Estemos alerta para la última hora


Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Nuestro Señor Jesucristo siempre ha querido invitarnos para que estemos preparada, no sea que nos llegue la muerte en un mal momento y perdamos la salvación, por eso nos presenta la parábola de las muchachas previsoras y las descuidadas.

Es un drama en miniatura y consta de tres actos: Primero, unas muchachas se preparan y otras no. Segundo, al llegar la hora, las que se han preparado están tranquilas, las otras en cambio angustiadas. Tercero, las previsoras son aceptadas, en cambio las otras no.

Jesucristo no está presentando un acontecimiento que pudo haber sucedido en cualquier aldea de Palestina. Cuando una pareja se iba a casar, toda la gente, desde los 6 hasta los 60 años salía a la calle a felicitar a los novios. Las muchachas se iban a la casa de la novia a acompañarla y los muchachos se dirigían a la casa del novio a acompañarlo en su recorrido por el pueblo.

Como en todas las partes del mundo, allí había gente prudente y previsora, que calculaba que iba a necesitar y también había gente imprudente y descuidada que no calculaba lo que iba a necesitar.

Pero el punto crítico esta en que a las prudentes sí les alcanzó el aceite de las lámparas para la llegada del novio, mientras que las descuidadas, por no llevar aceite de repuesto, no fueron admitidas a la fiesta.

Jesucristo con esta parábola quiere prevenirnos para que estemos preparados con suficientes buenas obras, al momento de nuestra entrada al reino celestial.

La verdad es que todos somos un poco prudentes y un poco imprudentes.A ratos conseguimos aceite de buenas obras y de buena conducta, pero a ratos se nos olvida conseguirlos. A veces vivimos como personas que van a darle a cuentas a Dios de toda su exigencia, pero muchas otras veces nos comportamos como si nunca se nos fuera a tomar en cuenta nuestro comportamiento.

Pero como el viaje de la eternidad se hace sola una vez, hay que estar bien preparados y más que este sucede a la hora en que menos nos imaginamos.

La parábola continúa diciendo que como el esposo tardaba en llegar, les dio sueño y se durmieron, pero a la media noche las despertó una voz: “ Ya llegó el esposo, salgan a recibirlo”.

Todos necesitamos un despertador que no nos deje quedarnos dormidos en el pecado y ese despertador es nuestra propia conciencia y la palabra de Dios. Lo que será peligroso es que no lo escuchemos, a causa de las pasiones y los placeres pecaminosos.

¡Estemos alerta, porque no sabemos ni el día ni la hora. Jesús quiere que esta vida pasajera no nos haga olvidar la vida eterna que nos espera!

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