¿Quién es el más importante?



Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Cuando fue Papa Pío Décimo, llevó al Vaticano a sus hermanas que eran muy pobres, entonces los empleados preguntaron: Santo Padre ¿Qué título les damos a su hermanas, condesas o princesas? Y el Papa respondió: El único título que se les debe dar, es el de “servidoras”.

Precisamente en el Evangelio, Jesucristo después de anunciar su pasión a sus Discípulos y después de sorprenderlos discutiendo acerca de quién de ellos era el más importante, se sentó, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primer, que sea el servidor de todos.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe.

Y ¿cuáles son las características que distinguen a un niño y que Jesucristo nos invita a recibir?

1.-La capacidad de maravillarse

Dice un gran sabio que una persona que ha perdido la capacidad de maravillarse, ha perdido la razón de vivir feliz y da señales de que se le marchitó el corazón.

2.-La facilidad de perdonar y olvidar.

Cuando a una personas adulta se le trata mal, cuesta mucho que perdone y probablemente nunca va a olvidar la ofensa que recibió, en cambio el niño sabe perdonar con gran facilidad.

3.-La humildad y obediencia

Lo psicólogos dicen que uno de los detalles en que se conoce que alguien ha dejado de ser niño, es el que se vuelve rebelde, desobediente, altanero, apegado a su propio parecer y despreciador de los mayores.

Estas características de la adolescencia pueden ser, en al vida del espíritu, señales de que ya no tenemos la “infancia espiritual”.

Dejamos de ser como niños cuando dejamos de ser obedientes y humildes y amamos más nuestros propios caprichos que la voluntad de Dios expresada por medio de los que dirigen nuestra Iglesia. Hay que ser como un niño, que reconocer que sus propias fuerzas no le alcanzan y que está necesitado de todo, y que su sabiduría no es nada, sino que necesita ayuda y colaboración.

Jesucristo ha sido sumamente humano y ha sentido hacia los niños e aprecio propio de los corazones bondadosos. Ha amado a los niños porque ellos reúnen las cualidades que El exige a sus discípulos para entrar en el Reino de los Cielos.

El niño tiene el encanto de la pureza que Jesucristo tanto aprecia y ve en ellos un símbolo de esa virtud; por eso  dice que quienes sean semejantes a los niños: sin complicaciones, sencillos y humildes, serán los que entren en el Reino de los cielos.

Jesucristo los abrazaba y por supuesto las mamás estaban muy agradecidas, pues no esperaba tanto.
San Pedro grabó para siempre aquella escena de Jesucristo abrazando a los niños y tratándolos como un buen padre a sus hijitos muy queridos.

El niño es puro y Jesús dice: “Dichosos los puros”. El niño es pobre y necesitado de todo y Jesucristo exclama: “Dichosos los pobres”. El niño es manso y amable y Jesucristo anuncia “Dichoso los mansos”. El niño es obediente y Jesucristo fue obediente y Jesucristo fue obediente hasta la muerte.

¡Con razón les demostraba tanto amor!

Al finalizar cada misa, entonamos este canto:


“Quiero darte las gracias mi Señor, por lo niños que encuentro en mi camino, por sus ojos que no saben de rencor, por la gracia que tras ellos adivino. Gracias, muchas gracias mi Señor”.

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