Un río se desbordó



Por el padre Miguel Ángel Pérez Magaña

En una ciudad de Francia, el día 14 de septiembre de 1226 se desbordó un río convirtiendo la ciudad en un inmenso lago.
En medio de una gran consternación de todos sus habitantes, se acordaron de que en una pequeña capilla estaba expuesto solemnemente el Santísimo Sacramento, y determinaron salvarlo de aquella gran inundación, pues el nivel de las aguas alcanzaba más de un metro.
Los hombres más valientes se embarcaron en un bote y se dirigieron hace aquella pequeña capilla. Al entrar advirtieron con asombro que estaba repitiendo el prodigio del Mar Rojo y del Río Jordán, pues las aguas formaban un muro a derecha e izquierda del altar y quedaba libre le paso hasta el lugar donde se encontraba el Santísimo Sacramento.
Corrió por la ciudad la noticia de ese acontecimiento tan singular, que inmediatamente acudió un inmenso gentío para presenciar el milagro.
El mismo Rey Luis VII, padre de San Luis Rey de Francia que se encontraba en la ciudad, quiso también ser testigo de aquel prodigio.
Como un recuerdo permanente de aquel acontecimiento, el Papa les concedió que en dicha capilla se tuviera la exposición cotidiana y perpetua del Santísimo Sacramento, lo cual hace más de 750 años que recuerda a Francia entera el prodigioso suceso.
La fiesta del Corpus Christi se instituyó en la Iglesia Universal en el año 1261, para celebrar la presencia real de Jesucristo en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía como sacrificio y banquete del Señor Jesús, que es fuente de vida para todos, por que en verdad no existe Sacramento alguno más saludable que éste, ya que en él se purifican los pecados, se acrecientan las virtudes.
Dice una oración "Señor: que no necesitemos milagros para creer y obrar, pero que tengamos tanta fe, que merezcamos que nos los hagas".
Esa actitud debemos de tener ante Jesús Sacramentado, pues El está de día y de noche en el Sagrario y hay muchos que pertenecen a la oración Nocturna, sin embargo hay otros que ni de día ni de noche se acercan a visitarlo.
Pero Jesucristo nos sigue diciendo: " Vengan a mí todos los que se sientan cansados y fatigados, que yo los aliviaré".

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