Por Víctor Manuel Mendoza Ocampo.- 24 horas antes, muchas sillas ya estaban como guardianes celosas cuidando los lugares de quienes ahí se habrían de sentar, para ser testigos una vez más, del recorrido de Nuestro Señor da la Misericordia.
Miles de creyentes se arremolinaron en las banquetas de las calles, muchos de ellos que acababan de terminar su peregrinaje con largas caminatas de más de 50 kilómetros, sin embargo ahí estaban; no les importó el cansancio o que sus pies estaban lleno de llagas, ahí estaban, firmes como un ejercito disciplinado, con sus rostros adustos algunos, otros alegres y otros como esperando un milagro del Señor, pero todos y cada uno de ellos estaban ahí por diferentes causas, aunque todos en busca de un solo camino, que el Señor nos proteja y cuide a la familia.
El recorrido inició como estaba programado, a las 5:30 de la tarde, los carros empezaron a desfilar y en frente de ellos, los charros, símbolo nacional y que sobre todo representa la identidad de los alteños, bandas de música, danzantes y atrás, el Señor de la Misericordia se erguía clavado en una cruz sobre un hermoso barco lleno de flores, a sus espaldas un grupo de sacerdotes encabezado por el obispo Chema, mientras que decenas de jóvenes protegían el carruaje bellamente diseñado para el Señor y en su paso es escuchaban los vítores, hasta que llegó poco más tarde a la parroquia de San Francisco en donde pernoctó el milagroso.
Es sin duda la verdadera fiesta de los alteños.
0 Comentarios