Pónganse de acuerdo
Tal vez sea mucho insistir en el tema y de cualquier modo nada hará que se acorte el tiempo de espera del nuevo Hospital de Zona del IMSS. En la edición anterior relaté cómo percibí el área de emergencias de esa casa adaptada como nosocomio. En esta ocasión contaré cómo no se coordinan médicos y enfermeras de diferentes áreas del Seguro Social, lo que provoca que pacientes en estado delicado tengan que trasladarse de un lado a otro en vano.
Quiero recalcar, sin embargo, que al mismo tiempo que enumero las muchas carencias del IMSS que cualquier derechohabiente puede ver, reconozco que el personal prácticamente hace milagros al tener que trabajar con tanta gente y con tan pocos recursos, lo que pone de malas a más de una enfermera pero el trabajo se sigue haciendo. Como ya había escrito en la columna anterior, tengo una familiar, ya viejita, enferma en mi casa. Esta semana necesitó atención médica de nuevo y, otra vez, en urgencias en el Hospital de Zona del IMSS que está en la colonia Jardines de Oriente. No fue nuestra primera opción, porque antes acudimos a la Cruz Roja pensando que la atención sería más rápida, pero debido a la gravedad del caso, tuvimos que trasladarnos forzosamente al IMSS y ahí empezó la odisea que no por ser la misma que debemos pasar todos los derechohabientes, deja de tener sus matices.
Los problemas empezaron cuadras antes de llegar al hospital. El edificio está rodeado de calles empedradas o de plano de terracería, con muchos baches. Cuando las ambulancias o cualquier vehículo en que llevamos al enfermo llegan, o deben ir despacio para no lastimar más a los pacientes, o circulan rápido para no perder segundos valiosos, al tiempo que los pacientes prácticamente brincan de la camilla por las piedras en el camino.
Mi familiar ingresó al hospital y fue atendida. Le colocaron suero, medicamentos y una sonda. Pasó la tarde y llegó la noche. Emergencias es un lugar deprimente: los pacientes son tratados en camas y en sillas y en el mismo espacio hay accidentados, niños enfermos e impresionables, mujeres que van a dar a luz. En fin, todo tipo de pacientes junto con un familiar que los cuida, muchas veces de pie ante la falta de mobiliario. Una paciente fue operada por la mañana y dada de alta en la tarde, porque no había suficientes camas para recuperación. Otra, que estaba internada en emergencias, prefirió escaparse cuando se sintió bien sin que nadie se diera cuenta.
En el cambio de turno mi familiar afortunadamente fue dada de alta y pudimos llevárnosla a la casa, pero no le retiraron la sonda. La doctora del turno le explicó a la enfermera que a su vez nos explicó a nosotros que al día siguiente debíamos llevar a nuestra paciente a curaciones, en la Unidad Médico Familiar, la que está en la Alameda, para que le quitaran la dichosa sonda. No nos dijo nada más, no nos dio una orden escrita, ni siquiera nos dio copia del alta. Nos fuimos cerca de la medianoche sin un solo papel que demostrara que mi familiar había sido atendida esa tarde en urgencias y, aunque fue dada de alta, no puede hacer ningún esfuerzo porque corre el riesgo de recaer. No puede caminar, no puede levantar cosas pesadas y no puede subir escaleras, aunque nosotros vivimos en un segundo piso.
Así, pues, sin orden y sin indicaciones, mi familiar bajó otra vez la escalera de mi casa para llevarla al área de curaciones de la Unidad Médica Familiar a que le retiraran la sonda que todavía tenía puesta. Ahí, la enfermera encargada, que probablemente habría tenido una mañana pesada (o tiene un mal humor permanente), nos dijo tajantemente que ella no quitaba sondas sin una orden por escrito de un médico. De nada valieron las explicaciones sobre que la doctora de emergencias no nos había dado ningún papel. Tuvimos que buscar un médico y encontramos al Director de la Unidad, quien amablemente vino a curaciones a resolver el caso. Él nos explicó que antes de retirar una sonda, el paciente debe hacer ejercicios durante al menos dos horas (indicación que nunca nos dijeron en emergencias) y que se debe pinzar el tubo. La enfermera, que en cuanto vio al Director, mágicamente se puso de buenas y cooperadora, metió su cuchara diciendo que precisamente nos estaba explicando esos detalles (lo cual era mentira, pues
sólo se limitó a negarnos el servicio), y tuvimos que irnos igual que como llegamos, con todo y sonda, porque aún no era tiempo de retirarla. Al menos nos dijeron que podíamos hacer ese procedimiento en casa. Si nos hubieran dicho todo eso la noche anterior en emergencias, le habríamos evitado a mi familiar el gran esfuerzo extra que hizo y que pudo causarle otra visita al hospital.
¿Por qué pasan estas cosas? No sé. Sabemos que el Hospital y la Unidad Médico Familiar son áreas con administración independientes, pero los protocolos de procedimiento deben ser los mismos. Tal vez la doctora de emergencias no se daba abasto con tantos pacientes que revisar (estaba en consulta cuando le dijo a la enfermera lo que debía decirnos a nosotros al dar de alta a mi familiar), tal vez se le olvidó que debía darnos una orden escrita para Curaciones. Ésta sólo es una historia de los cientos de casos que se ven allí semanalmente y se la cuento porque me consta.
Se solicitan mujeres
El Instituto Tepatitlense de la Mujer se encuentra organizando un curso para que cualquier ama de casa que esté interesada en aprender a manejar máquinas industriales de ropa. Blanca Villaseñor, coordinadora del Instituto, explicó que al tiempo que estén aprendiendo, las mujeres que participen pueden organizarse en una cooperativa y los mismos organizadores del curso orientarán a quienes le entren a colocar la mercancía una vez que las estudiantes comiencen a producir. Por lo pronto ya están anotadas diez, pero hacen falta más para arrancar el curso, por lo que quienes quieran participar pueden comunicarse al Instituto de la Mujer, en la Unidad Administrativa a espaldas de la Central Camionera o al teléfono 715 5555, con Blanca Villaseñor. Hay que aprovechar.
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