Tepatitlán en el Tiempo

El 30 de abril

Por Juan Flores García

Para festejar la fiesta del Señor de la Misericordia hace más de 50 años, cuando los jóvenes de ayer nos preparábamos con tiempo ahorrando para comprar el estreno, además de contar con el dinero necesario para todo el novenario. A principio del mes de abril, llegaban los juegos mecánicos que se instalaban a lo largo de la calle Esparza frente a la plaza de armas. Ya pacificado el problema religioso que por tres años estuvo limitado, estuvo ya tranquilo. Estos juegos, consistían en volantín empujando por la fuerza de nuestros brazos, esto cuando más tiernos, chamacos de 8 a 12 años, hacíamos dar vueltas al volantín cargado con los chiquillos, que por dos centavos nos dejaban subir.
La Ola, otro juego parecido al volantín, pero que daba vueltas a desnivel y para jóvenes. Su altura, fácil estaba a unos tres metros en su parte más alta, y su parte baja como a un metro del suelo. Todos hechos de madera que de un eje armaba con varillas el redondo juego. Todos los jóvenes queríamos empujarlo para sentir la emoción que nos daba estar colgado en la vuelta en la parte alta. Otro juego era la Voladora, juego que en forma también de la ola, pero que colgaba un asiento sostenido de cadenas como un columpio a una altura de unos cinco metros. Esta era movida por un motor, haciendo que los 12 asientos dieran vuelta a mucha velocidad, haciéndonos creer que andábamos volando.
Frente a la parroquia al lado de la plaza, se ponían las fondas que vendían comida debajo de las tan conocidas carpas que les llamaban. Llama la atención aquellas cazuelas de barro que copeteadas de comida las adornaban con hojas de lechuga de aquella de hojas largas. Luego los barriles de vidrio llenos de agua fresca. Los fotógrafos que venían y se ponían alrededor del kiosco con paisajes pintados sobre una tela de gran tamaño, con aviones donde metíamos la cabeza para tomar la foto cómo si fuéramos en avión o en caballos de madera vestido de charro, en la calle del pórtico para abajo, se ponían los klosters, venta de cerveza de barril que se servía en tarros. Era muy familiar, no había desorden. Todo el derredor de la plaza estaba lleno de juegos, como tirarle al negro con unas bolas de hilo, tiro al blanco y tantos más. No faltaba la lotería. No salía el Señor de la Misericordia a visitar los tempos. Todos los días del novenario la calle Real (Hidalgo) llena estaba de gente, que iba y venía al Santuario. Castillo y toros de pólvora, todas las noches, luego la serenata. La plaza a reventar de muchachas y jóvenes intercambiando las flores de gardenia. Se tiraba tanto confeti y serpentinas a nuestros adornados tormentos que lucían sus tan bonitos rebozos. Muchas vendimias se ponían tanto alrededor de la plaza como a lo largo de la calle Real, agua fresca, nieve raspada y todo aquello que en ese tiempo se antojaba para grandes y chicos. Así que a medida que se acercaba el día de la fiesta que es el 30 de abril, gozábamos mas de esta. Por entonces el castillo se quemaba en la esquina del santuario y en ese lugar capoteábamos tanto a toros que sobre la espalda correteaba quemando luces y lleno de tanto buscapiés.
En lo religioso, tanto se llenaba de alegría glorificando al Señor de la Misericordia, pidiendo sus favores. Así era, jóvenes de hoy, las fiestas de abril. Gozábamos desde los niños hasta los ancianos. Y con esto decimos que: Así fue Tepa en el tiempo.

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