Jesús nace entre los más pobres

Por Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez


Dios nos ha bendecido con toda clase de bienes materiales y espirituales en la persona de Cristo (Ef. 1, 3). La humanidad ha sido bendecida con toda clase de bienes materiales y espirituales, sobre todo en la persona del mismo Cristo para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor.
Gracias a Cristo la humanidad ha sido bendecida con toda clase de bienes, Cristo mismo lo dijo: yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Con Cristo no hay limitaciones, escaseces y pequeñeces. Aunque su vida está marcada por la pobreza, y esta será la presentación que hará de su vida toda, sin embargo su vida es abundancia, de toda clase, no hay limitantes. Los límites los ponemos nosotros. Pero el pecado ha penetrado en lo íntimo del ser humano, lo cual ha hecho que el pueblo le dé la espalda a Dios mismo, Cristo sabiendo que esta iba a ser la vida de la humanidad, pensó en los pobres e inclusive él quiso ser pobre, él nació pobre, vivió y creció en Nazaret en una familia pobre.
En su vida ministerial predicó la palabra de Dios en una barca que no era suya, murió en una cruz que no era suya y fue sepultado en un sepulcro que no fue suyo. Él quiso ser pobre, porque sabía que atrás de Él iba a haber un sin número de pobres viviendo en la extrema pobreza, que iban a ser tratados injustamente, que todo el mundo se aprovecharía de sus pobrezas. Por eso él quiso ser pobre, quiso manifestar todas las situaciones que estamos viviendo en estos días de posadas, donde no hay lugar para ellos en la posada. No eran las riquezas de este mundo lo que haría al hombre feliz, sino el estar en paz con él y en él rescatar toda la vida física y espiritual que él había venido a traernos.
Ahora la mejor forma de vivir la Navidad, será hacer nuestro lo que celebramos, que es el nacimiento del Niño Jesús, este niñito Jesús que cuando iba a nacer no hubo lugar para él en la posada, no hubo quien tuviera compasión y misericordia de su vida.
El mundo vive ocupado en sus cosas, sus ideas, sus preocupaciones y se olvida de lo que debería estar más preocupado. Solo unos pastores y unos animalitos era quienes lo recibieron, eran ellos quienes representarían a la humanidad en la que hoy vivimos. Donde solo los sencillos y pobres son quienes están en mejor disposición de recibirlo, los demás permanecerán encerrados en su mundo lleno de sueños efímeros y fantasías, llenos de ego y además dormidos.
También esto nos quiere decir que no habrá posada para muchos, que a muchos les tocara vivir las mismas consecuencias que Cristo, ser rechazados, que no se nos abran las puertas de la casa y las del corazón. Así, muchos pasaremos esta navidad.
Ya nos lo decía Cristo: si esto ha hecho con el árbol verde ¿qué no harán con el seco?
 Quizás hoy sea tiempo de comenzar a vivir una verdadera Navidad. Una Navidad que tenga un toque más humano y más cristiano. Que esté impregnada por una conversión personal y pastoral. Que esta sea una buena oportunidad para poner en juego mucha doctrina que la iglesia como madre y maestra nos ha ido enseñando desde los inicios de su existencia, pero, especialmente en los últimos siglos con los escritos que los sumos pontífices que nos han ido  guiando e instruyendo con sus escritos especialmente en estos últimos años con la última Conferencia del Episcopado latinoamericano y del Caribe, en Aparecida donde nos hablaba de esta conversión pastoral.
Considero que la inercia de la navidad tiene un vuelo que rebasa las propuestas que nuestros pastores nos sugieren. Es tan fuerte la cultura de muerte, el ateísmo, la masonería, la oferta y la demanda, el sentido mercantil de la navidad, que parece imposible poder detenerla. Hoy sí que necesitamos hacer uso de lo que el Beato Juan Pablo II nos decía acerca de hacer diferente el mensaje del Evangelio. Que fuera nuevo en sus métodos, en sus expresiones. Si queremos conseguir que las formas paganas de vivir la navidad se vayan esfumando, se tiene que invertir un gran costo, pero no económico sino humano.  Se necesitará  tiempo, dedicación y entrega. Y el tiempo que hemos dejado de evangelizar, ese mismo tiempo será preciso invertirlo para hacer que las cosas cambien un poquito. Ya el Papa Francisco nos exhortaba hace algunos días invitándonos a salir de nuestro cascaron, para ir a las calles, a las periferias a encontrarnos con el marginado, con el pobre, con el proletario etc.
Hoy si clamamos al cielo para que venga el señor, como lo pedimos en este tiempo de Adviento, y como lo pedían los judíos. Maranata, ven señor no tardes más, ven, ven que te esperamos. Estamos pidiendo a gritos esta presencia de este Emmanuel, de este Dios con nosotros que venga en nuestro auxilio. Y que de verdad implante un orden nuevo en esta sociedad en la que vivimos.  
Llevamos 2013 años y las cosas no se están dando como los profetas lo anunciaros, Cristo ha venido, se ha hecho uno como nosotros, ha tomado nuestra misma condición humana y sin embargo, todo sigue igual. No estamos cumpliendo con este mandato divino, y por no estar cumpliendo con él, nos han sobrevenido toda clase de maldiciones. Nos hemos visto envueltos en mundo  lleno de injusticias, con muchas desigualdades sociales, donde se descubre a  ese Jesús que viene a nacer, que en muchos comienza a morir.  
Hace días un joven asesinó a su pareja sólo porque ella empeñó una joya muy valiosa para seguir viviendo. Además de este maltrato que todos los días vivía, después él también se quitaría la vida.
Eso sí le duele al Corazón de Cristo,  que por no contar con los medios necesarios un hijo suyo tenga que dejar este mundo. Que duro será el juicio de Dios.  Sobre aquellos que no supieron compartir sus bienes con los necesitados y se hicieron dueños de lo que deberían de compartir. Nosotros somos simples  administradores de los bienes que el Señor vino a dejarnos.

Nos queda una esperanza, la que nace del corazón del Padre, que a pesar de que las cosas no caminan como deberían caminar, sin embargo el devenir del mundo está en sus manos providentes, que no se mueve la hoja del árbol sin su consentimiento. Que nuestro destino está en sus manos, que solo debemos hacer lo que nos toca (a Dios rogando y con el mazo dando) que vivamos con responsabilidad  cada momento de nuestra vida. Él tiene en sus manos el bieldo para separar el trigo de la paja, almacenará el trigo en sus graneros y la paja arderá en un fuego que no se apaga.

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