Terror en misa,
como en la disco

El combate al narcotráfico, es cierto, se ha convertido ya en un asunto de seguridad nacional. ¿Justifica eso que los combatientes interrumpan una ceremonia religiosa para detener dentro de una iglesia a criminales que asistían a misa? ¿Quiénes serían, en todo caso, más salvajes o más irrespetuosos, aquellos lópezobradoristas que irrumpieron en la Catedral Metropolitana de la ciudad de México para protestar porque sonaban las campanas e interrumpían su mitin, o los policías federales y soldados que irrumpieron armados en la capilla de Apatzingán y sometieron a todos los asistentes, durante horas, para llevarse detenidos a 34 hombres, entre ellos al capo apodado La Troca?

La iglesia, por supuesto, enseguida puso el grito en el cielo. Y la Secretaría de Seguridad Pública federal ya le ofreció una disculpa al obispo de Apatzingán y a la Conferencia del Episcopado Mexicano que fue la que protestó.

Si es usted católico, probablemente (y no digo: seguramente) se habrá indignado; si pertenece a otra religión tal vez le haya parecido un exceso; si es ateo seguramente le vale sombrilla porque pensará que no tiene importancia; y si es masón y comecuras se habrá alegrado. Pero dejando a un lado las creencias o la falta de estas, ¿se vale o no se vale que entre la fuerza pública a un templo y que interrumpa un oficio religioso, si hay un motivo que tiene que ver con la seguridad nacional?

Explica la autoridad que era la única manera de capturar a ese mafioso sin correr el riesgo de que escapara y sin que se suscitara un enfrentamiento con harta bala y los inevitables muertos y heridos. Yo le creo, porque esa mafia de la Familia Michoacana es sanguinaria y afuera del templo se hubieran agarrado a tiros. Días antes dejaron apilados a la orilla de la carretera 12 cadáveres de policías federales como una muestra de su capacidad de matar; y nadie olvida que hicieron rodar por una pista de baile cinco cabezas humanas de rivales a los que habían decapitado.

No sé si usted, estimado lector-lectora, habrá intentado visualizar la escena de las cabezas rodantes. Si se habrá imaginado que está usted en la disco, bailando tal vez o simplemente bebiendo un trago sentado ante una mesa en esos momentos, todo alegría, euforia, plática, brindis, con amistades o con su pareja, cuando de pronto se interrumpe la música, se prenden todas las luces y aparecen entrando a la pista de baile un grupo de hombres, cada uno con una arma en una mano y con una cabeza humana que chorrea sangre en la otra, mismas que arrojan a continuación haciéndolas rodar por la pista de baile y que van dejando un rastro de sangre hasta donde se detienen y se quedan como mirándolo a usted con los ojos muy abiertos... Al ver las armas ya se hizo usted a un lado, porque fue lo primero que vio, las cabezas las vio a continuación, así que ya quedó un espacio libre en la pista de baile porque toda la asustada concurrencia está aterrorizada en torno a la misma, y entre la concurrencia usted, que se les queda viendo a las cabezas y a la sangre sin poder creer lo que ve...

Si eso le pasara ¿se imagina usted la impresión que tal espectáculo le causaría? Sería inolvidable... no dormiría usted en días, semanas o meses, soñaría a las cabezas humanas sangrantes en una pesadilla recurrente y no acabaría de entender aún que exista tanta crueldad, que haya seres humanos tan desalmados como esos que entraron aquella noche a la disco para arrojar las cabezas llenas de sangre de sus enemigos a la pista de baile.

Bueno pues esa gente también va a misa para darle gracias a Dios de que una linda criatura con Síndrome de Dawn llegó a la edad de las ilusiones, y va también cuando bautizan a algún nuevo miembro de la Familia para que sea, además, un buen cristiano; y va cuando algún sicario o pariente de un capo une su vida mediante el sagrado vínculo del matrimonio con la mujer que eligió para casarse, para que Dios y la santa muerte bendigan la unión, hasta que llegue la muerte no tan santa, a balazos, y deje viuda a la desposada.

Matan a sangre fría, apilan los cadáveres, hacen rodar las cabezas humanas llenas de sangre... pero son muy devotos y respetuosos de los santos sacramentos, bautizan a sus hijos como Dios manda, les organizan su primera comunión como Dios manda, hacen que los confirme el obispo como Dios manda, se casan como Dios manda y por supuesto que las fiestas... esas sí que son como Dios manda. No se mueren como Dios manda porque no les dan tiempo las balas, pero bueno, Dios no es tan exigente, un sacramento de menos o de más qué más da...

Y bueno, ya descubrió el gobierno que la mejor forma de atraparlos es mientras festejan o, como en esta ocasión, mientras le dan gracias a Dios por los XV Años de la niña.

Si fue una profanación del templo o un sacrilegio no lo sé, supongo que sí para los católicos, entre los que me cuento pero a mí no me parece que la cosa sea tan grave. Casi todos los templos católicos, si no es que todos, fueron usados alguna vez como cuarteles o como caballerizas durante alguna revolución, lo que me parece un sacrilegio mayor porque no fue sólo por un rato ni había justificación alguna, lo hicieron los soldados de entonces con toda la intención de ofender a los católicos profanando sus lugares sagrados, en los que se quedaban por semanas o meses y agarraban a las imágenes de los santos para practicar el tiro al blanco.

En esta ocasión había un motivo y además, me parece, la Tuta tuvo la culpa. Ofrecerle diálogo al Presidente de la República después de haberle apilado una docena de cadáveres de policías federales, provocó la respuesta más enérgica del gobierno. Fue un reto, fue ponerse al tú por tuta con el gobierno de la República, lo sacaron de quicio y ahora, dice el dicho y dice bien, que cuando la perra es brava hasta a los de casa muerde, aunque los panistas en el poder son muy de la iglesia, muy azules, muy del color del escudo del Vaticano y del manto de la Virgen María, ahora, repito, ni la casa de Dios respetan, a donde los encuentren (a los mafiosos) los van a atorar, parece...

En lo que no estoy de acuerdo, es en que policías y soldados se lleven detenidas a personas que nada tienen que ver con el crimen organizado, que no son delincuentes ni sospechosos de serlo. No todos los hombres que estaban en misa tenían algo que ver con la Familia, más bien no tenían nada que ver la mayoría, se llevaron a todos sin una orden de aprehensión y eso es un delito, están combatiendo a la delincuencia convirtiéndose en delincuentes.

Eso me parece más grave que la irrupción en la iglesia por parte de la policía. Si Jesús, que era todo paciencia y amor, echó del templo a latigazos a los comerciantes voraces (porque entonces se usaba el látigo, si hubiera habido cuernos de chivo quién sabe qué diría la Biblia), por qué no aprehender ahora (en el templo también) a los comerciantes de la muerte, a los que matan con su comercio a tantos jóvenes con ice o cristal o como se llamen esas drogas sintéticas...

Pero nomás a ellos, los demás no estaban ni en el lugar ni en el momento equivocados, simplemente estaban en misa, no chinguen...

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