Por el padre Miguel Ángel
Mahoma (año 622) que fue el fundador de
la segunda religión más grande del mundo, la musulmana, escribió su secretario
lo siguiente:
“Aunque era tímido tenía una especialísima
bondad y amabilidad. Nunca retiraba la mano él primero cuando saludaba, ni
volvía la cabeza a otro lado él primero cuando se encontraba con alguien.
Nadie: ni blanco, ni moreno, ni negro, ni rico, ni pobre hablaba con él sin que
no le respondiera. Un día alguien por ofenderlo le lanzó un dátil a la cara y
él lo recogió y lo llevó a la boca, porque lo consideraba un regalo y no quería
humillar al donante. Saludaba a todos, incluso a los más pobremente vestidos y
a los más humildes esclavos y a los niños pequeños”
A su esposa le preguntaron cómo era
Mahoma y ella respondió: “era el más amable y humilde de todos los hombres de
su tiempo. Le gustaba reír y sonreír. Los que lo conocieron alababan mucho su
frecuente sonrisa. Decía que sonreír es tan regalo como obsequiar una moneda de
plata. Tenía una especial cualidad para ganarse la simpatía de los demás.
Poseía grandes cualidades personales de trato y bondad que le permitían ganarse
la simpatía de sus seguidores y mantenerlos fieles, a pesar de las dificultades.
No era demasiado instruido ni brillante, pero tenía el donde de saber trata
bien a todos”.
Que fácil es caer en la trampa de tratar
bien sólo a los que son simpáticos y tratar mal a los nos caen gordos.
En la Biblia encontramos el ejemplo de
aquél que recibió muy bien al que iba muy bien vestido y con anillo de oro, en
cambio al pobre andrajoso lo sentó a sus pies en el suelo.
Dios no es así, sino que por el contrario
tiene un corazón bondadoso y dispuesto a tratarnos bien a todos, ricos y
pobres, buenos y malos.
A todos nos proporciona alimento y hace
que el sol nos alumbre a todos que todos disfrutemos del aire para respirar y
del agua para beber.
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