Por Juan Flores García
Como si fuera ayer recordamos con toda claridad, que cualquier enfermedad nos la curábamos con hierbas o pastillas. Tuvimos muy cerca de nosotros, al alcance de la mano todo lo necesario y haciendo un resumen de todo aquello que usábamos para aliviarnos mencionaremos que primero era la Fe en el Señor de la Misericordia, y luego las hierbas.
Y para esto nada mas teníamos que ir al patio de la casa, donde por lo menos había árboles de limón, naranja agria, guayabo o arrayán. En las macetas o en la tierra había manzanilla, la flor de azalea, el epazote, la hierba buena, el anisillo, toronjilillo, o el té de limón. No había enfermedad que no se curara, porque si estábamos hartos, cuécele estas hojas de esto para la indigestión. Otras eran para el dolor de muelas, reumas, resfriados, pulmonía, dolor de oídos, cortadas, raspones por tropezar andando sin zapatos; para la roña y los mezquinos, para torzones, para el chorro y tantas cosas más que teníamos, sobre todo los chiquillos que agarrábamos todas las enfermedades igual que los grandes.
Como todo se curaba en la casa, sólo había tres o cuatro boticas, solamente para cuando ya no había lucha nos llevaban con los boticarios. Así se las ingeniaban nuestras madres para curarnos, porque para el cuidado de los hijos no hay como ellas. Las hierbas aparte de ser curativas, también hacían lucir bonita la casa con toda la alegría que dan con sus flores diferentes que nos daban un bonito olor a la casa que trascendía por el día y la noche.
Para aliviarnos más pronto y sin tanto enjuague, un famoso doctor que era de Arandas, el Doctor Marcelino Álvarez, quien era muy humanitario y benefactor de la gente necesitada, puso sus conocimientos médicos al servicio de la gente y hacia sus propias medicinas, en tabletas, gotas, cataplasmas y sobre todo aquellos tan efectivos papelitos que contenían polvitos que curaban dolores de muelas, de oídos y jaquecas, era la tan efectiva Normalgina.
Hacía también las pastillas anti biliosas Álvarez que era un laxante. La Sallaxohepatica que curaba indisposiciones del estomago, cólicos hepáticos. El Antiflogidol la cataplasma tan usada para dolores de espalda. Para curar aquella terrible tos ferina, el asma, bronquitis, ronqueras, y tos espasmódica eran las llamadas Gotas Finatos. Luego para curar resfriados, gripa, neuralgias, de estas neuralgias decíamos que eran porque estábamos débiles por falta de alimento. Como en aquellos tiempos casi todas las madres criaban a sus hijos y para que les alimentara la leche, tomaban el Galáctologo Álvarez que también servía para las trasnochadas. Todas estas medicinas las comprábamos en los tendejones por cinco centavos.
Así con estas sencillas medicinas en todas sus formas aliviábamos nuestros padeceres y este famoso doctor Marcelino Álvarez pasó a la historia, porque no sólo se le conocía en Los Altos, su medicina fue muy procurada, por lo menos allá en Guadalajara, cuando no nos acordábamos del nombre de la medicina, decíamos que era para curar gripa, que nos dieran del Dr. Alvarez y nos entendían.
Que lástima que por alguna causa ya no se siguió vendiendo todo esto, sobre todo la Normalgina que la verdad, casi todo dolor curaba.
Los habitantes de Arandas deben sentirse muy honrados por contar entre sus habitantes a personas que se han hecho famosas por su afán de servir al prójimo. Ya que nos tocó a los de Tepa tener como hijo adoptivo de esta tierra, al gran Maestro de la Música don Crucito Ramírez, que dirigió aquella famosa banda de música de la que tantas veces hemos hablado. Por eso los alteños estamos orgullos de haber conocido a estos personajes, unos por proporcionarnos los medicamentos para que pudiéramos estar sanos y disfrutar plenamente de las notas musicales, que brotaban de los instrumentos que aquellos niños y jóvenes tocaban bajo la dirección magistral de don Crucito.
Pero bueno, como todo tiene su fin, ellos tuvieron que partir en su tiempo, dejándonos buenos motivos para recordarlos con amor, porque cada uno en lo suyo se ganaron un lugar que seguramente Dios les tuvo que dar en la Gloria tanto al Doctor Marcelino Álvarez como a Don Crucito Ramírez como le decíamos cariñosamente. Este último quedó para siempre en nuestra tierra que hizo suya, ya que sus restos reposan en nuestro panteón municipal y con esto decimos que así fue Tepa en el tiempo.
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