Por qué irrigar las raíces del alma

Por Jesús Arrieta

Una cultura que cultive el crecimiento de las personas, es una conquista que se ha de sostener con un mantenimiento; ¿o acaso se gana un alto nivel para bajar de él al día siguiente?... No tiene ninguna trascendencia ganar “la copa de América”. Para que el campeón del futbol del continente no se sostenga, más que unos días en el liderazgo.
Igual pasa con la cultura que sólo se ve una expo del libro y resplandece en unas cuantas conferencias por encima de las grandes multitudes a las que no desciende el fermento de la sabiduría.
Negar al pueblo hambreado “La cultura que hace crecer el pensamiento racional”. Hoy nos atora en el pantano de la depresión maniática y la esquizofrenia de los maniaco-energúmenos, que hacen incurable el mal de “incomprensión de la vida”. Lo cual, claro está: se traduce a un fortalecimiento de los déspotas y a un acaparamiento (“arriba”), de los privilegios.
Si alguien afirma que la estructura de un país se hace con un 85% de “jodidos”, 10% de privilegiados, y 5% de clase dominante que coloca en el extranjero lo que saquea (evadiendo impuestos) del país que explota; está olímpicamente practicando la destrucción nacional y el totalitarismo despótico; y no el capitalismo como muchas personal, así lo piensa.
Este es el verdadero limbo de la multitud-masa que no alcanza a degustar la cultura, porque “las elites de los aristócratas” hasta hoy no lo han permitido; antes bien, hacen descender a la atorrante vida de los angustiados, la peor basura que pudre todas las esperanzas de superación (ver materialismo y consumo).
Bástenos ver los grandes espacios de los medios de comunicación masiva, ocupándose con “material” que envilece a los seres por la vía subconsciente y emocional, como si persiguiera destruir todas las vías que conducen a una perfección y al contrario acorralar a los millones que forman las mayorías en el estiércol de las vacuidades.
Y es que la causa de todo eso, es que se tiene por gran astucia adormecer, embobar y encantar a los angustiados, para que no se resistan al despacho del “gandalla”.
Los países que no salen de este establo inundado por la propia amargura que ahoga la sana inteligencia, son ejemplo del bloqueo de la cultura. Tan necesaria para una estabilidad sostenida del desarrollo económico y humano, pero… que frenan “los intereses de clase”.
En los 500 años de historia moderna de las naciones americanas, México es botón de muestra de ese despotismo que se adueña de lo cultural que tampoco aprovecha; pues tanto la clase dominante que acumula beneficios, como la clase dirigista que se aferra al control perverso de las conciencias, son ese fatídico materialismo que oscurece “el camino” por donde se saldría del tenebroso laberinto.
De poco sirve una gran solución para este problema que nos desarma “la sociología de la nación”, mientras la sustancia civilizadora no sea absorbida por las mentes de las multitudes de componen el tejido social de la nación.
Y de nada en absoluto si en su lugar se inyecta en los cerebros: lecciones de perversidad como la de “la doble cara” que solo hará más feroz el sentimiento de división y despojo que la corrupción “institucionalizó” para dividir la nacional que el partido totalitario necesitaba neutralizar para eternizarse en el poder, cobrando todas las facturas a un pueblo vencido.
La lógica más elemental, nos enseña que una ciudadanía intoxicada por la ignorancia, a su vez será origen de las cuarteaduras y aflojamiento en la capacidad productiva de cualquier parte del mundo; porque ningún país puede funcionar con personas inexistentes y abatidas.
En el trabajo anterior, subrayé que la calidad humana es producto de saber ser, al mismo tiempo que en mis caricaturas denuncié que el vicio es el peor estado de las personas. Asunto que traigo de nueva cuenta a esta página, para puntualizar que también el vicio repetir la actitud de fingir decencia, para encubrir las malformaciones del alma, a la que sometió a la mentira de la conveniencia de “engañar para despojar”.
Porque dicha sea la verdad, el engaño de frutos donde hay ignorancia; y se falsifica “a los desconocido”, propicia el atropello donde se niega la cultura en la raíz que da el mantenimiento a todo el árbol social”.
Es legítimo promover la sana inteligencia para que en las gentes se convenzan del innegable acierto de una cultura que encumbre los valores y la virtud, porque en esto consiste el mejor estado de las personas que hacen fructificar la civilización.

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