Reflexiones

Por Lety de la Mora


La importancia del perdón


¡Hola! Desde pequeños aprendemos la palabra perdón, en lo social lo usamos con frecuencia, para disculparnos por algún error u omisión que hayamos cometido. Es de gran importancia que al pedirlo sea de corazón, al igual que al otorgarlo.


Todos cometemos errores, así que nadie estamos exentos de la necesidad de ser perdonados, pero para que eso ocurra, lo primero, es reconocer que hemos fallado, bajarnos de ese pedestal de perfección en el que solos nos ubicamos en ocasiones y reconocernos simplemente humanos y por lo tanto falibles, con la certeza, de que nuestra dignidad de personas, no sufre ningún daño, ni nos convierte en débiles el aceptar nuestras faltas, sino en más sabios.


El que se equivoca y se aferra al equívoco, por soberbia o terquedad, lo más probable es que repita la falla, en cambio, quien reconoce y acepta que lo ha hecho, lo más probable es que si tiene remedio, lo solucione, se disculpe, y no lo vuelva a hacer, con lo cual aprende, se perdona a sí mismo, su capacidad de comprensión hacia los demás se desarrolla y con ella logra no sólo la superación del problema, sino un gran crecimiento personal, que lo lleva a ser mejor persona, para sí mismo y sus semejantes.


Es tan importante el perdón, que la Iglesia lo ha hecho sacramento. Es porque implica reconciliación y crecimiento. Cuando Cristo nos mandó amar a nuestros enemigos, sin duda alguna tenía en mente que aprendiéramos tanto a disculparnos, como a perdonar, porque no hay amor sin perdón.


El agraviado necesita la declaración de arrepentimiento para poder reestructurar la relación afectiva y el ofensor requiere de la comprensión y disculpa para volver a respetarse a sí mismo.


Requiere de un gran esfuerzo para nuestros duros corazones humanos lograr la sincera indulgencia, debemos pasar por un proceso, echar mano de la caridad y ponernos en los zapatos de prójimo para poder lograrlo, pero sobre todo, hay que ser concientes que quien no perdona se pierde de un acto de purificación que es muy necesario para todos. Al igual que la ropa, los zapatos, los utensilios de cocina y hasta el carro, se ensucian y necesitan de aseo periódico; nuestro espíritu se contamina y requiere de limpieza, perdonando, nos deshacemos de mucha mugre interior que no nos deja vivir libres y a veces no nos permite movemos con ligereza.


Quien no sabe perdonar a otros, no lo hará consigo mismo porque no sabe hacerlo, qué triste es toparse en la vida con personas que con nada se sienten cómodas y a todos les encuentran fallas terribles, nada les gusta y traen a flor de labios la crítica mordaz y la ofensa. Eso es porque no se aceptan a sí mismos y como nadie da lo que no tiene, no pueden aceptar a los semejantes.


Es primordial aprender a ser humildes y a pedir perdón, también lo es empezar a perdonarnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean, ¿no lo decimos tan frecuentemente en el Padrenuestro?


Recuerden que la felicidad embellece: ¡Sean felices!


Publicar un comentario

0 Comentarios