Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Un joven muchacho que estaba a punto de graduarse de preparatoria, hacía muchos meses que admiraba un hermoso auto deportivo en una agencia de autos, y sabiendo que su padre podría comprárselo, le dijo que ese era todo lo que él quería.
Llegó el día de la graduación, y su padre le llamó a que fuera a su privado. Le dijo lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba. El padre tenía en sus manos una hermosa caja de regalo.
Curioso y de algún modo decepcionado, el joven abrió la caja y lo que encontró fue una hermosa Biblia con cubierta de piel y con su nombre escrito en letras de oro. Enojado le gritó su padre diciendo: “Todo el dinero que tienes y ¡sólo me das esta Biblia!” Y salió de la casa.
Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre que ya era un anciano estaba enfermo, pensó en visitarlo. No lo había vuelto a ver desde el día de su graduación.
Antes de que pudiera partir a verlo, recibió un telegrama donde decía que su padre había muerto y le había heredado todas sus posesiones, por lo que necesitaba urgentemente ir a la casa de su padre para arreglar todos los trámites de inmediato.
Cuando llegó a la casa de su padre, su corazón se llenó de una gran tristeza y arrepentimiento. Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le había dado.
Con lágrimas la abrió y empezó a hojear sus páginas.
Su padre cuidadosamente había subrayado un versículo en Mateo, 7:11: “Pues si ustedes siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial les dará aquello que le pidan?”.
Mientras leía esas palabras, unas llaves de auto cayeron de la Biblia.
Tenía una tarjeta de la agencia de autos donde había visto ese auto deportivo que tanto deseaba. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación y las palabras:
Totalmente pagado
¿Cuántas veces hemos rechazado y perdido las bendiciones de Dios porque no vienen envueltas en paquetes como nosotros siempre esperamos?
Todo lo que Dios ha preparado para nosotros que somos sus hijos, muchas veces no aparece de forma deslumbrante, sino que por el contrario lo vamos encontrando de forma muy humilde, muy sencilla.
El mismo Jesucristo nos ha dicho: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”.
En este mes de septiembre que es el “Mes de la Biblia” esforcémonos por leerla y meditarla, pues como ha dicho San Jerónimo “Desconocer la Biblia es desconocer a Jesucristo”.
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