Por Jesús Arrieta
La desgraciada suerte de Texas comenzaría cuando Hidalgo, el 18 de diciembre de 1810 mandó de "embajador" a Pascasio Ortíz de Letoña "a tratar (...) una alianza" con "nuestros aliados los angloamericanos, quienes vieron la coyuntura frágil de los mexicanos insurgentes, con lo que pedían a gritos: dólares y una intervención armada; para que según nuestros ingenuos insurgentes, se propiciara "la unión (¿) estrecha entre ambas Américas". "América para los americanos" sí... cómo no.
Situación contraproducente, pues por lo que aconteció después, hoy sabemos que los gringos lo veían de otra manera; según fueron cayendo las cosas por su propio peso; ya que la puntilla desde entonces la preparación James Monroe y Andrew Jackson, para que Stephen F. Austin instalara su primera colonia de filibusteros, en lo que fueron nuestras tierra de Texas.
Ya en su momento para el año 1812, "el insurgente" Bernardo Gutiérrez Lara pondría su parte, al dirigirse al secretario de estado norteamericano, para solicitarle prácticamente la intervención armada de 27 mil soldados estadounidenses, armas y municiones ¡para liberarse de España, sometiéndose con gusto a una posible ¡anexión a U.S.A.!
Capítulo desastroso de nuestra historia, que el lector verá a renglón seguido, en mi trabajo de investigación que me publicara una prestigiada revista de Guadalajara el 14 de mayo de 2004 con el título: "¿te tragaste la cinta el Alamo"? y ahora reedita con mi total aprobación, el reconocido semanario 7 días de Tepa.
A menos que la nueva generación de mexicanos infectados por la corrupción no tenga cerebro, y su bandera sea la de los derrotistas, que le hayan preñado su dignidad, no podrá entender el por qué las falsificaciones de la historia impiden el funcionamiento de una conciencia nacional, por una barata sopa de rata llamada The Alamo; la que dicho sea de paso, es lo que mejor pudo pervertir de los hechos el irracional director Jhon Lee Hancock, puesto que manosea con falacias (como si se tratara de un refrito de cómic) lo que ha ocupado por dos siglos a nuestros investigadores, que para bien nuestro reducen a "churro mal hecho" su malintencionada dosis de babas desmoralizantes que sólo merecen el fracaso en taquilla.
Porque los "colonos estadounidenses" que penetraron en Texas, jamás fueron caso de formación de familias entre católicos y protestantes, dando por resultado "una mezcla gringo-mex", como lo insinúa Hancock.
Y porque la población de USA que no era texana fue en su momento una multitud de protestantes que desde 1799 habían sido preparados para invadir territorios de México, con la trampa urdida por Samuel Adams de una economía a medias que nunca cumplieron.
Y porque a Texas llegó Santa Anna con un ejército, que además desgastado por la gran travesía hasta el Río Grande, sus tropas eran un hervidero de tensiones de divisionismo (como siempre) entre la resaca que dejó Hidalgo y los soldados de línea del ejército español, que apenas contenían los tumultos y subversiones con fine políticos decididos a obtener el control del poder del gobierno mexicano.
Circunstancia bien favorable que el espionaje gringo había revisado desde la raya hasta la latitud Zacatecas-Tampico, cuando en su momento la flojedad llegó al máximo con el corruptazo milite Antonio López de Santa Anna en la dirección del país, que más bien despachaba en los palenques de gallos que en la Presidencia.
Valga la consigna aquí de algunos hechos para que usted sepa que, en 1801, 21 piratas estadounidenses encabezados por Phillip Nolan penetraron hasta Nuevo Santander, hasta que los soldados todavía españoles les desbarataron el 21 de marzo de 1801.
Y que el contingente armado de 300 aventureros, apoyados por el gobierno de los Estados Unidos, fue combatido el 23 de junio de 1819, nomás porque James Long, en "Goliad", se había declarado presidente del Supremo Consejo de Texas. Un consejo supremo de Texas en vías de formarse institución de Estado, con el respaldo del traidor Lorenzo de Zavala, que en su momento despachaba como Gobernador del Estado de México, hasta que cruzó el Río Bravo para obtener su premio de un puesto público en el "congreso texano" y su ración: 4,228 acres de terreno usurpado a nuestra geografía.
Gran perversidad la del cineasta Hancock, cuando esconde lo acaecido el 17 de enero de 1821, cuando Stephen Austin pide autorización a Iturbide para instalar en territorio de Texas a 300 familias (cosa que hizo Benjamín Milan), que jalonearon tras de sí un oleaje incontrolable de colonos, los cuales para el 20 de mayo de 1822 ya habían sentado sus reales, armados hasta los dientes; como buenos filibusteros, que obviamente orillaron al diplomático mexicano, Manuel Zozaya, a emitir advertencias en el sentido de una ocupación armada asestada por el Presidente James Monroe, quien en su momento nombró a Austin autoridad para activar la rebelión y la consecuente anexión de Texas; aprovechando la caída de Iturbide, que el diplomático embajador de USA, Joel R. Poinsett, le preparó con su estupenda receta de intrigas cocinadas con el pretexto de un federalismo a la norteamericana: destino, el golpe de estado correspondiente, con paredón de fusilamiento y todo, para Iturbide.
Fórmula federalista que luego legislaría generosidades a favor de los anglosajones, que por cada colono casado obtenían 4,428 acres y 23 mil acres para el empresario que acarreara 100 colonos, con una planta productora de lo que fuese; esto según fecha de documentos del 24 de marzo de 1825.
Ese mismo año de 1825 fue con razón llamado el año de la inmigración por los americanos, cuyas familias en aquel año ascendieron a más de 8,000, y en sólo 10 años (1820-1831) quintuplicaron la población de Texas, cuyo elemento originario, de 1825 a 1831, se mantuvo en la insignificante cifra de 3,500 a 4,000 habitantes (ver filosofía norteamericana de El Destino Manifiesto).
Si bien los legisladores federalistas mexicanos abrieron las fronteras para los gringos jariosos de instalarse en Texas, esto sucedía con la condición de ser familias católicas; lo cual, claro, fue burlado, haciéndose bautizar en falso para obtener tierras; tal como los sefarditas lo hicieron en España por la Edad Media, para infiltrarse en el proceso económico peninsular.
Destacado es el adecentamiento de actas bautismales por manos del cuasi sacerdote Mike Muldoon, quien tras el asesinato del padre católico José Antonio de León, "a pata tirante" el tal Mike produjo el marranismo de los famosos Muldoon Catolics, con la jugosa concesión de 10 años de exención de impuestos, porque en la lógica del gobierno federalista mexicano, eso significaba crear una franja de economía que impediría los avances armados. Cosa que más bien nos produjo otra estrella para la bandera de los norteamericanos (¡oh, ingenuidad...!).
Así las cosas Austin, por obra de Benjamín Read, instalaría 1,200 familias (con lo que rebasarían con el tiempo la cuota o el número de pobladores), no con maquiladoras sino con gente armada, que hoy a distancia de dos siglos todavía sirven para que les hagan el cine subliminal, con el cual se quieren presentar como minorías mártires a lo iraquí y con lo que de suyo así justifican una de las más injustas invasiones jamás vistas; en tanto los malos de la película resultan ser los mexicanos (como recientemente apreciamos el síndrome Bagdad con el consabido lavamanos de la Casa Blanca).
Nota del editor:
Este trabajo no pretende regresar la historia en incongruencia con la realidad actual, porque su fin es simplemente corregir las falsedades (o errores, o imprecisiones) de la cinta The Alamo, pues hay omisiones como la que de Lorenzo Zavala (Gobernador del Estado de México) fue el presunto diseñador de la bandera del estado de Texas.
1 Comentarios
COMO UN BUEN CRITICO DE CINE SE MUESTRA DON JESUS ARRIETA. APROVECHANDO SU SABIDURIA CINEMATOGRAFICA, SERIA BUENO QUE ESCRIBIERA SOBRE IGMAR BERGMAN, QUE MURIO AYER. SOBRETODO QUE COMENTE SOBRE LAS PELICULAS "DE LA VIDA DE LAS MARIONETAS" Y "PERSONA".
ResponderBorrarATTE MARIO GURRIGUCHIA