Tepatitlán en el Tiempo

Las golondrinas

Por Juan Flores García

Un buen día, hace tiempo a la llegada de las golondrinas, al medio día después de comer, sentado en un mueble que hay en el corredor me llamó la atención el revoloteo de un par de golondrinas. Estas por algún rato iban y venían y de pronto se pararon en el rincón que forma una media cornisa de un pilar del corredor. Mediante el currucuteo frecuente de estos animalitos, acordaron (según creo) que habían escogido ese rincón para hacer su nido. Y así fue, mi curiosidad tomó forma, me interesé por seguir por espacio de una hora, (que es lo que necesito para hacer sobremesa), seguir decía, con la mirada cada movimiento de este par de tórtolos. Su ir y venir alternadamente fue para traer pequeños trozos de basuritas, como popotes y plumas, pacientemente fueron colocando uno a uno arquitectónicamente formando su nido.
Es increíble el arte que desarrollan estas aves en hacer este lugar que ocupan para anidar. Con atención fui contando los viajes, supongo que no iban lejos del lugar, porque tardaban en promedio unos treinta segundos. La distancia del lugar que ocupa su servidor al rincón es de unos tres metros de altura. Molesta mi familia porque ensuciaban el piso, quisieron espantarlos, pero les hice ver que no siempre tiene uno el honor de convivir con este tipo de huéspedes y tenerlas tan cerca. Así las cosas, estas golondrinas, que son unos pájaros comunes de cola ahorquillada, alas puntiagudas, cuerpo negro por encima y blanco por debajo, se alimentan de insectos que atrapan al vuelo.
Pues bien, este par de aves fueron tenazmente construyendo su hogar, dos días tardaron en terminar esa obra de arte. Nuca tuve antes el orgullo de ser parte visual del trabajo conjunto de dos seres tan pequeños. Después que estuvo terminado ese quehacer, siguieron volando constantemente, los veía como alternando su tiempo, una se echaba y otra salía. A fuerza de vernos (parece que entendían que yo los admiraba) todos los días, ya no les espanta nuestra presencia. Mi curiosidad crecía, contaba el tiempo y unos días después, fui oyendo piar, fue una sorpresa oír el piar de esos pequeños pichoncitos. No sabía cuantos eran, pensé que por lo menos sería dos. Tuve deseos de subirme a una silla para averiguar. Cuatro días estuve esperando, el constante volar para traer el alimento y el fuerte piar de los recién nacidos, armonizaban mi hogar, (no con agrado de mi familia por aquello de la suciedad) por fin logré ver asomar sus cabecitas, cuando al vuelo los papás les depositaban al abrir sus picos el alimento que pasaban, nunca le dan dos veces al mismo sino hasta que le vuelve a tocar su turno. Descubrí que no fueron dos como creía, nacieron cuatro. Tres días después asomaban sus cabezas, juntitos, veían a todos lados, luego después de dos días ya se paraban sobre el bordo del nido ya emplumados. Cuatro figuras pequeñas empezaron a hacer sus pininos intentando volar, uno a uno volaban sobre mi pequeño espacio, luego regresaban al nido, los papás parados en la cornisa, parecía que les decían como lo hicieran, luego ya volaban más lejos.
En el patio hay una escalera para la planta alta, en la barda que divide la casa, que al estar en el piso de arriba se alcanza a tocar, en ella se paraban las golondrinas, y tan quietas que no las espantaba mi presencia. Al alcance de mi mano, tuve la suerte de tomar una, pararla en mi dedo y acariciarla ¡Qué satisfacción sentir aquel plumaje tan fino! con razón el hermano Francisco de Asís platicaba con los animales, por eso los llamaba hermanos y estos sienten el amor que se les brinda.
Por varios días me deleité con estas nuevas golondrinas, luego ya no las volví a ver. Se antoja al relatar este acontecimiento, tener el don de la poesía, para componer de ellas un poema. Este don que tiene nuestro ilustre y gran amigo Luis Gutiérrez Medrano, porque sentimos tan cerca de uno a Dios, a través de una de sus obras maravillosas como lo son las golondrinas, queda el alma sometida a la influencia de una fuerza sobrenatural.
Al poco tiempo hubo otra camada, fueron cuatro más. Estos apenas hace días dejaron el nido y en poco tiempo ya no se verán. Seguramente se reúnen en esos lugares que conocemos, de los que partirán para otros lugares. Hace muchos años se decía que las golondrinas se iban el 21 de septiembre, en la actualidad aún en octubre todavía las vemos.
Al terminar mi relato, agradezco al Creador, que me permitió ver de cerca su obra, ya estamos muy ocupados para darnos el tiempo de admirar como esos seres tan pequeños, inquietan para motivarnos al trabajo constructivo, ésta que su servidor experimentó con este tiempo dedicado a esos animalitos, relajó mi espíritu y aumentó mis ganas de decir que así fue Tepa en el tiempo.

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