Padre Miguel Angel

Una historia de la vida real

Por el padre Miguel Ángel

Me platicaba un amigo que hace varios años tuvo la oportunidad de ir a la India; dice que vio a una madre hindú cortarle el brazo derecho a su niño con un hacha. El recuerdo de la impotencia de la madre reflejada en sus ojos, y el grito de dolor de la inocente criatura de 4 años, todavía le persiguen hasta hoy.
Uno se podría preguntar por qué hizo tal cosa la madre; ¿se habría portado mal el niño?, ¿se le habría infectado la mano al niño? No, aquello fue hecho por dos sencillas palabras: ¡para mendigar! La desesperada madre había lisiado deliberadamente al niño, para que éste pudiera salir a la calle a mendigar.
Tomado por sorpresa por la escena, dejó caer un trozo de pan que estaba comiendo. Y casi instantáneamente, un grupo como de cinco o seis niños se abalanzó sobre el pedacito de pan cubierto de arena, arrebatándose trocitos el uno al otro. La reacción natural del hambre.
Impactado por lo acontecido, le pidió a su guía que lo llevara a la panadería más cercana. Visitó dos panaderías y compró todo el pan que pudo hallar en ellas. Los dueños, sorprendidos pero de buena gana, vendieron todo su producto. Invirtió menos de $800 al adquirir unas 400 rebanadas de pan (a menos de $2 la rebanada) y gastó otros $1,000 para comprar otros artículos de primera necesidad.
Así, volvió a la calle con un camión lleno de pan. Mientras distribuía el pan y los artículos de primera necesidad entre los niños (la mayoría lisiados) y unos cuantos adultos, recibió alabanzas y agradecimientos de parte de los infortunados. Por primera vez en su vida se preguntaba cómo podía la gente sacrificar su dignidad por una rebanada de pan que costaba menos de $2. Comenzó a decirse a sí mismo cuán afortunado era. Cuán afortunado de tener un cuerpo completo, de tener un empleo, de tener una familia, de tener la oportunidad de quejarse acerca de la calidad de la comida, de tener la oportunidad de vestirse, de tener las muchas cosas de las que esta gente frente a él estaban desprovistas.
“La satisfacción no es la realización de lo que queremos, es el reconocimiento de lo mucho que ya tenemos”.
Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra se abre; pero muchas veces nos quedamos mirando la puerta cerrada por tanto tiempo, que no vemos la que se nos ha abierto.
Si bien, es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, no es menos cierto que tampoco sabemos lo que nos ha estado faltando, hasta que nos llega.
La gente más feliz no es la que tiene lo mejor de todo; simplemente la que sabe aprovechar al máximo todo lo que le viene.
El futuro más brillante siempre estará basado en un pasado olvidado; no nos podrá ir bien en la vida, hasta que soltemos nuestro pasado de fracasos y quejas.

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1 Comentarios

  1. EXCELENTE...LO FELICITO POR TAN HERMOSA MORALEJA DE LA VIDA REAL..Y SI..ES LA PREPARACION ES LA MANERA,EL MEDIO AMBIENTE DE VIDA,LO QUE RODEA AL SER HUMANO,SUS COSTUMBRES FAMILIARES,Y VALORES SOCIALES,ETC...ESTOS FACTORES QUE ACABO DE MENCIONAR SON FUNDAMENTALES PORQUE DE ACUERDO A LA CIRCUNSTANCIA Y/O SITUACIONES VIVIDAS DEL SER HUMANO VAN A SER LOS DETONANTES PARA APRECIAR CADA INSTANTE DE LA VIDA..LO FELICITO POR TAN ACERTADAS PALABRAS..MIL FELICITACIONES PORQUE AUN EXISTEN PERSONAS CON TAN HUMILDE CORAZON PARA APRECIAR LO BELLO DE LA VIDA..Y LA INTELIGENCIA ACOMPAÑADA CON LA SABIDURIA APROPIADA HACEMOS MARAVILLAS..DEMOS GRACIAS A DIOS POR CADA INSTANTE DE LA VIDA..TENEMOS QUE ABRIR EL CORAZON A RECIBIR...

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