Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
En cierta ocasión, un predicador preguntó a un grupo de niños: “Si todas las buenas personas fueran blancas y todas las malas personas fueran negras, ¿De qué color serían vosotros?
La pequeña Mary Jane respondió: “Yo, reverendo, tendría la piel a rayas”. Y así tendría también la piel el Reverendo y los Mahatmas, y los Papas y los santos canonizados.
Un hombre buscaba una buena iglesia a la que asistir y sucedió que un día entró en una iglesia en la que toda la gente y el propio sacerdote estaban leyendo el libro de oraciones y decían: “Hemos dejado de hacer cosas que deberíamos haber hecho, y hemos hecho cosas que deberíamos haber dejado de hacer”. El hombre se sentó con verdadero alivio en un banco y tras suspirar profundamente, se dijo a sí mismo: “¡Gracias a Dios, al fin he encontrado los míos!.
La vida de cada persona nos va enseñando muchas cosas que conviene aprender y sobre todo sacar mucho fruto, especialmente cuando se trata de gente virtuosa y santa.
Cuando yo era niño, recuerdo que me entusiasmaba leyendo las vidas ejemplares de santos y santos, como por ejemplo de San Martín de Porres, San Luis Gonzaga, Beato Sebastián de Aparicio, Santa Rosa de Lima y muchas más.
Lo que se me quedó muy claro es que también tenían defectos como todos los humanos pero con la ayuda de Dios fueron corrigiendo y superando como San Francisco de Salas, que habiendo sido un muchacho iracundo llegó a ser una persona sumamente bondadosa y amable.


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