y
beneficiarnos durante todo el “Año de la Fe” de la Indulgencia plenaria en
favor nuestro y de los fieles difuntos.
Pidiendo la protección y la guía de la
Santísima Virgen de Guadalupe, la elegida del Señor, de quien nace el autor de
la vida, me encomiendo a sus oraciones y les deseo un Adviento y una Navidad
llena de esperanza. ¡Feliz Navidad!
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