"Quise volar y perdí el vuelo", una excelente charla de Hanns Myhulots




Por Víctor Manuel Mendoza Ocampo

Tan amena como desgarradora, resultó la conferencia “Quise volar y perdí el vuelo” por el misionero francés Hanns Myhulots en el auditorio del Colegio Ana María Casillas ante una gran cantidad de jóvenes y adultos.
Myhulots que se hace llamar un misionero laico, hijo de un millonario francés y que tuvo todo lo que necesita, bueno no todo lo que necesitaba, pues en lo material le sobró, pero le faltó amor y esta falta de amor lo orilló a ser un chico de la calle, un drogadicto  desde los 9 años de edad, señala en la conferencia que inició con un cigarro de mariguana y le decían "no pasa nada", después llegó la maldita heroína la cual iba mermando su joven vida, lo que ocasionó que intentara suicidarse 11 veces y debido a la maldita droga perdió sus piernas.
Actualmente como misionero católico se dedica a ayudar a los niños de la calle, prostitutas, niños infectados con sida en Guatemala, San Salvador, Costa Rica, su mensaje es claro: llenar vacíos con sexo o drogas solo brinda destrucción, cárcel o muerte. Yo jamás busqué las drogas, busqué la alegría, el cariño, la sensación de pertenencia a un grupo. Nadie, en este mundo, dice: ‘Dame droga, quiero probar’, todos buscamos llenar vacíos de amor”.
Su testimonio de cómo las drogas pueden dañar por completo tu vida y cómo Jesús lo rescató del fango donde se encontraba. Expresó que aunque tú no creas en Dios, yo sé que Dios cree en ti y eso es suficiente, señaló que uno es drogadicto toda la vida, desde que uno empieza a consumir hasta que se muere. Es una gran mentira que existan ex drogadictos. Yo soy drogadicto compulsivo en abstinencia, ahora, llevo casi 20 años sin consumir.
El problema no son las drogas; las drogas son la consecuencia de muchos problemas que los jóvenes no han podido resolver, como valores sociales, morales y espirituales. Más del 90% de los chicos tienen celulares; pero, no pueden hablar con sus padres, y llenan su falta de amor paternal con otras cosas, como las drogas y el sexo. 
En uno de sus testimonios el misionero señala “Es lo que me pasó a mí: en la escuela, encontré un grupo de amigos, eran los peor vestidos y los más abusivos; pero estaban conmigo, no me importaba si hacían cosas malas, yo quería ser como ellos. Me  sentía bien con ellos, era parte del grupo, era como su mascota, de hecho, me pusieron un collar de perro; pero, no importaba, estaba con ellos.    Comencé consumiendo dos gramos de cocaína, a la semana, ya sabes, si quieres ser parte del grupo, hay que seguirlo, y ellos usaban cocaína. A los 18 años, llegué a consumir 20 gramos de cocaína por día.
También soy adicto a la heroína, me inyectaba heroína en medio de los dedos de los pies, y me fascinaba no sentirlos. Ahora me gustaría sentir mis pies, no los siento porque me lancé de un edificio. Intenté suicidarme 11 veces drogado. Creí que Dios me dio alas para volar. Mis piernas y caderas quedaron destrozadas; reconstruyeron mi cadera y columna con pines; mi cara con cirugía plástica; camino con problemas y no siento mis pies, todo por drogas.
Quiero decirle a los jóvenes: oye, vas a destruir tu vida por un momento de diversión; hay otra opción: puedes ganar un Premio Nobel, ser la primera Miss Universo, viajar a Marte, hay mucho más. Yo, jamás pensé que iba a ser un indigente que, literalmente, iba a comer estiércol en la calle. 
De haber vivido así yo tengo un 98% de culpa: yo usé y vendí drogas, nadie me puso una pistola; pero, un 2% de la culpa es de mis padres, por eso, a los padres les digo: nada vale más que sus hijos. Mis padres me enviaron a los mejores colegios. Alcancé ‘el honor’ de ser expulsado de los cinco mejores colegios de Europa. Ahora, entiendo que querían darme la mejor educación, y las mejoras cosas porque me amaban, el problema es que no me lo dijeron: me dieron amor con cosas materiales que no llenaron mi necesidad de cariño, y nunca tenían tiempo para hablar, siempre, estaban ocupados.
Un buen padre tiene tiempo para escuchar a sus hijos. En las charlas, les pregunto: ‘Esta mañana, ¿cuántos fueron al cuarto de sus hijos a darles un beso, y decirles los amo?’ Muy pocos alzan las manos, cuando yo hago ese pregunta.  Bueno, esa es la primera tarea de un padre, cuando inicia el día; y si sus hijos no viven con ustedes, hay teléfonos. No importa si son niños o adultos, no hay excusa; pero ya se hizo costumbre decir “te amo” con un celular; “te amo” con ropa nueva o un viaje, y se compra algo que se debe sembrar y cultivar en los hijos: el amor.
Un misionero, Giusseppe Laurentti, visitaba hospitales para hablar con adictos, y me encontró, ahí, sin piernas. Él me dijo: “Jesús te ama”... Eso impactó mi vida. Consumí drogas, viví en la calle e intenté suicidarme 11 veces; me lancé de un edificio, pasé dos meses en coma, y no estoy muerto, ni en el infierno; estoy aquí, soy misionero católico y padre. Todos los días, lucho contra las drogas; pero, ahora, no peleo solo, Dios está conmigo, para finalizar hablo de tres niños que tienen  un sueño, uno de ellos quería andar en una camioneta, otra quiere ser maestra y la otra licenciada, pero las tres están infectada de sida, una de ellas ya no podrá cumplir con su sueño, murió hace un mes y la voz de Hanns se quebró.

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