+ Y hasta lo acompañan familiares y amigos
Por Oscar Maldonado Villalpando
El Padre Juan Pérez, que está en sus 16 años, dice él, porque 8 y 8 son 16, ya anda en sus 89 de edad; día con día, preside la celebración de la misa en una pequeña capillita de su propia casa situada por la Avenida Jalisco de San Diego de Alejandría.
Dentro de su enfermedad y limitantes, que cada día son más, se programa y asume como responsabilidad ofrecer la celebración diariamente a la una de la tarde. El horario le viene bien a él, y también a algunos familiares, mayores que de alrededor de la manzana entre las calles Jalisco, Marcos Rivera, Pedro Moreno y Madero, acuden a la santa misa.
Se puede decir que se forma una pequeñísima comunidad que se pone en oración siempre a medio día. Esta es pues su actividad más ordinaria, cuando es necesario hace el gran esfuerzo de ir al templo y ayudar en lo que puede. Él se desplaza por su cuenta pero siempre requiere alguna ayuda y asistencia.
A estas alturas de la vida y, en el mismo tiempo que nos ha tocado vivir, esta actitud del Padre Juan Pérez es muy de tomarse en consideración. La vida, como vemos, va dejando solas a las personas, los de su casa, que no eran pocos, han partido ya. Él está en este esfuerzo constante por ganarle a las enfermedades y ofrecer algunos servicios a sus semejantes, mientras pueda. Eso es admirable y es ejemplar.
Hace algunos días en la puerta de su casa, alguien, por ayudar, puso un letrero que decía: "El Padre Juan no está en servicio" Tuvo algunos días más delicados, pero ahora él está dispuesto a escuchar confesiones, a bendecir, a recibir juramentos, algunos le tienen mucha confianza y mucho aprecio por su misma trayectoria. El letrero ya no está y las personas pueden buscar, casi a toda hora, algún servicio espiritual del Padre Juan.
Lo ejemplar es esa alegría de vivir, aún así como él se encuentra, la alegría de brindar un servicio, con no pocos trabajos, la alegría y buen humor al conversar con las personas. Eso es algo muy bueno. Siempre que hay oportunidad quiere ir a asomase a La Peñita a ver como va la obra... a ilusionarse con ese Santuario a Cristo Rey, que tiene presente a los mártires de la persecución y también a todos los fieles cristeros y, no porque todos sean santos, sino porque son parte de nuestra historia y de nuestra vida. Él no puede menos que recordar a su papá que formó en las filas de los soldados de Cristo Rey. El padre Juan se ilusiona con la Peñita porque en este templo recordamos a los que ofrendaron su vida, unos la perdieron en los tres años de lucha, otros la ofrecieron después, cuando Dios lo dispuso.
La Peñita es una ofrenda de esta familia Pérez Gallegos, la del Padre Juan, que quiso regalar todo su rancho para este fin. Lo bueno es que hay personas que lo entienden, que lo aprecian y se comprometen para realizar ese ideal de un hermoso monumento que sea centro de devoción cristiana.
Por Oscar Maldonado Villalpando
El Padre Juan Pérez, que está en sus 16 años, dice él, porque 8 y 8 son 16, ya anda en sus 89 de edad; día con día, preside la celebración de la misa en una pequeña capillita de su propia casa situada por la Avenida Jalisco de San Diego de Alejandría.
Dentro de su enfermedad y limitantes, que cada día son más, se programa y asume como responsabilidad ofrecer la celebración diariamente a la una de la tarde. El horario le viene bien a él, y también a algunos familiares, mayores que de alrededor de la manzana entre las calles Jalisco, Marcos Rivera, Pedro Moreno y Madero, acuden a la santa misa.
Se puede decir que se forma una pequeñísima comunidad que se pone en oración siempre a medio día. Esta es pues su actividad más ordinaria, cuando es necesario hace el gran esfuerzo de ir al templo y ayudar en lo que puede. Él se desplaza por su cuenta pero siempre requiere alguna ayuda y asistencia.
A estas alturas de la vida y, en el mismo tiempo que nos ha tocado vivir, esta actitud del Padre Juan Pérez es muy de tomarse en consideración. La vida, como vemos, va dejando solas a las personas, los de su casa, que no eran pocos, han partido ya. Él está en este esfuerzo constante por ganarle a las enfermedades y ofrecer algunos servicios a sus semejantes, mientras pueda. Eso es admirable y es ejemplar.
Hace algunos días en la puerta de su casa, alguien, por ayudar, puso un letrero que decía: "El Padre Juan no está en servicio" Tuvo algunos días más delicados, pero ahora él está dispuesto a escuchar confesiones, a bendecir, a recibir juramentos, algunos le tienen mucha confianza y mucho aprecio por su misma trayectoria. El letrero ya no está y las personas pueden buscar, casi a toda hora, algún servicio espiritual del Padre Juan.
Lo ejemplar es esa alegría de vivir, aún así como él se encuentra, la alegría de brindar un servicio, con no pocos trabajos, la alegría y buen humor al conversar con las personas. Eso es algo muy bueno. Siempre que hay oportunidad quiere ir a asomase a La Peñita a ver como va la obra... a ilusionarse con ese Santuario a Cristo Rey, que tiene presente a los mártires de la persecución y también a todos los fieles cristeros y, no porque todos sean santos, sino porque son parte de nuestra historia y de nuestra vida. Él no puede menos que recordar a su papá que formó en las filas de los soldados de Cristo Rey. El padre Juan se ilusiona con la Peñita porque en este templo recordamos a los que ofrendaron su vida, unos la perdieron en los tres años de lucha, otros la ofrecieron después, cuando Dios lo dispuso.
La Peñita es una ofrenda de esta familia Pérez Gallegos, la del Padre Juan, que quiso regalar todo su rancho para este fin. Lo bueno es que hay personas que lo entienden, que lo aprecian y se comprometen para realizar ese ideal de un hermoso monumento que sea centro de devoción cristiana.
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