Paco Rentería otra vez en Mexti: música y libertad

Por Jesús Gutiérrez Pulido

El cielo ha hecho una pausa esta noche de Mexticacán.
Las nubes amenazantes de la tarde se recorrieron dejando el escenario a placer; el clima resulta tan agradable que el concierto que está por iniciar, se espera no tenga contratiempo.

Sin oscurecer del todo, gris la tarde, luego de la música ambiental que hizo el llamamiento, salen del escenario los músicos que acompañan al guitarrista tapatío, motivando con la introducción a los asistentes. Debo aclarar que Paco Rentería hace 8 años dio un concierto en el marco de la feria decembrina del año 2000, sólo que aquella vez las lluvias de cabañuelas impidieron que se llevara a cabo la presentación en la plaza de armas, siendo el auditorio de la Casa de la Cultura, donde apretujados y entumidos por el frío, asistimos a ese ritual musical que desde siempre lo distingue. Aquella vez y a pesar de no conocer sus interpretaciones la fuerza que imprime logra enderezar los ánimos y acabamos por movernos a su ritmo.

Desde aquel día supe que la guitarra tiene más vericuetos que los que hasta entonces suponía.

Hoy, aquí, luego del inicio que augura ser una noche de recuerdo, sale del salón de cabildo el intérprete con un atuendo blanco del todo y se integra a la melodía ejecutada, imprimiendo su toque diestro en el requinto.

Pronto notamos que estamos ante un gran artista y todavía no entendemos cómo pudo ser posible que haya venido, en fin, el público luego se amontona para estar cerca y poder apreciar no solamente la música, sino todo el desplante de energía que cada ejecutante imprime. A su vez esto ya toma vereda de gusto en todos, y al decir todos, me refiero que los hay de 5 años hasta 70.

La atención está ganada. La magia de este grupo radica pues, en que se desatan los sentimientos por que pareciera que sin mayor dificultad aparecen sonidos distantes y distintos que maravillosamente coinciden para lograr estas canciones sin cantante.

Ahora dueños del escenario, saltan de un ritmo a otro con tamaña naturalidad, que sólo nos queda admirar su capacidad para transportarnos. Aquí, en una sola interpretación asoman destellos de culturas de los continentes de que está formado este planeta. Yo pensé ¿Cómo es posible semejante creación tenerla en una canción? No pude responder a mi pregunta porque el remolino musical nos fue llevado conscientemente a paladear nota tras nota porque ya fuera Emmanuel y su violín con la chispa de su ejecución y su cuerpo contorsionándose, como Juan Carlos matizando con extraños sonidos de su flauta que nos inventó de plano un mundo raro; ¡y el toque de naturalidad que Chemis Santillanes con su trompeta! de plano inundó una y otra vez ese mágico sentir de lo mexicano, dando también las pausas adormiladas de su interpretación con extraña armonía.

Qué decir de Luis Palacios, con piocha de samurai, se recreaba acariciando su guitarra eléctrica y sacaba tintes crepusculares de encendido matiz. Cosa que le hace merecedor de ser miembro de esta fabulosa agrupación.

¡De Roberto Quintero y Lidia Aguilar! ambos en percusiones y con sus rostros descarnados, fueron el desplante de pasión retumbando sus sonidos a este ritmo caribeño o de la lejana África, nos deleitaron con una probada sustanciosa que nos puso a solfear contestando nosotros con aplausos.

¡Aja!, van pasando los instantes pero hemos aquietado todo asunto porque nos está prohibido el desdén. Párvulos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad estamos con las palmas aderezando esa libertad que se expresa en las interpretaciones, a lo que Paco con halo místico, nos convida a que aunque sólo por hoy… ¡vivamos el momento!... Ha sido de pocas palabras pero cargadas de filosofía y entrega. ¿Qué mas bondad que compartir este día?, del que luego agrega puede ser el ultimo.

Pues, el viaje que ahora nos tiene en las nubes y en la tierra, donde además Cesar Corona y su bajo marcan la armonía que genialmente Luis Quintero acompaña con su guitarra, enmarcan el ir y venir de unas manos que vuelan (literalmente) de una cuerda a otra como desmarañando en síntesis universal la voz de los pueblos hechos melodía, ritmo y expresión.

El agasajo fue un buffet. El estruendo que por momentos nos incitaba a lo desconocido, en un instante era un suave arrullo de violín ó un cantar de la flauta. Se revolvían los ánimos y de aquel torbellino de virtud, las energías pueblerinas fueron desatándose gradualmente hasta llevarnos al éxtasis (que no suene a lívido) sino a contagio de gozo familiar avivado por el respeto de todos los asistentes.

Vimos también que los del escenario no eran sólo músicos sino revolucionarios de la vida. Se sentía pues, que allí no tenían cabida los tibios y por lo apreciado podemos asegurar que todavía existen personas que hacen lo que les gusta y nada mas. Lo demás es añadidura.

Qué bueno por nosotros por la experiencia de vida, por cultura general digamos, ya que un servidor pudo cruzar unas palabras con Paco Rentería, y al sólo estrechar su mano comprobé, que aun que parezca un ángel de virtud (y lo es en su vida), pisa firme la tierra. Él que ha conquistado exigentes públicos y lo respalda una fama conseguida a pulso.

Mientras en el oriente una luz parte la oscuridad y el viento cargado de humedad nos dice que viene la tormenta.

Luego el resoplido de la noche se convierte en lluvia de gotas gruesas; pronta llovizna que enseguida se disipa. Ahorita que termino la crónica, sólo el sonido del reloj marca los instantes y la música aún bulle por mis poros… es medianoche.

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