Andanzas del extinto Salvador Zúñiga


Desde el alba hasta el oscurecer de la vida II

Por Oscar Maldonado Villalpando

El señor cura Salvador Zúniga Torres, un personaje representativo, nos da a conocer los acontecimientos de su tiempo:

Algunos de mis compañeros, sobrevivientes, en San Juan son Clemente Castañeda y Andrés Hernández. En Guadalajara: Mauricio Velasco Vargas, Hermión Aranda de Alba, Francisco Covarrubias Cobián, Pedro Gutiérrez Contreras, Carlos Rodríguez Ibarra, Rafael Rodríguez Morales, Agustín Soltero Horta, Honorato Hernández Escoto.

Vacaciones de comunidad

Mis primeras vacaciones de comunidad fueron en 1948 a Concepción de Buenos Aires, vivimos en la casa del Padre Urzúa, que se conserva igualita. Se hacían equipos para ir a paseo, se planeó uno muy extenso y aventurado. Caminabamos cerca del cerro del Borracho, empezó a llover a cántaros, uno de los equipos se adelantó mucho y pasó el arroyo, en el que se juntaban tres corrientes, así que en poco tiempo aumentó su caudal. Era imposible cruzarlo, mi grupo se regresó a la casa más cercana, ahí nos dieron de comer. A poco llegó todo el grupo. Se vino la noche, no había qué comer, la familia nos ofreció un taco; el señor Becerra ordenó aceptar la oferta de la familia de pasar la noche en la casa, algunos se ubicaron en el corral, yo me puse una calabaza de cabecera y con mi buena cobija. A la mañana siguiente pudimos cruzar; a los cuatro compañeros adelantados, los juzgaban desaparecidos, se llevaron buena reprimenda. Luego fuimos a Atoyac, regresamos por El Corralito a la Manzanilla y dormimos en Mazamitla. En ese tiempo eran muy importantes las funciones de teatro. Los artistas eran Rodarte, Honorato Hernández y Clemente Castañeda.

Abriendo el camino

La capilla del Seminario Mayor se fue adaptando, era un corredor, al costado del templo de San Martín, al que se le hicieron unos cruceros, era muy acogedora y agradable. El comedor muy amplio. Precisamente, en este santo lugar, los diáconos pasaban a dar un discurso a la comunidad. (El señor J. Ruiz Medrano nos dio clases de Oratoria Sagrada) Y sucedían casos… Correspondió el turno a un neo-sacedote, al día siguiente de su ordenación, dijo: “¡Y pensar que hasta ayer, era yo un simple diácono”!... Y rigurosamente voltearon a verlo todos los diáconos y la comunidad soltó la risa. Otro alumno, para no manejar hojas sueltas, hizo un rollo, no era, pero parecía del baño, fue soltando hacia fuera del púlpito el extremo y todos reían ante la ocurrencia.

Histórico advenimiento.
Un nuevo seminario

Briosa juventud
“Amaneció de gala el novísimo cenáculo en la limpidez del cielo tapatío” escribió el Señor Salazar.   El 20 de noviembre de 1950, pasamos al Seminario Mayor de Chapalita. No había casa alguna alrededor. Estaban los edificios, excepto la capilla, pero no bien terminados, no tenían vidrios, faltaban muchos detalles. Nada de jardines… Durante dos años, las clases se recibían por la mañana y toda la tarde era trabajo en plantar árboles, trazar jardines y canchas de juego. Con nuestro trabajo fuimos modelando el rostro del Seminario de Chapalita en mi primer año de Teología. Del grupo, Rodarte y Clemente eran buenos futbolistas. El Paseo de Santo Tomás se tenía el 4 de marzo, ibamos a Toluquilla cruzando el cerro del Cuatro, muy de mañana, llevábamos los calzoncillos sobre la cabeza y la toalla por bufanda, pues aún hacía frío. Luego, la misa y el desayuno, las porras, pero mi afición era nadar y me desentendía de lo demás, me iba a las albercas. Algunos eran aficionados, de hueso colorado, a las Chivas, al Atlas, “a poco les ponen veladoras a sus ídolos” decía el Señor Becerra.

Digno de confianza

En segundo de Teología fui nombrado coadjutor para el Menor, y era cargo grande. Entre mis pupilos recuerdo a los extintos Jacinto Guerrero y J. Trinidad Álvarez. Cada día, por la tarde tenía que ir al Menor, organizar a los chicos y regresar a clases, viajaba con los maestros Everardo López, Rafael García, Alfonso Toriz y el padre “Chivetito”
Un detalle curioso fue cuando en “el día del Seminario”el campanero se durmió, yo desperté y lancé un gritazó: “¡Son las seis y no se nota movimiento!” El grito se hizo famoso y sirvió para prepararse de prisa y salir a las parroquias a hacer la colecta. Aunque se había pasado la primera misa…

Al cruzar la meta

Luego fui nombrado coadjutor de mi grupo. Tuve un tiempo de duda vocacional, de inseguridad. Retardé la solicitud de Prima Tonsura y órdenes menores. Pero al fin, di el primer paso; mi subdiaconado fue el 29 de mayo de 1953, conservo la boleta firmada por el padre José Ruiz Medrano, mi preceptor. Mi ordenación fue el 8 de diciembre de 1954 en la catedral de Guadalajara. A las 7: 30 a.m. empezó la misa, hubo letanías de todos los santos, sermón de don José Ruiz Medrano, era el centenario de la Inmaculada; no menos, de cinco horas de celebración. Salimon todos encandilados a saludar a nuestros familiares emocionados en la plaza de la Liberación o de las dos copas, que no tenía mucho de estrenada. Mi padrino fue el padre Francisco Villalobos Padilla. De ahí a la comida al Seminario. Por la noche hubo un desfile de antorchas de San Francisco al Santuario, los neo sacerdotes lo vimos desde la azotea del Sagrario Metropolitano. En cuarto de latín eramos 120, llegamos 36 a la ordenación.

El cantamisa, en la amada porción de San Felipe, el 9 de diciembre de 1954. Me asistió Tata Meza Ledezma, como diácono Juan Delgado y subdiácono José Gracián –poeta en latín-. Mi comida sencilla en la casa de mis papas en San Felipe. (Continuará)

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