Frutos de la caridad

Por Juan Flores García
Hermelinda Gutiérrez. Nació en Tepatitlán en el año de 1876, el 22 de febrero.

Desde niña mostró gran interés en aprender el catecismo, después ayudaba a las personas mayores a catequizar a los niños. Otra de sus grandes cualidades era atender enfermos siendo la familia tan numerosa, no se daba momento de descanso, pues apenas mejoraban unos y otros ya estaban solicitando sus servicios.

Viuda a los siete meses de casada volvió al hogar paterno, dedicándose entonces por completo a la práctica de sus grandes actividades: el catecismo y la atención de los enfermos.

A instancias del padre Basilio Gutiérrez y junto con otros colaboradores formó un centro de catecismo para niños en el santuario de nuestra Señora de Guadalupe y otro para niñas en la Parroquia de San Francisco.

Invitada por el Sr. Cura Gabino de Alba, se hizo cargo del Hospital de Jesús por espacio de 20 años y aunque fueron tiempos difíciles ella encontraba la manera de solucionar los problemas económicos: organizaba tómbolas, también obras de teatro y ayudada por otras personas, hacia una colecta domiciliaria con el fin de que ningún enfermo que solicitara atención medica fuera defraudada.

En tiempos de la Revolución Callista abrió las puertas de su casa a los sacerdotes y religiosas que solicitaban su hospitalidad. Ella construyó un lugar estratégico en su hogar donde también fueron llevados los copones, custodias y ornamentos, y cuando apremiaba el peligro, también algunas personas.

Lo anterior le costó que la tuvieran en la cárcel, pero a pesar de las amenazas y castigos a que fue sometida no reveló el lugar en que se encontraban sus protegidos.

Platicando con ella, a los muchos años de este suceso le decía una persona: “oye Hermelinda, ¿de verdad no hubieras revelando el lugar donde estaban los perseguidos?” Entonces ella con su severidad y serenidad característica y su temerario valor le dice: “Me impresionaba mucho dejar a mi anciano padre; pero, como tú sabes, mi hermana lo atendería en caso de que yo faltara, entonces ofrendé de gusto mi vida por salvar otras más provechosas. Pero mira, nuestro Señor no aceptó mi entrega, guardándola para otra ocasión.”

Esta mujer de marcadas virtudes fue ejemplo palpable para los habitantes de Tepa. En el catecismo los entonces niños disfrutábamos de su alegre compañía y la de las catequistas que la ayudaban a darnos esas lecciones contenidas en el catecismo, que además estaban amenizadas con la historia de la trágica guerra cristera, que sufrimos pero por mucho.

Le dábamos una importancia de recreo que escuchábamos con mucha atención y a la vez nos emocionaba hasta llorar. Recordamos que también asistíamos al catecismo a su casa en la cual se respiraba cierto sabor a santidad por la quietud y alegría que retenía por los acontecimientos de unos años atrás sufridos.

También gozamos de aquellas fiestas de premiación por nuestro empeño en asistir al catecismo. Y que por eso nos daban un boleto que cambiábamos por golosinas en la fiesta organizada por el padre Basilio Gutiérrez que les llamábamos Jamaica que tenían lugar en el Atrio del Santuario de Guadalupe, con la asistencia desde luego, de Doña Hermelinda que con su sola presencia, llenaba de alegría el ambiente en compañía del padre.

Después de llevar una vida ejemplar que sufrió para merecer la gloria eterna, murió esta virtuosa mujer, el 24 de febrero de 1962 a los 86 años de edad. No cabe duda de que Dios con su infinita bondad, nos colmó de seres piadosos para hacer el bien en esa época para gozar de su memoria en nuestros días.

Y con esto decimos que así fue Tepa en el tiempo.
Agradecemos sus comentarios a: jofloreso@prodigy.net.mx

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