Por Oscar
Maldonado Villalpando
El encuentro con Jesucristo vivo nos da
fuerza para transformarnos y abrirnos a su acción salvadora.
Acto de amor
No me mueve, mi Dios, parar quererte,
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves,
Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin
tu amor, en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara
y, aunque no hubiera infierno, te
temiera.
No me tienes que
dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperar,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Fray Miguel de
Guevara.
Ver con los ojos
del Padre
No podemos negar la situación tan difícil
en que vivimos. Todos los problemas nos vienen por nuestra situación de pecado.
La buena noticia es que Jesús nos rescata, nos salva de todo esto, porque ha
entregado su vida en la Cruz y ha resucitado para darnos la salvación.
Juzgar con los criterios del Hijo.
Jesús ya nos ha salvado.
La muerte de Jesucristo fue para
salvarnos, para conseguir el perdón de Dios por nuestros pecados. En nosotros
llevamos una necesidad de Dios que se va apagando por la presencia del pecado.
Y por eso la muerte de Cristo nos hace ver el gran amor que Dios nos tiene.
La salvación que
Cristo nos ha dado es ya una realidad, ya no están vacías nuestras tinajas de
agua, Jesús las ha llenado de agua, y no solo eso, ha transformado el agua en
vino.
Jesús es agua viva.
Jesús es la luz del mundo.
Jesús es la vida eterna.
0 Comentarios