Sumario: Lo acribillaron



Lo acribillaron

Una noche de 1990 -serían tal vez las 10 de la noche... si no recuerdo la fecha exacta mucho menos la hora- avisó alguien a la Redacción del Diario del Sur que había una balacera a la entrada de Oluta, un municipio vecino al de Acayucan en el sur de Veracruz, que a estas alturas ya casi está conurbado, entre uno y otro sólo quedan los terrenos que rodean a la Casa del Mangal, que como la Casa Rosada en Argentina, la Casa Blanca en Washington o Los Pinos en la Ciudad de México, es el asiento de los poderes municipales del segundo, esto desde que el palacio municipal en el centro de la ciudad quedó en desuso por la voluntad y decisión de Cirilo Vázquez Lagunes, el cacique asesinado que dejó en la alcaldía a su hija, a quien acaba de relevar su otra hija.

Era la gente de Cirilo Vázquez la que andaba a los tiros, o quizás la de su hermano Ponciano que para el caso es lo mismo, eran los únicos que nos daban la nota roja relacionada con balaceras. Salimos pues rápidamente de las oficinas del Diario el reportero Angel Gabriel Fernández y el que esto escribe, y cuando llegamos al lugar que nos habían reportado todavía se escuchaban los tiros porque le daban gusto al dedo en el gatillo, pero también se escuchaban ya las sirenas de las patrullas policiacas que acudían a ver qué pasaba y para detener a alguien, si se podía…

Llegamos pues al mismo tiempo, de Oluta los policías y de Acayucan los periodistas, y del punto de encuentro salían rechinando llantas las camionetas de los pistoleros. Y como el único vehículo que se quedó fue el que conducíamos, pues en lugar de perseguir a los rijosos la policía la agarró contra nosotros, nos sacó del auto y con malos modos -los que se acostumbran- nos subieron de aguilita a una patrulla. Por más que les decíamos que éramos periodistas y que andábamos trabajando, “¡qué periodistas ni qué la chingada!, vámonos… pa arriba” y fuimos a parar a la cárcel.

Seguimos alegando, o tratando de alegar: Oiga pero trabajamos en el Diario del Sur y venimos por la not... "¡Cállese cabrón!" y ¡rájale! me voltearon la jeta con un revés. No pues... así por la buena sí. No había manera... los policías andaban jariosos, bueno, quizás la palabra jariosos no sea la indicada, nos hubieran violado, digamos que andaban excitados por la balacera a la que casi llegaron a tiempo, el caso es que estaban como Gabino Barrera, que no entendía razones andando en la borrachera.

Ya sabrían ellos quiénes habían sido los gatilleros, pero con esos ni meterse... era más fácil encerrar a los periodistas.

¿Y ahora?, todavía no terminábamos la edición del día siguiente y encerrados...

Cuando nos metían al bote vi a don Juan Andrade, el síndico de Oluta, que estaba afuera del palacio municipal y le hice una seña de que hiciera algo por nosotros, pero qué podía hacer el pobre hombre si los guardianes del "orden" estaban como energúmenos...

Pero algo hizo don Juan seguramente, porque una hora después se presentaron a la comandancia de Oluta el inspector de policía de Acayucan, Ricardo Romero Vergara y el comandante de la entonces Policía Judicial en aquella plaza, Germán Díaz Lozano, y nos rescataron.

Ricardo Romero sigue en Acayucan y recientemente volvió a ocupar el mismo cargo, responsabilidad que acaba de dejar esta semana para dedicarse a un negocio de telefonía celular que tiene, es un buen policía, gente de trabajo. A Germán Díaz Lozano lo asesinaron a tiros hace unos días -el Día de Reyes- en Tres Valles, donde acababa de tomar posesión como comandante de la policía municipal.

No sé en qué andaría metido, supongo que en nada relacionado con la mafia, porque según la hipótesis que del homicidio tiene hasta ahora la Procuraduría de Justicia no fue el crimen organizado quien lo asesinó.

Al mediodía de ese domingo el comandante Germán Díaz Lozano, de 66 años de edad, caminaba por el centro de Tres Valles, vestido de civil, cuando un sujeto que bajó de una camioneta en la que viajaban varios desconocidos le disparó cuatro balazos, que le pegaron en el abdomen, el tórax, la espalda y en una mano.

"No se advierte -dice la Procuraduría- que los autores del homicidio sean tiradores profesionales, por los blancos que hicieron en el cuerpo, por la cantidad de disparos y porque no hubo el tiro de gracia característico de criminales organizados".

Pero para el caso es lo mismo, lo sorprendieron y lo mataron, y de nada le sirvió el chaleco antibalas que llevaba puesto. Deben ser una porquería de chalecos, porque los buenos, los que traen los mafiosos encima, a esos no les entran las balas.

Según la Procuraduría de Justicia del Estado, la Policía Ministerial y elementos de Seguridad Pública montaron un operativo inmediatamente después de que ocurrieron los hechos, y que ya se tienen -dice- algunos indicios acerca de los autores del homicidio, "por lo que se espera que muy pronto sean capturados y paguen por este hecho delictivo".

Cinco días y medio duró en el cargo el nuevo comandante de la policía en Tres Valles. Y es el primero, "Cero y va uno" cabeceó al día siguiente el Diario Política la nota. Porque van a seguir cayendo, porque está llegando gente nueva a dirigir las policías municipales, no nueva de edad, sino gente que no estaba en la zona a la que fue asignada, y que seguramente no fue "debidamente instruida" acerca de qué hacer y qué no hacer en su municipio.

Porque me dicen que los alcaldes ninguna injerencia han tenido en el nombramiento de los jefes policiacos, que se los han impuesto desde la Secretaría de Seguridad Pública y que está mandando ésta -por lo menos al sur- a pura gente desconocida, "da la impresión -comenta un colega de aquella zona- de que se trata de allanar el camino para que alguien se pasee tranquilamente por aquellos rumbos".

No sé si tendrá razón en su apreciación este compañero, desconozco qué amistades tendrá el General que es Secretario de Seguridad Pública, pero en todo caso no se manda solo...

Pero bueno... Termino de contarle la historia. Salimos de la cárcel mi compañero y un servidor, y una hora después se comunicó desde Xalapa el Secretario General de Gobierno para disculparse por lo acontecido.

Dijo que no quedaría sin castigo la arbitrariedad de los policías de Oluta, pero al día siguiente no amaneció ninguno en la comandancia, unos dejaron las armas, otros se las llevaron, pero todos desaparecieron, pusieron tierra de por medio, no sé si por miedo a los pistoleros que armaron la balacera, o al castigo por pasarse de rosca, pero no se volvió a saber de ellos hasta mucho tiempo después de algunos, andaban por Jesús Carranza, por Oaxaca, pero esa misma noche en la madrugada tiraron la toalla.

Y eso que en aquel tiempo había que lidiar sólo con los pistoleros de Cirilo y Ponciano Vázquez, ahora la cosa está peor porque el territorio veracruzano está infestado de mafiosos y de sicarios. En los días que corren se necesita ser héroe para trabajar como policía, o ser cómplice, de lo contrario los mandan al matadero...

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