+ 80 años de la epopeya de los héroes Guadalupe Martínez y Refugio Mena
Por. Mtro. Juan Antonio Palos Alcacio
Cronista municipal
San Diego de Alejandría, Jal.- El 10 de septiembre de 1928 fueron perseguidos, emboscados y acribillados, dos de los 250 soldados de Cristo, pertenecientes al Regimiento Cristero de San Diego de Alejandría, dos grandes amigos y compañeros; valientes, decididos y llenos de Amor a Cristo Rey y fieles a la Causa de la Libertad Religiosa.
“El charrito” J. Guadalupe Martínez; un gran jinete, montaba a pelo, aferrado a las crines, de muy buena puntería, sagaz y astuto, de esas características era el tamaño del héroe de San Angel, de baja estatura.
Guadalupe Martínez. Hombre de ley y una sola palabra, joven de edad, aproximadamente 35 años, nace en la ranchería de San Angel, municipio de Purísima deL Rincón, Guanajuato, colindando con San Diego al sureste, conocedor de la orografía sandieguense tales como: El Palenque, El Chapín, Las Gavias, El Gallo, La Mesa de los Timbes, de Salgado, La Culebra, Coachalotes, etc. y todo el Cañón de Jalpa, por supuesto con sus respectivas cañadas y cuevas.
De mucha utilidad eran esos fuertes en la gesta heroica cristera. Su participación fue de mucha importancia, porqué nunca desmayó, ni cansó ni se dejó sobornar, desde el inicio el 31 de diciembre de 1926 hasta su muerte, este 10 de septiembre, se conmemora el Ochenta aniversario.
Su habilidad a caballo y la fidelidad a sus metas religiosas, logró colaborar en el triunfo de varias batallas, en plena carrera a galope, tomado de una mano de la cabeza del equino y en la otra el arma, causaba muchas bajas, dicen, no desperdiciaba el parque ni el esfuerzo, era “El ojo del huracán” del Regimiento Cristero, tanto era su agilidad a caballo, que se protegía de los balazos en la barriga de su cuaco, su estatura le facilitaba esa y muchas hazañas, sin dejar de hacer fuego a los federales del Ejército Nacional, comandado por el sanguinario Gral. Miguel Z. Martínez, y Ubaldo Garza, a sus contingentes les provocó muchas muertes en la victoria de la Mesa de los Timbes, por dos veces en el mismo lugar en un mes.
Por esas cualidades se le perseguía y ofrecían dinero para atraparlos, a pesar de ser Capitán Io, fue muy obediente y leal a sus jefes mediatos; el Tte, Cnrl. Toribio Valadez López de San Diego de Alejandría, del Cap. Víctor López del Escuadrón de Jalpa de Cánovas, de los Grales. don Miguel Hernández de San Julián, y Victoriano Ramírez “el 14” de San Miguel el Alto.
El Oficial J, Refugio Mena, amigo inseparable, siempre al lado de Guadalupe, “El Charrito” jovenzuelo; pero con las agallas de muchos hombres maduros, no se queda con pocas cualidades, muy capaz con las armas, buen jinete y lo significativo para un Soldado de Cristo, fiel a sus raíces históricas y principios católicos, recibidos de sus padres los señores Felipe Mena y Narcisa Ramírez, vivían felices trabajando para la hacienda El Vergel, municipio de San Diego de Alejandría, un muchacho lleno de valor y amor a la Virgen de Guadalupe; en ese lapso de tiempo, que Dios le permitió vivir sus escasos diecinueve años, forjó su carácter, su entrega, su obediencia, y valentía, así alcanzó a ser héroe de San Diego, pues con su sangre regó las tierras alteñas y del Bajío.
Se les conocía mucho en el entorno geográfico y en la milicia cristera, eran muy simulares, como si fuesen padre e hijo, luchaban por los mismos ideales y netas “Cuco y Lupe”, codiciados por los guachos de Calles.
Su última hazaña victoriosa fuel día 2 de septiembre del 28, en la Toma de la Estación del Ferrocarril y la ciudad de San Francisco del Rincón, como siempre ellos dos eran los de la avanzada, en esta ocasión lo acompañaron otros valientes cristeros de San Diego, Modesto Guerrero y Eulogio González, más otras dos tropas, para tomar la ciudad, una por el norte y otra por el sur.
Aquí en este tiroteo, pues no llegó a más, porque no había el numeroso ejército federal que se les comunicó y no pasó a mayores, sólo murieron cuatro o cinco, que vigilaban la estación, y esperaban el tren de Juárez a La Cd. de México; pero en esa oscuridad y tiroteo hirieron en el brazo izquierdo, al Cap. Guadalupe Martínez, quien era el brazo derecho del Regimiento Cristero de los Altos, esto provocó confusión entre los mismos y optaron por atacar la ciudad y atender al “Amigo Lupe”, quien no se apartó de él, su compañero y asistente “Cuco”, aún así se obtuvo el triunfo en esa plaza francorrinconense, que fue varias veces tomada.
El día de su muerte el 10 de septiembre, estando por lugares cercanos a San Angel, en el Bajío, los dos amigos, estaban notificados a una reunión de la milicia en “La Fabrica” cercano a la hacienda de San José de la Presa, por órdenes de sus jefes ya mencionados anteriormente, aunque eran conocedores de los sitios aledaños a San Diego, ellos, pasaron primeramente por la última bendición y saludar a su familia especialmente a Doña Narcisa, mamá de Cuco, en El Vergel. A todo galope suben a La Peñita y luego a Rancho Prieto o Jesús María, enseguida a Lagunitas, ya se habían reunido otros catorce compañeros cristeros, más la Providencia Divina los llevaba de la mano a estar cercanos a los pies de la Virgen de Guadalupe, “La Morenita” como le llamaba Lupe.
Fue avisado, que había destacamento federal al mando de Z Martínez “descansando” y pastando sus animales en las riberas de la Presa Municipal de San Diego de Alejandría, y sin pensar dos veces, se avanzaron sobre ellos, lo acompañaban sus amigos Refugio Mena el fiel y leal, Ismael Martínez y Cirilo Becerra y otros dos, ofreciendo disparos, al grito unísono de ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!
Se abrieron los federales y pensaban regresar, para no tomarlos descuidados y a tracción, suben un poco a rancho de Marañas, sin percatarse, que les preparaban su entrada triunfal, ya que el resto del Ejército Federal se hallaba posesionado de la azotea del Santuario de Guadalupe, con sus armas de buen alcance, cae primero Guadalupe, casi frente a la puerta sur del templo; el caballo lo mataron y le cayó encima a Guadalupe, sin embargo sigue disparando, y unos cincuenta metros su amigo entrañable, también estaba cercano a los pies de la Virgen de Guadalupe, y hacía el esfuerzo de salvar a su amigo, levantaba la mano, como ofreciéndola para entrar unidos a la Patria Celestial, ellos que lucharon en nuestra Patria, regando las campiñas alteñas con su sangre, lágrimas y sudor, por heredarnos un país más justo.
Se cuenta que le exigieron tomar una bebida allá en el Bajío, por que los que lo conocían, no estaba actuando por su iniciativa, sino en otra forma, muy intempestiva. Unas horas antes había estado en una casa donde le había ofrecido ese brebaje, pues era ya una forma de atraparlo, por el dinero, que ofrecían, por Guadalupe, pero siempre Dios lo cuidó y lo libró de ser tentado, por mujeres y hombres, que tramaban su aprehensión, más sin embargo, esta ocasión sí le hizo efecto, aunque siempre se cuidaba de tomar con desconocidos.
Los héroes cristeros colaboran en las batallas victoriosas de La Puerta de San Juan, Veredas, San Juan de los Lagos, La Cacayaca, Mesa de los Timbes, Palmitos, El Desperdicio, las plazas de Purísima del Rincón y San Francisco del Rincón. Y en el combate de San Julián, cuantas más lograrían, se les reconoce y agradece su lealtad y amor a Cristo a Rey.
El Gral. Miguel Z. Martínez y sus principales hombres se congratulaban de ese acontecimiento funesto, hasta la prensa hizo lo suyo de enaltecer su muerte favoreciendo a los federales. El pueblo de San Diego estaba enmudecido, no sabía lo sucedido, y menos aceptaban que hubieran sido Lupe y Cuco.
Sus cuerpos fueron traídos por los soldados nacionales al frente de la presidencia municipal, para escarmiento de los pacíficos, porque les ayudaban y protegían a los cristeros.
Estaban tirados sus cuerpos, casi sin ropa, porque se la repartieron los federales como premio, que muchos se los atribuían el triunfo. Entonces la Sra. Mariquita Alfaro, llena de mucho valor y amor al prójimo, pidió permiso para dar cristiana sepultura, con la colecta realizada y los llevaron al panteón municipal a descansar.
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