Sumario: Una historia triste



Una historia triste

Cuando llegué a Acayucan en 1982, al primero que vi en el Diario del Sur fue a Juan Covix. El domingo pasado, hace seis días, me dijeron que encontraron su cadáver en una parcela escolar, y que tenía la cabeza machacada a golpes con una piedra.
No era Covix -así le llamábamos simplemente todos sus compañeros- un malandro, sino todo lo contrario. Era un hombre de trabajo, de mucho trabajo diría yo. Laboraba desde que amanecía, llegaba al Diario alrededor de las 5 de la mañana, sacaba un par de bocinas que guardaba dentro de un Vocho blanco, las amarraba encima de éste, las conectaba al equipo de sonido, recogía sus periódicos, los contaba y antes de las 6 de la mañana ya iba rumbo al municipio vecino de Soconusco para vocearlos, terminaba en éste y regresaba para agarrarle el corte a las colonias de Acayucan y así hasta que terminaba cerca ya del mediodía...
Se iba Covix a comer y en cuanto terminaba se dirigía a la casa del licenciado Gutiérrez, donde agarraba una camionetita Nissan tipo estacas y esto era dar vueltas de aquí para allá y de allá para acá. Se aparecía en las oficinas del Diario al anochecer, estaba por ahí un rato a ver qué se ofrecía y luego se iba a dormir, porque al día siguiente a las 5 de la mañana tenía que andar otra vez en circulación.
Hicimos buena amistad. Claro, esto después de que un día -muy al principio- me quería romper la madre, ya no recuerdo ni por qué... sería tal vez porque traía algunas copas entre pecho y espalda y algún rencor me agarró, algún agravio de esos que luego comete uno sin darse cuenta. El caso es que me empezó a echar bronca en la oficina y me decía que sacara yo la
pistola para darnos en la madre.
Como no sabía yo ni de qué se trataba -ni me lo explicaba él tampoco- pues simplemente no le hice caso. "Estás borracho Covix, tranquilo..." -le decía un servidor, pero él insistía en provocarme y empezó a darme algunos empujones leves. Me levanté pues, y como recordaba yo que un día antes le había visto una pistola calibre .38 de las llamadas Buldog, y no sabiendo si la traía o no en esos momentos, por las dudas agarré un pequeño portafolios o cartera -de esas que daban antes en los bancos- donde guardaba yo la mía, con el cierre descorrido, abierta, y empecé a recular, a caminar hacia atrás seguido por él que me decía: "¡Sácala cabrón, sácala...!" y así me trajo a vuelta y vuelta alrededor de los escritorios, yo caminando hacia atrás y él siguiéndome al tiempo que me empujaba, levemente, repito; pero le cuidaba yo las manos, no sabía si andaba armado o no. Si veo que echa mano a la cintura -pensé- pues ni modo, aquí se acabó la plática y el que se chingó se chingó...
Pero no fue necesario llegar a tanto, en una de varias vueltas que di, le dije al pasar a la secretaria del Diario que le hablara a la policía, que llegó de inmediato y lo sometieron, se lo llevaron y lo encerraron. Sí traía la pistola, que le quitaron, pero no pensaba matarme, no cobardemente al menos, quería nomás sacarse alguna espina que le molestaba y me estaba dando la oportunidad de que me defendiera. Le llamé al patrón, le dije lo que había ocurrido y le pregunté si debía ir yo a sacarlo de la cárcel en esos momentos. "No -me dijo el Licenciado Gutiérrez-, déjalo que pase la noche encerrado pa' que se le quite lo pendejo..."
Al día siguiente ya ni se acordaba. Me empezó a hablar poco a poco. "Hola Covix" -le saludaba-. "Buenas noches" -contestaba-. "Pues ¿qué carajos te pasó el otro día -le preguntaba yo- que me querías dar en la madre?". "Ah... olvídalo, fue una pendejada..." "Pues sí carnal... pero no andes tomando así, porque una pendejada de esas te puede costar la vida". Y nos hicimos amigos. Cuando por algún motivo faltaba el voceador que lo acompañaba (porque él conducía el Vocho y un muchacho entregaba los periódicos y cobraba) yo lo suplía, terminando la chamba del Diario, cerca ya de las 5 de la mañana, me quedaba otro rato en el taller hasta que llegaban los voceadores, entre ellos Covix y su acompañante, y si faltaba éste me iba yo con él a la voceada.
Casi nunca faltaba Juan Cóvix a trabajar, era muy cumplido, y si alguna vez llegó a faltar lo suplíamos también en la manejada del Vocho para vocear el Diario. Algunos años después -unos doce tal vez- luego de que nos fuimos de Acayucan a Tepatitlán en 1991, pregunté por él al visitar aquella ciudad en el sur de Veracruz, porque ya no trabajaba en el Diario, y me dijeron que andaba de taxista. Meses después abordamos un taxi Enrique Reyes y un servidor, y al sentarnos en el asiento trasero y decirle al chofer a dónde queríamos ir, volteó éste y me dijo: "a poco eres Gustavo..." ¡Quiubo pinche Covix... qué gusto verte! -le dije y tras de saludarnos con afecto nos llevó a una serie de lugares a donde teníamos que ir y no quiso cobrar un centavo.
"Cómo crees que te voy a cobrar -dijo- después de tantos años sin verte, me da gusto saludarte y aquí andamos para lo que se ofrezca..."
Así era Juan Covix Velasco. Muy trabajador, buen amigo, de noble corazón y muy leal. Pero era de los que no se dejan de nadie y posiblemente eso le costó la vida el sábado de la semana pasada. Se cree que lo quisieron asaltar unos pasajeros que subió a su taxi en Acayucan, que se resistió al asalto y lo mataron con saña.
Pero... ¿y los módulos de seguridad que hay a la salida de casi todas las poblaciones, en los que se supone que la policía revisa a los pasajeros que llevan los taxis?, pues existen pero no hay en ellos elementos policiacos ni tienen radios, en Acayucan cerraron el que estaba en la carretera Transístmica rumbo a Soconusco, ya hasta destruyeron la caseta; en Aguilera (municipio de Sayula) hay otro, pero siempre está cerrado; otra población vecina, Oluta tiene un módulo en un camino viejo hacia Sayula, pero lo cerraron porque no tiene luz; y había otro rumbo a Correa, pero lo cerraron también porque lo habían hecho en un terreno particular. A lo largo de toda la Transístmica andan rondando siempre policías de la SSP y de la PFP, pero sólo revisan a los ciudadanos pacíficos, los malandrines pueden recorrer un montón de kilómetros con sus víctimas y ni quien los pare.
A Cóvix lo madrearon, lo mataron, lo encajuelaron y fueron a tirar su cadáver a unos 70 kilómetros de Acayucan. Se supone que el asesinato ocurrió en otro lugar y luego lo metieron a la cajuela (porque había rastros de sangre en ésta), así circularon por la carretera con él encajuelado y luego lo fueron a tirar al monte, y después de esto se llevaron el coche que apareció en otro lugar, distante de donde hallaron el cadáver. Y la vigilancia...?
Normalmente hay (o había) una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública en el entronque de la carretera Transístmica y la entrada a Sayula, que recorría hasta Aguilera y Nuevo Morelos cerca ya de Oaxaca, pero la retiraron porque en el hospital de Oluta está internado un ex síndico de Acayucan llamado Ramiro Villaseñor y lo están cuidando, está en calidad de detenido por un fraude que cometió con placas de taxi, y para no estar en el penal se hace el enfermo y lo tienen en el hospital, y ahí está una patrulla con varios elementos cuidándolo. Se supone que a los reos los pueden cuidar los custodios del penal o la policía Bancaria o la Municipal, y que los grupos móviles de Seguridad Pública son para eso, para andar vigilando en las carreteras, pero...
En el marco del sepelio de su compañero Juan Cóvix, conductores de taxis de diferentes gremios de Acayucan alzaron la voz el lunes a través de los medios de comunicación para exigirle al gobernador de Veracruz que ordene a quien corresponda el pronto esclarecimiento de la muerte violenta de su compañero inmolado.
"Le pedimos de la manera más respetuosa al señor gobernador, que gire instrucciones a todas las dependencias policíacas para que se esclarezca este asesinato, que no quede impune y que no es el único, ya son muchos los compañeros que han sido asesinados; para que retorne la tranquilidad a todo el gremio de taxistas de Acayucan, que el gobernador tome cartas en el asunto y que se llegue hasta las últimas consecuencias", dijo Simón Domínguez.
"Yo tengo mucho tiempo de trabajar aquí en el servicio público y nunca se ha esclarecido algún asesinato, para qué más que la verdad... habemos aquí compañeros que son viejos trabajadores del volante y que pueden explicar todo lo que ha pasado en Acayucan... y no tenemos ningún seguro de vida, los familiares quedan desamparados y ni siquiera se aclaran los crímenes", dijo por su parte Onésimo Antonio Baruch.
Pues ahí está. Yo también pido justicia para Juan Cóvix Velasco.

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