La pornografía

Por el padre Miguel Ángel

Nada puede pervertir tanto a la conducta sexual como la pornografía, siendo la primer víctima la familia, pues es esencialmente antifamilia, porque:
-Mina y trastorna la relación de amor entre los esposos, pues el sexo viene a ser un placer personal.
-Promueve la infidelidad, el adulterio, la fornicación en todas sus manifestaciones, como el incesto, la masturbación, la homosexualidad, la bestialidad, etc.

Es adictiva
Lo que empieza como una simple curiosidad, puede llegar a ser obsesión realmente destructiva; la excitación inicial, rara vez es suficiente y se va exigiendo y necesitamos material cada vez más explícito y violento.

Es ofensiva
La pornografía  hace público y mercantil lo que por instinto debe ser completamente privado e íntimo; abarata el sexo, el cuerpo humano queda reducido a sus genitales y borrada la espléndida belleza plasmada por Dios, inspiradora de tantas bellas artes.

Es degradante

Es absolutamente inaceptable que una persona sea destinada al placer sexual de otra y esto es especialmente perverso cuando se trata de niños y adolescentes.

Es destructiva
Destruye lo más legítimo que tiene el ser humano: su propia estima. Es lamentable el ambiente social de las mujeres y hombres dedicados a lo que llaman “la profesión más antigua del mundo” que explota la debilidad humana que a nadie dignifica. La pornografía promete amor, pero da lujuria; promete diversión y da desesperación, promete la propia satisfacción y da un gran vicio, promete libertad y da adicción, vergüenza y culpa, promete el disfrute del sexo y salud y da promiscuidad y enfermedades devastadora y en muchos casos la muerte como con el SIDA; la pornografía se desarrolla en el “lado oscuro de la vida”.

Altera la química del cuerpo
La pornografía libera a nuestro “almacén de drogas” como la testosterona en los hombres, adrenalina y otras sustancias neuroquímicas.
La adrenalina crea adicción, sobre todo en las personas de actividades riesgosas.
La combinación de culpa, miedo y excitación sexual, produce una euforia como “un nivel de despegue” cercano al éxtasis. Esta euforia impide relaciones normales: nada de amor, pues ninguna experiencia sexual normal será capaz de igualar las experiencias anteriores vistas en la pornografía, porque si se ama y confía en la persona con la que se tienen relaciones, se experimenta confianza y desaparece el riesgo, la culpa, la vergüenza y todos esos sentimientos de peligro que tanto excitan.

Es agresiva
No se puede negar que la lujuria exacerbada al máximo por el consumo habitual de pornografía suave o dura, puede rendir a seres inocentes, no son pocos los casos policiacos en los que se reportan víctimas violadas, vejadas o asesinadas en parques ó lugares apartados y no solamente mujeres sino niños y adolescentes.

Papás y mamás

Hay que poner mucho empeño en ayudar a nuestros muchachos y muchachas para que hagan buen uso de su libertad, no envenenando su alma con la pornografía que pueden encontrar ahora tan fácilmente.

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