Las palabras del cardenal don Juan Sandova Íñiguez




Por Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez

Un buen día, Jueves de la Semana mayor, le escuché decir al Señor Cardenal Don Juan Sandoval Iñiguez a un grupo de sacerdotes que cumplían su bodas de 25 y 50 años de sacerdocio. Con su voz firme y profética que le es muy propia y con la que nos solía instruir.
Les hablaba con estas palabras: “Les aseguro que el sacerdocio es don y misterio, es un don, porque lo hemos recibido gratuitamente, inmerecidamente y es misterio porque no entendemos por qué Él quiso poner su mirada en nosotros. Es un privilegio y un oficio de amor que exige a quien lo ejerce hacer un examen de conciencia sobre la gran responsabilidad y compromiso que exige pedir este don, ya que es un regalo excelso, maravilloso, que brota de la misma fuente divina y que habilita a quien lo pide a realizar las mismas obras divinas con las cuales el Padre ungió a su hijo Jesús para que llevara la buena nueva a los pobres, la luz a los ciegos, la libertad a los oprimidos, a liberar a los cautivos y a proclamar el año de gracia del Señor".
Continuaba diciendo: "El sacerdocio nació en el Cenáculo, cuando Cristo se reunió con sus elegidos y les reveló en secreto los misterios del reino. Y les anuncio el escándalo cruz y les dijo que era necesario pasar por el camino de la pasión, para poder llegar a la resurrección. Ahí  celebró el Sacramento de su Sacrificio. Ahí les dijo: ‘Hagan esto en memoria mía’. Cuantas veces se reúnan hagan esto en memoria mía".  
El Purpurado pidió a los sacerdotes a manifestar su gratitud a Dios por haberles elegido, haciendo un ejercicio de humildad del camino andado durante su ministerio; explicó que el sacerdocio “es un oficio de amor” pues el amor de Jesús hacia sus discípulos quedó manifestado al decirles: “Como el Padre me amó, así yo los he amado. Permanezcan en mí. Hemos sido elegidos por amor para hacernos partícipes del Misterio de Salvación. Jesús dijo a sus apóstoles, ‘ustedes no me han elegido, yo los elegí a ustedes’”.
“El sacerdocio es un privilegio. No en razón de ser mejor que otros, sino en razón de haber puesto El Señor su mirada en nosotros. Hay que agradecer este privilegio, esta elección. Este amor. Esto responsabiliza a no darle la espalda a Dios con nuestras infidelidades y nuestros pecados. El que se esconde del amor de Dios, es él quien se aparta, no Dios. Por eso debemos agradecer el amor que cura de las caídas y de las heridas del pecado”, indicó.
También recordó que a través de la oración Cristo permanece con cada sacerdote y la oración será el medio que lo mantendrá en comunión con El y con todo su cuerpo místico que es la Iglesia. Estos no deben olvidar que el Espíritu Santo los consagró y los convirtió en ministros de sus sacramentos y de su evangelio para que lo hiciera presente en cada momento de su vida.
Les recordó que su palabra y su predicación habían sido importantes durante estos años de su vida sacerdotal, que nos se les olvidara que el testimonio hoy en día vale mucho más que mil palabras. Que las palabras mueven, pero que el testimonio arrastra. Tenemos a muchos que hablan y prometen pero no cumplen con lo prometido. Que no sea así entre ustedes. Que ustedes sigan siendo un testimonio de aquel que los llamo para que fueran reflejo de su divinidad y de su ternura. Que El les siga llenado de sus gracias y bendiciones, Les fortalezca y les dé vida para que sigan siendo fieles en el ministerio de su sacerdocio. Que así sea.

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