Aquellos comercios

Por Juan Flores García

Los comercios de antes, como decimos los que los conocimos y vivimos ese antes, en los años de 1938-43 fueron tan diferentes, como lo es a la fecha aquella y ésta. Mas que dar nota de los comercios que hubo en Tepa, nos complace mencionar a sus dueños y señalar lo que vendían todo útil y necesario. Por ejemplo: Jesús Fernández, tendejón y expendio de cerveza, eran causantes de tesorería y pagaba de cuota $500.00; María Mercedes González, molino de nixtamal con una cuota de $200.00, este negocio pagaba menos por ser un giro de primera necesidad. Donaciano Tostado, carnicería, pagaba $225.00 y al Estado $674.00 anual; Loreto Rios, Juan Padilla – Pata Larga- de los nunca olvidados del TRES Y DOS, así con mayúsculas, pues mayúscula era la calidad y atención de ellos para sus clientes. Atención especial nos daban a los hambrientos muchachos que nos servían el taco con copete; con ellos no había hambre, nosotros la llevábamos.

José Navarro de La Torre trabajaba su molino de nixtamal y pagaba dos pesos, así como María Luisa Navarro, Julio Tejeda, Maura Navarro, Pedro Navarro de la Torre, Salvador Navarro de la Torre, todos dueños de molinos de nixtamal. Dado el uso necesario de todos los días, existieron para servicio doméstico, hasta el cambio de costumbres, aunque todavía hay uno que otro personaje que no ha perdido la costumbre de comer la tortilla buena de maíz blanco, hace su nixtamal, lo lleva al molino y le hacen las tortillas y enrollarlas para el taco, o sopear en la comida.
Hablando de comida; Bartola Córdova estaba con su fonda en Peñón 48 (Mariano Jiménez); María Delgado, Vicente Guerrero 8; Saturnina Iñiguez, Portal Morelos 5. Todas atendían su fonda y Ramón Gutiérrez Barba su cenaduría en Corona 1. Todos ellos preparaban las comidas naturales tradicionales, como la tan gustada carne de puerco con chile que se freía en su propia manteca despidiendo aquel exquisito olor y dando un mejor sabor, para comerla mejor.

Uno de los comercios que más numeroso fue en los años mencionados, fue el de la venta de licores que estaban registrados como cantina y establecimientos similares y conocidos como pulquerías donde se consumía el pulque como bebida de moderación. Así que como dueños de cantinas fueron: Atenógenes Cárdenas, Catarino González, J. Isabel Pérez, J. Jesús de Loza, Clemente Franco, Zacarías Reinoso, Vicente Orozco, Antonio Flores, Jacinta Navarro, Josefina Navarro, Severiano Padilla, Gregorio de Loa, Inocencio Gutiérrez, Javier Hernández, María Santoyo, María de Jesús Vázquez, Rafael Villaseñor, Eulogio Graciano, Florentino Jáuregui y Tranquilino Mata.

Para aquella reducida población, realmente este tipo de negocio era demasiado, eran tiempos de mucha falta de trabajo y a esos lugares los frecuentaban los desocupados como ha sucedido en todo tiempo; además el Cine Mexicano que ya empezaba a destacar con las películas de los charros cantores, valientes, enamorados y con la botella de tequila en la mano, algo inducía a la juventud a seguir el ejemplo ya que somos muy dados a imitar lo malo. Para esto, los tiempos han cambiado, pero en base a la poca población de entonces, existieron muchos espacios de “diversión” para pasar el día diciendo: ¡Salud! Y va por todos.

El contraste de esto que mencionamos, fue el comercio de los dulces que por algunos años sostuvo la costumbre de calidad y buen gusto. Los puestos, cajones, alacenas y estanquillos como dimos en llamar a los negocios que se hicieron de madera abarcando cada pilar de los portales, algunos nos vendían los tradicionales dulces. El ramo de dulcería era por demás extenso. El xilacayotl, que ya olvidamos, las corriositas de canela y las charamuscas cabezonas, las jaleas de membrillo y durazno el alfajor de Colima, las panochitas de Santa Ana empaquetadas en pequeños huacalillos, las cajetas envinadas y de leche, los jamoncillos rellenos de cascaritas de naranja, las peras y los arrayanes cubiertos con cristalitos de azúcar, las biznagas y las bolitas y caramelos hechos con azúcar de la buena, sin faltar las “jericallas” que hoy le llaman con pretensión “flanes”.

Todo esto y más ha desaparecido del comercio callejero, que a lo mejor se venden en calidad de artículos de lujo, lo bueno fue que todo lo mencionado, lo disfrutamos comprándolo con centavos, que tenían un alto valor a pesar de lo pequeño de la moneda y con esto decimos que así fue Tepa en el tiempo.

Agradecemos sus comentarios a: jofloreso@prodigy.net.mx

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